Posible restauración de las joyas de la Cámara Santa de Oviedo
Las joyas de la Cámara Santa Cruz de la Victoria, Cruz de Pelayo y Arqueta de las Agatas-, destruidas por el autor del robo de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, José Domínguez Saavedra, podrían ser restauradas en Maguncia (Alernania), siguiendo el consejo del experto alemán, que estos días se encuentra. en Oviedo, Helmut Schlunk, según ha podido saber EL PAIS a pesar del hermetismo con que están siendo llevados los contactos que mantiene la comisión encargada de la restauración con los distintos expertos, joyeros y orfebres. Helmut Schlunk, que llegó a Oviedo acompañado de dos asesores, revisó todos los materiales recuperados, una buena parte del oro y de las piedras preciosas. Según el experto alemán, deben ser fotografiadas en color todos y cada uno de los fragmentos de las joyas para conservar el recuerdo del triste acontecimiento ocurrido el 9 de agosto del año pasado, cuando Domínguez Saavedra entró en la catedral con la intención de robar los cepillos. La restauración propuesta por Schlunk sería una obra larga. Los trabajos durarían tres o cuatro años.Las joyas destruidas, especialmente la Cruz de los Angeles y la Cruz de la Victoria, son los símbolos de Asturias y de la Monarquía asturiana. La Cruz de los Angeles, de forma griega, repujada en chapa de oro y adornada con piedras finas y un camafeo (éste no ha sido recuperado). La Cruz de los Angeles fue donada por Alfonso II y en una de sus caras figuraba una inscripción en la que advertía a quien osase arrebatarla del lugar donde se encuentra por su voluntad que sería fulminado por el rayo divino. La Cruz de los Angeles es el emblema de Oviedo.
La Cruz de la Victoria, emblema de Asturias, fue donada por Alfonso III. Es un leño de roble en forma de cruz latina que, según la tradición, empuñó don Pelayo en los combates de Covadonga en el inicio de la Reconquista. El leño fue recubierto con chapa y filigrana de oro en el castillo de Gauzón en el año 908.
La Arqueta o Caja de las Agatas fue donada a la iglesia de San Salvador por el príncipe (futuro Fruela II), hijo de Alfonso III, en el año 910. Estaba recubierta con chapas de oro y con placas de ágata.
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