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Reportaje:

El Festival de la Vaqueirada, un pseudohomenaje a la "raza maldita" asturiana

El último domingo de julio se celebra todos los años en la braña de Aristébano, en el concejo asturiano de Luarca, el Festival Vaqueiro y de la Vaqueirada. Consiste este festival en el festejo de un matrimonio a la usanza de los vaqueíros de alzada, un peculiar grupo humano que habita en gran parte de los concejos de¡ occidente de Asturias. A la boda acuden todos los vecinos en grandes cabalgadas, acompañando a los novios, que llevan hasta la iglesia su ajuar en una carreta y van todos festejando el acontecimiento, lanzando escopetazos al aire, dando gritos y mostrando su júbilo. Esta celebración no llamaría ninguna atención especial si no fuese porque los llamados vaqueiros fueron considerados durante muchos siglos y hasta comienzos de éste como una raza maldita. Y desde 1964, según orden ministerial, está considerada de interés turístico. El festival se viene celebrando desde finales de los años cincuenta y ahora cumple su decimonovena edición.

Pero no es eso todo. Las consideraciones sobre los vaqueiros de alzada han levantado desde antaño polémicas y largos ríos de tinta, y últimamente, quizá un poco tarde, le ocurre lo mismo al festival. Toman auge ahora las opiniones que lo tachan de montaje que falsea las tradiciones vaqueiras. Y destacan el papel de meros comparsas que en él tienen los verdaderos protagonistas, los vaqueiros, además de mencionar que todo está manejado por personas ajenas a las brañas.

Los vaqueiros de alzada

Los vaqueiros de alzada son un grupo humano que habita en las montañas bajas (brañas) y marítimas de la parte occidental de Asturias, que fueron llamados así principalmente por su modo de vivir. Se dedican a la cría de ganado, básicamente vacuno, y practican una trashumancia limitada. Por el invierno habitan en las zonas bajas, inás cálidas, y con la llegada del verano llevan sus ganados a las tierras altas en busca de pastos frescos. De ahí el término alzada. Este traslado de hombres y ganado se realiza a finales de primavera, tra dicionalmente el 8 de mayo, festi vidad de San Miguel, hacia las ve gas altas, para volver en otro San Miguel, el 29 de septiembre, a las zonas más cercanas a la mar, de temperaturas más suaves durante el invierno. De este modo, los vaqueiros abandonan sus pueblos a la llegada del buen tiempo y no vuelven a ellos hasta que las primeras nieves caen en los pastizales de las montañas. En la actualidad existen pocas personas que practiquen aún esta forma de vida. Con el paso del tiempo se ha ido arraigando en ellos la vida sedentaria y sus costumbres se van acercando a las del resto de los habitantes de la zona. Pero la trashumancia que han practicado durante siglos les ha acarreado marginación y numero sas discriminaciones. Y sobre todo leyenda. Son abundantísimos los documentos, tratados, artículos etcétera, que desde los primeros siglos de la Edad Media hasta nuestros días se han escrito sobre este grupo humano. Asturianos en particular y españoles, alemanes, italianos, inglesees y americanos en general, han estudiado sus costumbres o han especulado sobre ellas. Antropólogos y socl ólogos han enfocado sus estudios hacia ellas. Unos sobre el terreno, otros con documentos y algunos con bastante imaginación. De todos, aunque principalmente de estos últimos, han surgido las leyendas, las discriminaciones y la rnarginación. Así se les ha llegado a considerar de otra raza y se les han achacado orígenes de todos los estilos.

«Raza maldita»

Debido a su trashumancia y con ella a la ocupación temporal de tierras, que los vecinos de los pueblos cercanos consideraban como «apropiación indebida», los vaqueiros fueron marginados hasta tal punto que se fueron cerrando en sí mismos, forzados a evitar todo contacto con el resto de los habitantes del lugar, a reproducirse entre ellos, aunque nunca llegaron a organizarse como grupo social unificado, sino que cada braña defendía sus intereses particulares y solamente en contadas ocasiones intentaron aunar sus esfuerzos. Y la discriminación fue tanto en las instancias oficiales como eclesiásticas y sociales. Los alcaldes, gobernadores y delegados especiales del Gobierno los perseguían porque debido a su no asentamiento en un lugar determinado no pagaban tributos, no estaban empadronados y en tiempos recientes se les negó hasta el voto en base a estas razones.

En las iglesias de numerosos pueblos se llegaron a delimitar zonas bien visibles para los vaqueiros. Su separación del resto de los feligreses en el interior de algunos templos se señalaba por medio de una viga de madera o por una inscripción en las losas del suelo. Aún se puede leer en la iglesia de San Martín de Luiña, en Cudillero, una inscnpcion que dice «no pasan de aquí a oír misa los baqueros». Ramón Baragaño recoge en su libro «Los vaqueiros de alzada» (Ayalga, 1977) una referencia que hace sobre el tema Jovellanos, en la que dice que «hay un pleito escandaloso con los vaqueros, a quienes no se les quiere dar la Sagrada Comunión sino a la puerta de la iglesia...»

Y en cuanto asus orígenes se les busca ascendencia de lo más variopinta. Autores de muy diversas épocas, tendencias y especialidades han publicado escritos en los que se dice que son moros, moriscos, vikingos, romanos, caldeos, celtas, sicilianos, asiáticos, hombres solares, etcétera. Se ha hablado de su lengua distinta, de sus supersticiones, de su diferente anatomía. Todo un conjunto de datos para terminar considerándolos raza aparte, asocial e insociable. Una «raza maldita» en definitiva.

En la actualidad las cosas han cambiado y casi está totalmente desaparecida la marginación y discrim ¡nación tenaz que existió hasta comienzos del presente siglo. Aunque aún perduran algunos resuellos de leyenda negra. Investigaciones antropológicas recientes, tras realizar mediciones de cráneos, tomar fotografías y estudiar los resultados obtenidos, no han encontrado ninguna partcularidad. Baragaño cita los resultados de los estudios hechos por los doctores Pilar Hors y Félix Gómez Marcos en 1951 y dice que en sus conclusiones encuentran que los vaqueiros de alzada no difieren del resto de sus paisanos. Seriológicamente nada indica que sean un grupo social aparte y se demuestra que los vaqueiros no son más que un grupo de asturianos que la costumbre hizo que se consideraran distintos. La braquicefalia que se les achaca no debe extrañar, pues es bastante frecuente tanto en el occidente (su zona de ubicación) como en el oriente de Asturias.

Por otra parte, el vaqueiro ha salido de sus brañas en numerosos casos y en la actualidad miembros de su grupo se reparten por muy distintos puntos del planeta. Apellidos puros vaqueiros como Garrido, Cano, Gayo, Mayo, etcétera, son ya conocidos en toda la geografía hispana, y de su primitiva profesión de ganaderos trashumantes han pasado a comerciantes, profesiones liberales, intelectuales, hombres públicos...

La discriminación ha desaparecido, pero alguna falsa fiebre folklorista ha aprovechado su tradición de marginales para apuntarse tantos oficiales y montar un festival en el que, como decíamos al principio, los auténticos vaqueiros son meros comparsas, donde se les han asignado unas costumbres falsas, unos vestidos amañados y unas tradiciones que no son las que verdaderamente les han distinguido desde hace muchos siglos. Un festival montado para atraer al turismo pero que no repara en su responsabilidad de mantenimiento de un rico y quizá único folklore.

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