Los riesgos de la reactivación económica atemorizan a algunos Gobiernos
Los países de la OCDE tienen que incrementar sus tasas de crecimiento económico para afrontar con ciertas garantías de éxito la lucha contra el paro. Esta es una constatación bastante generalizada, que incluso se ha intentado cifrar en un objetivo de crecimiento del orden del 5% anual a partir del año 1979 y hasta 1985, en que el mundo occidental se acercaría al pleno empleo.
El objetivo de relanzar la actividad económica es, por tanto, urgente, pero si grandes son los problemas que plantea el crecer por debajo del 5%, también existen notables inconvenientes a la hora de estimular la actividad económica. Estos inconvenientes que se pueden plantear en un futuro próximo fueron analizados por la OCDE en su reciente reunión de París.
La competencia y la inflación
En primer lugar, es evidente que en épocas de crisis los diversos agentes económicos entablan una competencia muy dura para incrementar su participación en la renta, lo que constituye en estos momentos una de las características dominantes del mundo industrializado, independientemente de tasas altas o débiles de crecimiento.Como en la mayor parte de los países no existe un sistema de determinación no inflacionista de las rentas reales en el conjunto de la economía, la competencia plantea, en las modernas democracias, un problema mayor a los poderes públicos. La persistencia de este fenómeno obliga a los Gobiernos a dudar a la hora de estimular un aumento de la demanda y del nivel de empleo, por temor a que el problema se acentúe. Por otra parte, la elevada tasa de inflación que esto provoca puede hacer dudar doblemente a los Gobiernos a la hora de adoptar nuevas medidas expansionistas, por temor a que la inflación de costes provoque una nueva influencia inflacionista que procedería de la demanda y, más concretamente, de una elevación de los precios de la energía y de otras materias primas, así como estrangulamientos en ciertos sectores industriales.
El segundo problema que se derivaría de un relanzamiento excesivo de la economía está relacionado con la crisis energética. Para los países miembros de la OCDE, el riesgo de una penuria crónica de energía en el futuro es muy importante. Esta posibilidad es temida no sólo por el grado de dependencia que los países industrializados pueden tener respecto a los exportadores de petróleo, sino porque sería considerada, cada vez con más entidad, como una limitación importante para que los Gobiernos lleven a cabo políticas económicas expansivas. Este problema es importante porque los Gobiernos deben sopesar, de una parte, el peligro que comportaría una recuperación muy fuerte de la demanda a corto plazo y, por otra, el riesgo de que las inversiones necesarias a las economías de energía y al aprovisionamiento de buen número de productos básicos, incluida la energía, sean de difícil realización si la tasa de crecimiento económico no es suficiente. Y cuanto más lenta sea la recuperación de la demanda, más lenta será la recuperación de la inversión.
La recuperación del beneficio
En tercer lugar, los problemas relacionados con la incertidumbre económica tienen también un peso relevante. El incremento de las presiones inflacionistas a comienzo de los años setenta ha contribuido en una gran medida a Una pronunciada pérdida de confianza, que se ha manifestado en el sector privado y que ha afectado de forma particular a las inversiones.Este hecho explica la lentitud con que se ha llevado a cabo la recuperación económica a pesar de los esfuerzos desplegados por los Gobiernos para evitarlo. La realización de inversiones suficientes para evitar la aparición de estrangulamientos en el futuro y ofrecer posibilidades de empleo apropiadas a la población activa están muy ligadas a la debilidad de los beneficios. En estos últimos años, las empresas han visto como los riesgos aumentaban, de forma que sería necesario ver sus perspectivas de beneficio mejorar considerablemente antes de que se lancen a una política de inversiones que comporte ciertos riesgos.
Las balanzas de pagos
El temor a una inflación futura hace dudar a muchos sobre la posibilidad de que los Gobiernos se lancen a luchar contra ella poniendo en práctica, nuevamente, medidas de estabilización muy rigurosas que arrastren una nueva recesión. Por otra parte, las incertidumbres sobre la evolución política en el exterior y, en algunos casos, hasta en el interior de algunos países, engendran una desconfianza que afecta a las decisiones futuras. La incertidumbre energética juega también un papel importante a la hora de crear incertidumbres empresariales. Finalmente, las incertidumbres relacionadas con la situación del sistema monetario internacional y las relaciones entre los tipos de cambio reales, ejercen una influencia depresiva sobre la inversión en general.Un cuarto temor es el relativo a las balanzas de pagos, que constituyen, en estos momentos, una contrariedad importante y que difícilmente se puede atajar mediante actitudes individualistas.
Las diferencias que actualmente existen entre los saldos positivos y negativos de algunos países de la OCDE no pueden ser solucionadas más que de forma progresiva. Y sucede quizá otro tanto con las tasas de inflación. La configuración de los pagos puede ser corregida, en parte, por una diferenciación adecuada de los ritmos de aumento de la demanda interior en los países deficitarios y excedentarios en balanza de pagos.
Papel de la tasa de cambio
Los países miembros de la OCDE estiman que la tasa de cambio y sus variaciones puede jugar un cierto papel para corregir las actuales diferencias de competitividad y permitir también a los países neutralizar los efectos que los cambios pasados de competitividad han tenido sobre las estructuras industriales. De todas formas, las variaciones del tipo de cambio pueden agravar las actuales diferencias de niveles de inflación entre unos y otros países.Los problemas presupuestarios también juegan su papel en todo este contexto. Lograr una tasa de crecimiento superior pasa necesariamente por una mayor participación del sector público en la economía, lo que puede plantear problemas constitucionales y, en cualquier caso, levanta recelos entre el sector privado, debido a que esta actuación pública debería adquirir caracteres sin precedentes.
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