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Tribuna
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El Mundial a listas

A estas alturas del Mundial -veintiséis partidos de los 38 previstos, o sea, consumidas va sus dos terceras partes- ya se sabe bastante de él para encontrarle tónica distintiva. Uno lo ha visto por el agujero de la televisión y concretamente por el que ha abierto TVE sobre los céspedes argentinos. Hasta hoy ha transmitido once partidos -el resumen de goles televisados no sirve- y nos ha enseñado el juego de selecciones que permanecen y de las que cerraron sus valijas y tuvieron que retornar. La mejor televisión de España ha desarrollado lógicamente su programa de transimisiones sobre la falsilla española y nos ha dado por tanto una equidistante de las selecciones, aparte de las tres actuaciones españolas y sus respectivos «partenaires»: Austria, Brasil y Suecia. También nos ha dejado ver con cuentagotas juego como el de la selección de Francia, que fue bueno «manque» perdiese (si le llega a tocar el grupo español, estaría jugando aún), el de la despedida de Escocia y el de la carga en el macuto mexicano de los únicos seis tantos que logro Alemania desde que dejó la patria federal. Una sola vista -parcial- de Argentina en su derrota única ante los italianos y la participación polaca en el latazoinaugural, y una de las tres derrotas de los húngaros. Para repetir a Brasil y ver por primera vez a Perú, ha habido que esperar la liguilla definitiva. Y de Holanda sólo hemos visto la tarde mala.En cambio, aparte de los partidos españoles -olvidémoslos pronto aunque no tanto como desearían los responsables- hemos visto todas, absolutamente todas las actuaciones de la squadra azzurra, que hasta hoy suman cuatro, y tres de los alemanes de Schoen. Así que nuestras conclusiones sobre el fútbol del Mundial argentino serán incompletas aún, provisionales antes de elevarse a definitivas, tal y como salen de la visión televisiva, reforzada con la de la radio en los ratos que urgía privar a aquélla de la liturgia de la palabra, pero conviene decir que en la masa futbolística entrevista de la forma que vengo explicando he visto no pocos partidos desiguales, menos dos o tres competidos del estilo Italia-Francia o del Argentina- Italia, varios arruinados por las precauciones e incursos -delictuosamente diríamos- en el cerocerismo y entre ellos, como jamás hubiésemos pensado, dos de los tres que jugó la selección aún campeona mundial. Alemania, y poquísimo fútbol, plagado de errores tanto como de precauciones, en la mayoría de los encuentros entre los que naturalmente los de España y sus contrincantes no fueron una excepción. Juego en conjunto mucho más feo y plomizo que en mundiales anteriores y en que la leucemia defensiva ha llegado hasta el robusto fútbol alemán de otro tiempo. Claro, no sé si porque lo he visto más que a ninguno, hasta el punto de dudar si he nacido en Zaragoza o en Torino porque así sea, el fútbol italiano me ha parecido de lejos el mejor. Si no es campeón, por, su fútbol, hasta ahora, debería serlo por puntos si el Mundial acabase súbitamente hoy.

Pero aparte de ello, que es muy poco para lo que se había visto a alturas de cuartos de final en otros mundiales, lo único que ahora define y delimita estos mundiales es la profusión de signos publicitarios uniformados y multinacionales. El uniforme futbolístico antes exento, ahora contiene una serie de guiños, tics y santos y señas publicitarias multinacionales del ramo; una sobre todo, flotando como se dice en su idioma radical uber alles: las tres listas o franjas que campean hasta en las pantorrillas de los árbitros, sobre su luto de croupiers del balón redondo que también hace quebradas y cortes criollos de tango publicitario.

Así que este Mundial, aparte de su fútbol mediocre y aburrido en el que se ahogan jugadores capaces de más, de ser distinguido por su signo característico será conocido como el Mundial de las listas, tres listas o franjas por doquier guiñándonos los ojos como pelanduscas. El Mundial del pocojuego y muchas franjas.

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