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Argentina'78

Argentina~Brasil, bajo el signo de la dureza

Es probable que Argentina consiga el Campeonato del Mundo, pero si lo hace marcará un récord casi inigualable: el del adjudicárselo jugando cada día peor. Nadie que no sea un forofo podrá decir que Argentina es un conjunto con hechuras de auténtico campeón mundial. Cualquier sensato espectador imparcial habrá de llegar a la conclusión de que la selección anfitriona ha alcanzado la situación actual gracias a todas aquellas virtudes que nunca le han sido propias. Argentina es, cada día que pasa, un conjunto más mediocre que se mantiene en buena situación gracias a los únicos valores de que pueden hechar mano los que carecen de auténtica calidad: la carrera desbocada y el empuje ciego.En Rosario contó la selección albiceleste con el incondicional calor de su público. Ni un sólo detalle del ambiente del River faltó en el campo del Rosario Central. Los jugadores argentinos, movidos por ese calor que proporcionan las gradas desde antes del inicio del partido, lograron empatar con Brasil que, todo hay que decirlo, posee también la selección más mediocre que se le recuerda. En campo neutral Argentina es probable que hubiera perdido. En noventa minutos, dentro de casa solamente creó una auténtica ocasión de gol: la que desperdició Ortiz en el primer tiempo. Brasil, por contra, tuvo el gol cantado por tres veces, y en ellas intervino de manera casi providencial Fillol.

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Menotti quiso contar con todos sus recursos. Alineó a Luque, que no ha superado la lesión de codo que padeciera ante Francia y su actuación fue pobre, porque Oscar le impidió cualquier movimiento peligroso. Menotti recurrió a Beto Alonso, también salido de una lesión reciente y su paso por el césped fue infructuoso. Kempes volvió a ocupar una posición concreta y ello facilitó la labor de Leao. Kempes solamente udo tirar a gol en buenas condiciones un par de veces, pero en ambas, desde muy lejos. De nuevo el centro del campo argentino fue incapaz de apoyar a su ataque y, además, se vio desbordado en los contragolpes brasileños.

Argentina luchó con fuerza, corrió durante todo el encuentro, pero de un modo tan poco práctico que le fue imposible realizar un fútbol rentable, que es lo que hasta el momento había alcanzado. Argentina ha perdido sus tradicionales virtudes y muchos de sus hombres cometen fallos de principiante en sus entregas y actúan alocadamente; no hacen correr la pelota, corren más ellos y se obstinan en amontonarse en la zona central del terreno.

Brasil se limitó durante casi. todo el partido a situar a cuatro centrocampistas por delante de los cuatro defensores y a abandonar a su suerte a Gil y Roberto, únicos atacantes. Pero sucedió que Gil le ganó la pelea a Tarantini y, además, por ese lado llegaron Rodrigues, Neto, Zico y Batista y el juego se desequilibró en contra de la defensa argentina. Esa zona de penetración la aprovecharon los brasileños para intentar sorprender a los argentinos, y gracias a Fillol no llegó a producirse el gol.

Bastó que Brasil taponara huecos por zonas en el centro del campo y que Amaral no fallara ni un sólo cruce para que Argentina no pudiera penetrar en los dominios de Leao. El meta brasileño tuvo bastante menos trabajo que el argentino. La tierra de nadie que dejaba Argentina detrás de sus delanteros permitía a Brasil moverse con comodidad. Argentina tuvo como mayor mérito el que no se arrugó cuando se produjeron los conatos leñeros de Brasil al principio del partido, pero poco más puede decirse a su favor.

Lo que se había anunciado como la final anticipada, fue una decepción. Brasil, como hace cuatro años, a trancas y barrancas, ha ido mejorando, pero su papel dista mucho de ser el que su historial hace concebir siempre. La final, en todo caso, hay que dejarla a nivel sur americano. El tono del fútbol de estos países no es superior al europec. Probablemente, este mundial habrá de acabar definiéndolo como el menos brillante de la historia.

Los argentinos volvieron a celebrar por las calles la actuación de su elección. Esta vez estaba muy jusitificada la fiesta. El empate fue un pago barato. Más, no se podía pedir.

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