"Simón Bocanengra " o la calidad como norma
España fue tema preferido del romanticismo. Su teatro dramático, si no abundante sí de gran significación, tentó a los grandes autores operísticos. Verdi, además de La fuerza del sino, del duque de Rivas, llevó a la escena lírica los dos títulos fundamentales de García Gutiérrez: El trovador y Simón Bocanegra.Por muchas transformaciones que los libretistas lleven a cabo, siempre queda la autenticidad de una sustancia, de una tónica expresiva, que va más allá de la anécdota argumental. En tal sentido, la diferencia inicial entre El trovador y Bocanegra fue exactamente interpretada por el compositor de Parma. Se trata, sobre todo, de una mayor interiorización de las pasiones en el caso del segundo drama, -que Verdi acentuó en una partitura que nos avisa fuertemente sobre la proximidad de Otello y que, en no pocas cosas, tiene mucho que ver con la temperatura de Don Carlo.
Espléndida ópera este Simón Bocanegra, de inusitada tensión lírico-dramática y acentuado psicologismo. Espléndida y difícil. Porque esta obra casi rechaza las versiones que no alcancen un máximo grado de excelencia.
La ofrecida por el Festival de la Opera se mantuvo a niveles de calidad tan altos como puedan mantenerlos grandes teatros internacionales. Pero, con todo, no supuso un «hit», por lo que, hasta que la representación no se acercó a su final, tampoco provocó reacciones demasiado entusiastas por parte del público. Sería inútil -en festival o en coliseo estable- exigir cada día calidades «fuera de serie». Dejarían de serlo al convertirse en cotidianas. Bastante es que hayamos podido asistir a una representación que, en lo musical, nos permitió gozar de las bellezas de los pentagramas verdianos en holgada actitud expectativa, Ni por un momento el fantasma de la defraudación aleteó sobre la sala de la calle de Jovellanos.
Un barítono como Mateo Manuguerra, es y será siempre un cotizado Simón Bocanegra, por la nobleza de materia y de acento; un tenor cual Luis Lima -juvenil, brillante, un poco en dirección Carreras, espirituoso en todo momento- encarnó al apasionado Gabriele Adorno. Los bajos, Petkov, Chausson y Sanz Remiro dieron vida, con nobleza, medios y personificación psicológica, a su respectivos papeles: Fiesco, Albiani y Pietro. La soprano, sustituta de la anunciada Ricchiarelli, posee una voz hermosa, caliente, grande, pero, hoy por hoy, -queda corta en Amelia Grimaldi por la dificultad de algunos agudos y, sobre todo, por cierta violencia expresiva. Magníficos los coros de Lola Rodríguez Aragón, y rindiendo al máximo la ONE., conducida con presteza y experiencia por el bien conocido maestro Antón Guadagno.
En lo tocante a escenarios, figurines y regie (Burmann, Peris y Roberto Carpio), la dignidad y el buen orden fueron evidentes, si bien dentro de modos pertenecientes al pasado. En suma, una jornada normal en la que debe destacarse que esta palabra quiere decir en el XV Festival algo mejor que bueno. Ya es mucho en este Madrid, «corte y ópera de los milagros».
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