Filibusteros contra el pacto
Para obstruir el trabajo de la Comisión Constitucional, Alianza Popular no necesita leer la Biblia ni comentar recetas de cocina, como hacen los filibusteros del Sur. Le basta con recordar aquellos famosos tiempos del plan de desarrollo y del turista cuatro millones y pasar así la mañana charlando de una España de charanga y tecnocracia, de pandereta y pantano, de cuando Fraga y López Rodó, que hoy sólo son dos supervivientes del séptimo de caballería, cortaban el bacalao en el interior del fuerte franquista.Había dudas sobre si ellos estaban dispuestos a romper la baraja otra vez. Pero Alianza Popular no se retira de la comisión Sino todo lo contrario. Ha decidido apurar cada enmienda hasta las últimas heces como una forma de protesta contra el pacto constitucional en las tinieblas, tramado a sus espaldas en la soledad de un despacho con bocadillos hasta el amanecer, a esa hora m que los del municipio riegan las calles y tienen que bajar cortésmente las mangueras al paso de cuatro portavoces noctámbulos. Fraga llegó ayer a la comisión no más cabreado que de costumbre, con ese bufido de citas, con ese pespunte de sarcasmo con salivilla. Se debatía el artículo 123, que trata de la planificación económica, y la pugna se había entablado entre él y Tamames, dejando en medio a la UCD y a los socialistas, que oían el tiroteo apoyados en la baranda, felices, pactados, callados y bien cenados.
Detrás de cada abstracción, al fondo de cualquier vaguedad, Manuel Fraga suelever en seguida un paisaje ruso. Fraga levanta el artículo 123 como si fuera una piedra que esconde un alacrán. A él las únicas planificaciones que le gustan son las de su amigo López Rodó, que eran indicativas para el sector privado, con las que España coronó su cápita con una ensalada de lechugas, con tres de los grandes. Y en esto entró Tamames a defender el texto de la ponencia, llevándose de paso por delante el andamio tecnocrático de los planes de desarrollo. El debate se enquistó casi en una cuestión personal entre Fraga y Tamames para ver quién de los dos había leído más libros; entre Tamames y López Rodó, para recordar aquella moda retro de los polos, los informes de la OCDE con duros ataques de ida y vuelta.
Como final de la mañana, Trías Fargas ha entonado un canto al dinero como fundamento real de la autonomía. Aquí no hay romanticismos ideológicos. Si a Cataluña no se le da soberanía fiscal, cualquier programa político se va a desintegrar en el aire, como una nube de flato centralista. Trías Fargas, al pie del artículo 125, ha abierto el maletín de las muestras con un revoltijo de verdades y tópicos, puyas, resabios, pragmatismos, utillaje y realismo. Ha sido una soflama dineraria, que no ha sometido a votación, pero que ha dejado ahí como una advertencia, como un objeto de transacción. «Hasta hoy lo tenía como un hombre razonable». ha comentado Fraga. Arriba, ellos parece que se odian, pero abajo se aman, como ayer a la sombra de los deliciosos manteles de un aperitivo que el presidente de las Cortes, Antonio Hernández Gil, había mandado montar en el salón de los pasos perdidos para obsequiar a la clientela constitucional en el día de su santo.
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