En veinte años será doble el número de personas con sesenta años
Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA) ha revelado que en los próximos veintidós años se va a duplicar la cifra de personas con más de sesenta años de edad en el mundo. El planeta va a ver crecer considerablemente su población más adulta y anciana lo que prevé importantes cambios sociales. Por otra parte, comienza a producirse un histórico cambio demográfico, si bien todavía no hay certeza estadística del hecho: la tasa de crecimiento de la población mundial ha comenzado a descender. Esto no significa que haya comenzado a disminuir la población mundial, sino que la cifra que expresa su aumento es la que ha comenzado a disminuir.
El doctor Walter M. Beattie, director del Centro de Gerontología de la Universidad de Syracusa, declaró a una reunión de expertos de la ONU sobre la edad, que los 304 millones de personas mayores de edad que se contaban aumentarán a casi seiscientos millones para el año 2000. También está aumentando el número de personas mayores de ochenta años y serán más del doble en el mismo período, pasando de veintiséis millones en 1970, a 58 millones para el año 2000.Los aumentos que se prevén van a tener lugar repartidos equitativamente entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo, aunque las proporciones serán mucho mayores en los países industrializados, donde las tasas de crecimiento de la población son inferiores.
Estos aumentos incluyen una proporción elevada de mujeres que pasarán de los sesenta a los ochenta años, especialmente en Norteamérica, Europa y la Unión Soviética.
El cambio de mentalidad que supone un mundo de personas de mayor duración de vida exigirá que muchas ideas y valores tradicionales contenidos en las leyes, impuestos, programas de bienestar y políticas de empleo, sean reconsideradas. Muchas de estas actividades se han estereotipado. Por ejemplo, el criterio general sobre lo que es una familia en el mundo más desarrollado, necesitará reconsideración a la luz de las evidencias de que la familia está cambiando del grupo de la generación familiar de dos o tres al grupo de uno de cuatro. Es decir, se dará cada vez más el hecho de que personas de más de sesenta años convivan con hijos de edad en torno a los cuarenta que, a su vez, tengan hijos que son padres jóvenes con derechos propios.
Otra consecuencia que está afectando a la política social concierne a las regulaciones sobre retiros. La idea familiar del siglo pasado de que la gente debía retirarse a la edad cronológica de 55 a sesenta años, sin tener en cuenta su valor intrínseco o el estado de salud, está siendo cuestionada ampliamente en Estados Unidos y Europa. Con el mejoramiento de los niveles de vida y salud resulta discutible la expresión de que «el viejo debe dejar espacio al joven».
En el mundo menos desarrollado, la tradicional relación según la cual la familia asume el cuidado de sus miembros más viejos también está experimentando cambios, ya que los miembros jóvenes se ven incapaces de sostener a sus padres y abuelos, en la medida en que aumenta el período de dependencia.
Este aumento en la longevidad de los seres humanos, se ve acompañado de otro hecho de trascendental importancia en el campo de la población: el decrecimiento en las tasas de crecimiento numérico de la especie humana. La tasa de crecimiento de la población mundial que ha sufrido una aceleración lenta pero sostenida desde hace 2.000 años, ha comenzado a decrecer.
Según el dato proporcionado por M. Salas, director ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para Actividades de la Población (FUNAP), en el informe presentado en Ginebra esta semana, «desde los años sesenta, la tasa de natalidad ha descendido en aproximadamente un 15 % en alrededor de tres o cuatro docenas de países que representan por lo menos en un 40 % a dos tercios eventuales del mundo en desarrollo». Esta cifra supone un importante cambio en el ritmo de crecimiento de la población.
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