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Mayor calidad y número de festejos en a temporada madrileña

La necesidad de promocionar la fiesta en Madrid, es criterio unánime entre aficionados y taurinos, según se desprende de la encuesta que publicó EL PAÍS el pasado domingo y de otras opiniones que recogimos con motivo de su realización. Y en este terreno es donde más responsabilidades habría que pedir a la actual empresa, cuya gestión dura ya medio siglo.

Pues junto a indiscutibles hechos positivos -es cierto que en Madrid hay más seriedad (por tanto autenticidad) en la organización de los espectáculos- su insensibilidad para cuanto supusiera promoción ha sido total. Ahí está, por ejemplo, la forma de anunciar las propias corridas que organiza: mínima expresión en cuanto a espacios, frialdad absoluta, ningún subrayado de los alicientes que el festejo pudiera tener; ahí está la planificación de la temporada, que se extiende desde marzo hasta octubre, ambos inclusive, pero cuya mitad se concentra en tres semanas de mayo, mientras en el resto de los meses permanece infrautilizado el coso.O ese programa oficial que es, para decirlo sin eufemismos, una estafa, pues no tiene precio (años atrás incluso figuraba la palabra gratuito), pero por el que cobran dos duros y la voluntad, a cambio de casi nada, pues no figura en él más novedad que la reseña de los toros que se han de lidiar y las sustituciones que haya en las cuadrillas, todo ello arropado con profusión de anuncios. Nada, como sería lógico que se hiciera, que identifique a los toreros o a la ganadería; ningún dato sobre sus antecedentes; ninguna referencia a proyectos para la temporada.

Los actuales empresarios están convencidos de que en Madrid sólo interesan los toros durante la fiesta de San Isidro y seguramente podrán aportar el dato de los taquillajes que se hacen en cada festejo a lo largo del año, los cuales les darán la razón. Pero no es tan simple el problema. La feria de San Isidro es una invención de la propia empresa (feliz o infeliz, según se mire), a la que dedica atención especial, mientras que ha permitido que el resto de la temporada se desambientara, y ahora recoge los frutos de esa política de abandono. Si aquel abono tradicional y aquellos populares jueves de toros perdieron vigencia, no fue por rechazo de los aficionados madrileños -que los añoran, por cierto-, sino por un unilateral giro en el enfoque del negocio por parte de la empresa. Hasta qué punto llegó su desinterés por mantener vivo el espectáculo taurino es prueba aquel tiempo en que interrumpían la temporada durante uno o dos meses del verano para alquilar la plaza al Holliday on Ice.

Ese argumento de que las figuras sólo quieren venir a Madrid para la feria de San Isidro no puede ser válido cuando en el momento actual no hay, o apenas hay, figuras con peso específico que puedan hacer valer sus imposiciones, y cuando la empresa de Las Ventas controla otras plazas y es, a su vez, exclusivista de toreros. Y, al tiempo, hay que recordar que esta última feria de San Isidro se ha confeccionado no tanto con figuras como con toreros de segunda fila, casi todos ellos habituales en las corridas del verano madrileño.

La necesidad de montar novilladas es tan evidente que tal es la proposición de todo el mundillo taurino y de los aficionados. El argumento en contrario es que no resultan rentables, pero no creemos que tal supuesto se dé en Las Ventas, donde las entradas son interesantes los días de novillada a pesar de que tampoco se hace publicidad de ellas y de ninguna manera se promueven.

Quizá haya una parte de culpa por parte de la Diputación, que impuso una clásula mediante la cual se grava con un porcentaje adicional a la empresa cuando los ingresos brutos en taquilla alcanzan determinada cantidad, y pensamos que esta condición debe desaparecer cuando en octubre se convoque el nuevo concurso.

No sería descabellado que la Diputación,y la nueva empresa arrendataria emprendieran conjuntamente, este invierno, una campaña de promoción del espectáculo a través de los distintos medios de comunicación. Sin publicidad es muy difícil el despegue de cualquier espectáculo. Y luego, el pliego de condiciones del concurso debe garantizar la continuidad y entidad de la temporada. Esta es nuestra opinión.

Más festejos y menos feria

Debe comenzar no después del primer domingo de marzo y terminar no antes del último de octubre, y será obligatorio dar toros los días festivos. De abril a septiembre, también un día entre sernana, excepto cuando en ella hayajornada festiva, en que asimismo se anunciará corrida. El 30 % de los festejos que se organicen, como mínimo, serán novilladas con picadores, por lo menos en los tres primeros años de vigencia del contrato de arrendamiento.

Será obligatorio organizar la feria de San Isidro, que constará de un máximo de diez corridas. La empresa adjudicataria no tendrá impedimiento para montar series continuadas de corridas, mas entre cada serie mediará un plazo de quince días. La venta de localidades para estos festejos podrá hacerse por bloques completos, pero sin que suponga la pérdida del abono (simplemente la tarjeta que da derecho a la reserva de entradas) a quienes ya lo poseyeran.

Las condiciones para la renovación o pérdida del abono deben ser estudiadas con cuidado y figurar en el pliego de condiciones, pues se trata del único vínculo material que, en cierto modo, mantiene la clientela fija de Las Ventas con el espectáculo. Quizá lo más lógico y menos gravoso sería establecer la renovación para aquellos que asistan a los primeros festejos del año.

Dentro de este marco, la em presa adjudicataria ha de tenerfibertad absoluta para programar las combinaciones de toros y toreros, y no se le deben imponer otras limitaciones, en lo taurino, que aquellas que señale el reglamento vigente. No obstante, sería conveniente que la Diputación Provincial designara una comisión cuyo cometido consistiera en vigilar la correcta gestión de la empresa en la esfera de lo taurino e informar sobre la procedencia de subida del precio de las localidades o cambios en la estructura de la empresa cuando aquella lo solicite.

Es muy positivo que la Diputación, no vaya a tener en cuenta -según manifestó a EL PAÍS su vicepresidente, Leopoldo Matos- tanto el canon como el programa que cada empresa presente al concurso. Puede deducirse de aquí una nueva etapa mucho mejor, presumiblemente espiendorosa, para la fiesta de toros en Madrid.

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