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Reportaje:Cubanos y soviéticos en Etiopía/ y 2

La guerra de Eritrea se internacionaliza

Ignorar una aspiración independentista -la más clara y probablemente mejor justificada desde el punto de vista histórico- cuando se potencian otras más desdibujadas, es también, para el continente negro, un precedente negativo. El conflicto en el cuerno de Africa, que amenaza la estabilidad interior de Etiopía, Estado tampón entre el Africa islamizada del norte y el Africa negra, se complica por la confrontación internacional sobre esa zona de primera importancia estratégica.Durante casi veinte años, el movimiento de liberación eritreo estuvo convencido de que negociar una solución que les garantizase el derecho a la autodeterminación con el emperador Haile Selassie era absolutamente imposible. La caída del Negus, en 1974, y la subida al poder de un comité militar socializante hizo aparecer -por poco tiempo- la posibilidad de llegar a un acuerdo negociado. A principios de 1975, el ministro de Asuntos Exteriores etíope emprende una misión de mediación por los países árabes, con objeto de lograr sustraerle el apoyo al movimiento de liberación de Eritrea, y obtener, por mediación de estos países, que los guerrilleros depusieran las armas.

Al poco éxito logrado por el ministro de Addis Abeba se unió el rechazo de los no alineados, a través de Yugoslavia. En 1975 responden en Belgrado al emisario etíope que Yugoslavia es un país federal, que,además de socialista, resolvió el problema de sus nacionalidades, e invitan a Etiopía a tomar ejemplo del caso yugoslavo y negociar con los eritreos. La respuesta del comité militar etíope es que «Eritrea es parte de Etiopía, y no hay nada que negociar».

Los sirios fueron los primeros

Desde 1962, sin embargo, el aspecto internacional del conflicto eritreo estaba claro. La confrontación árabe-israelí había polarizado las alianzas internacionales en torno a unos y otros. El emperador Haile Selassie contó con el apoyo de Estados Unidos e Israel, y Tel Aviv había logrado que le alquilase varias islas de la costa eritrea para asegurarse el tráfico por el mar Rojo y el suministro de petróleo de Irán, que llega por el puerto de Eilat. Los árabes se vuelcan sobre el movimiento eritreo.

Siria es el primer país árabe que acude con armas en ayuda del Frente de Liberación de Eritrea. Le siguen Irak, Libia, Sudán, Yemen del Sur, Arabia Saudita y algunos emiratos del golfo. Después de Siria, cubanos y chinos comienzan a ayudarles y se estima hoy que entre ambos países -más China que Cuba- entrenaron a unos 2.000 guerrilleros eritreos. La URSS, que aún no ha sufrido su descalabro en Egipto, se mantiene en una posición solidaria con los eritreos, pero cautelosa.

Los palestinos son quizá los que aportan una cooperación más concreta, al permitir que en sus campos se entrenen los guerrilleros. Después de la guerra árabe-israelí de 1967, la organización Al Fatah comienza a entrenar masivamente guerrilleros de esos frentes.

Las rivalidades árabes se reflejan pronto sobre el movimiento eritreo. Parten de las propias rivalidades entre los dos movimientos de liberación, que, a su vez, tienen un origen inmediato religioso y cultural.

El FLE-Fuerzas Populares, de mayoría cristiana, es fundamentalmente nacionalista, aunque partidario de un socialismo moderado. El FLE-Comando General, asentado en las zonas musulmanas de Eritrea, y con una dirigencia mayoritariamente musulmana, está dirigido por marxistas y comunistas. Hacia las Fuerzas Populares va el apoyo de Libia, Siria, Somalia, Arabla Saudita y Al Fatah; hacia el Comando General, el de Irak, Yemen del Sur, el Frente Popular de Habache y Sudán, esporádicamente.

Estas rivalidades llevan a enfrentamientos armados en Eritrea entre los dos grupos guerrilleros. En los choques de 1972 y 1973 mueren más de quinientos combatientes. A esta pugna por el control del campo en el interior se une la controversia que desde el mismo nacimiento del independentismo er itreo separa a los del «interior» de los del «exterior». Los primeros controlan la guerra; los segundos la condicionan, porque ellos canalizan toda la ayuda militar y financiera.

En el congreso de Adoba de 1969, los jefes guerrilleros tratan de dar un golpe de fuerza a los del exterior. Nombran un comando general, que se supone sería la dirección suprema de la lucha, política y militar, de Eritrea. Al Congreso asisten representantes de varios Gobiernos árabes, entre eflos el libio, sirio, iraquí, los cubanos y palestinos radicales.

Unos meses después, la dirección del exterior organiza en un campo palestino de Al Fatah, en Amman, un, contracongreso, apoyado por los países árabes conservadores, que anula las decisiones del anterior y crea, a su vez, otro comando supremo. El derrocamiento de Haile Selassie, en 1974, hace que tanto los países árabes conservadores como los moderados refuercen el apoyo al movirhiento eritreo. Arabia Saudita aumenta sus subvenciones financieras; Burghiba se proclama solidario; Sudán autoriza de nuevo el tránsito de armas para los guerrilleros por su territorio, y Sadat pide al Comité Militar etíope que negocie con los independentistas. Incluso el presidente Amin solicita la independencia de Eritrea.

El Gobierno de Yemen del Sur hace saber, en 1975, a la nueva dirección militar de Etiopía que sus relaciones con el movimiento de liberación de Eritrea son estratégicas y les pide que negocien con ellos. La misma actitud adopta una delegación libla que visita Addis Abeba para estudiar un proyecto de ayuda económica a los militares: «Estamos a favor de los eritreos, afirman, y no cambiaremos nunca.»

La proliferación de movimientos de liberación entre las nacionafidades que componen Etiopía es la que hizo, en realidad, temer la atomización del más viejo Estado de Africa y la que, en definitiva, ha perjudicado a los propios eritreos, que oportunísticamente, en algunos casos, les ayudaron. En poco espacio de tiempo surgió el Frente de Liberación del Oromo, entre los «ghallas», el de los Affars e Issas, el de Somalia oeste (Ogaden) y el del Tigrai.

Los más coherentes de entre ellos, como el de los Affars e Issas, han propuesto la creación de una «Tederación de nacionalidades etíopes libres». Eritrea sigue siendo en la actualidad el único frente que realmente preocupa al Gobierno de Addis Abeba, y al que, a falta de predisposición para negociar, quieren doblegar por la fuerza. En las circunstancias presentes, doblegarlo equivale a exterminarles.

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