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Rocard: "No hay nada de común entre Giscard y el PS"

(Entrevista con Michel Rocard, dirigente del PS y uno de los presuntos sucesores de François Miterrand)

La izquierda francesa, votada por casi media Francia en los comicios legislativos de marzo último, aún no se ha recuperado de un fracaso que no esperaba tan abultado. Su futuro, como el de Francia, está condicionado, en primer lugar, por el uso que pueda hacer el presidente, Valery Giscard d'Estaing, del capital político que las legislativas depositaron en sus manos, pero, de momento, las grandes fuerzas de izquierda, socialistas y comunistas, son víctimas de sus problemas internos. La dirección del Partido Comunista francés rechaza por principio todo atisbo de contestación a sus militantes. Por su parte, la dirección del Partido Socialista se ha cuarteado en cuatro corrientes o clanes, que se autovigilan y se confrontan.EL PAÍS. Después del fracaso de las últimas legislativas, ¿cómo ve el porvenir de la izquierda en las sociedades industrializadas?

Michel Rocard. La unión de la izquierda es una necesidad, fuera de la cual las fuerzas políticas que representan a los trabajadores y a los asalariados no pueden llegar al poder para realizarlas transformaciones económicas y sociales que, responden a las necesidades del país y a las aspiraciones de las capas sociales más desfavorecidas. Pero la unión de la izquierda, tal como ha sido concebida y conducida desde 1971, ha experimentado un frenazo por la negativa del Partido Comunista a ir al Gobierno con los socialistas, con ocasión de las últimas elecciones legislativas. Creo, pues, que hay que relanzar la unión de la izquierda sobre otras bases, teniendo una mayor cuenta de las propuestas del Partido Socialista para construir un socialismo democrático en la libertad.

EL PAÍS. Incluso portavoces de la dirección del PS concuerdan en que hay problemas en el interior del partido que tienden a convertirse en querellas personales. ¿Cómo se sitúa usted, teniendo en cuenta que se le considera como jefe de filas de una de las corrientes del PS que podría proponerle como eventual sucesor del señor Mitterrand?

M. R. La actual mayoría del Partido Socialista es una coalición de tradiciones y de afiliaciones diversas que han contribuido a la construcción del partido tal como es ahora. Así, pues, que haya diferencias no es ni nuevo, ni sorprendente. Lo que es más inquietante es. la tentativa de camuflar las diferencias reales tras conflictos personales o querellas prefabricadas sobre la base de procesos de intención. Es un juego en el que intento no tomar parte. Por lo demás, creo que prestan un mal servicio a aquel a quien creen servir, François Mitterrand, y pretenden hacer de él un jefe de clan, cuando su papel como federador del Partido Socialista está lejos de haberse acabado.

EL PAÍS. ¿Cómo analizaría la crisis del PCF y qué importancia concede al eurocomunismo?

M. R. La crisis del Partido Comunista es una crisis de identidad. Son numerosos los militantes del PCF que están convencidos de que la referencia al modelo de sociedad que constituye la Unión Soviética ya no es tal, o, como dice Ellenstein, se trata de un «antimodelo». Los comunistas, por otra parte, no han construido un proyectó de socialismo auténtico que les sea propio. Es lo que explica la crisis por la que atraviesan hoy. Una evolución parecida se ha producido en los partidos comunistas italiano y español, pero sobre bases tan diferentes y a partir de situaciones políticas a veces tan opuestas, que yo estimo abusivo el calificativo de «eurocomunismo» que pretende globalizar movimientos tan diversos.

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EL PAIS. El cinismo de los estados es acusado cada vez más por la opinión pública, que se siente muy a menudo engañada, tanto en un régimen capitalista como en los países del Este. Este sentimiento también se expresa hacia los partidos (el último ejemplo son las querellas de la izquierda francesa durante la campaña electoral). El Consejo de Europa ha celebrado recientemente un coloquio sobre la validez de los partidos hoy en día. ¿Qué piensa Ce estos problemas y cómo valora, en este contexto, los movimientos marginales (ecologismo, feminismo) y los de extrema izquierda, de los que usted procede?

M. R. Es cierto que la forma de organización tradicional de los partidos políticos está siendo puesta en causa hoy. Entre las federaciones de comités electorales heredados de la burguesía liberal y la tradición leninista ligada a la acción clandestina y fuertemente centralizada, hay formas nuevas de organización por inventar. Esta búsqueda, también es cierto, se ve obstaculizada por un sistema de información que reposa sobre una personalización a ultranza. Así, pues, hay que dar un nuevo aliento a la organización de los partidos, integrar todas las aspiraciones a la democracia, haciéndolas compatibles con un movimiento de masas. Pero desconfío por encima de todo de aquellos del principio al fin los partidos.

EL PAÍS. En vísperas de la segunda vuelta de las elecciones legislativas, una personalidad del giscardismo dijo que al señor Giscard le gustaría hacer de usted su primer ministro, pero que eso no sería realizable de una forma inmediata. ¿Qué piensa de esto?

M. R. No parece que sea indispensable pensar algo.

EL PAÍS. ¿Cómo definiría el giscardismo y, por otra parte, cree posible, aunque fuese a largo plazo, una evolución convergente del presidente y del PS o de una parte de éste?

M. R. El giscardismo, como el infierno, está lleno de buenas intenciones. También como el infierno, está constituido por una realidad extremadamente brutal que traduce la política económica del señor Barre. Es una reconstrucción del liberalismo a la antigua usanza, el laisser-faire que es, antes que nada, la libertad del patronato, la libertad de explotar, de declararse en quiebra. Raramente hemos asistido a una política económica tan brutal desde hace veinte años, combinando recesión económica, disminución del poder de compra, aumento de las quiebras y del paro. ¿Qué quiere usted que pueda haber de común entre estas políticas y la de los socialistas?

EL PAIS. La construcción europea, ¿qué lugar ocupa para un dirigente socialista como usted?

M. R. La construcción europea está todavía por hacer. Desde la firma del Tratado de Roma, la Europa que se ha hecho es la de los comerciantes, las multinacionales y los grandes propietarios agrícolas. En revancha, los hombres atraviesan más difícilmente las fronteras que las mercancías, la Europa de las libertades y de los derechos sociales está por hacer, y si se prevé un «espacio jurídico europeo». es para la represión del terrorismo y no para la extensión de las libertades de los trabajadores. Por mi parte, tengo la convicción de que sólo las fuerzas socialistas pueden hacer progresar la construcción de esta Europa política y, en este sentido, la elección de la Asamblea de Estrasburgo por sufragio universal puede representar un progreso. Porque esta Europa política de los trabajadores es la única entidad capaz de hacer contrapeso al equilibrio del terror, a los chantajes de las superpotencias y a la ascensión de las dictaduras en el mundo.

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