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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Carmen y los espías

Te lo tengo dicho, Carmen, Carmen Garrigues, cuidado con los rusos, que todos son un poco espías, cuidado con los espías, que todos son un poco rusos, y ya está, ya lo ves, cuatro funcionarios soviéticos expulsados de España en poco tiempo.¿Y qué es lo que espiaban estos señores en España, Pipovarov con su cara de médico, Sveshnikov con su aspecto de Maiakowski al que Brejnev ha vaciado el arma para que no se suicide, Nikiforov con su aire de solista de los coros rusos, Issaev con su pinta de sabio atómico que no encuentra nada? Me pregunto yo qué espiaban en España, porque aquí no hay nada que espiar, que esto son habas contadas y neutrones también contados. Te espiaban a ti, Carmen, espiaban tu belleza antigua y reciente, cuando les invitabas a cenar, que no sé si les has invitado alguna vez, hacían contraespionaje de modelitos de invierno, contrabando de estolas de visón y matinés y frivolités y esas cosas que tú te pones. Estoy seguro de que te espiaban el armario ropero, en un voyeurismo político-sentimental que puede ser la decadencia del Imperio Gulag.

A uno de ellos lo detuvieron en Aranjuez, como sabes, y yo creo que se había ido allí a silbar Aranjuez, mon amour, pensando en ti si es que alguna vez te vió en alguna recepción, ya que tú siempre quisiste, toda corazón, ser amiga del bajo y viejo pueblo ruso. Lee El ruso y otros relatos, de mi amigo Luis Marañón (que hoy me manda miel), libro recién publicado, y sabrás algo de rusos, Carmen, porque te prometo que yo de rusos no sé nada y no puedo comprender qué rayos le espía una gran potencia a una pequeña potencia. La KGB puede robarle a la CIA la fórmula de las sopas Campbell, la CIA puede microfilmarle a la KGB el patrón del belcor de Teresova, para no mandar sus astronautas despechadas al espacio, ¿pero qué rayos pueden espiarnos los rusos a nosotros, Carmen?

Ahora que ya teníamos una Asociación de Amigos de la URSS, o varias, ahora nos salen con esta pata de banco de ponerse a espiarnos. El alma eslava es así. Con el alma eslava nunca se sabe, Carmen. Yo creo que te espiaban a ti.

Yo, que aunque parezca un poco de izquierdas, no soy ruso ni de lejos, si llego a España en plan microfilme, lo único queme llevaría a mi país, para vendérselo al departamento de espionaje, es la piqueta del señor Prudencio, la que se está cargando todo el Madrid arqueológico, que con esa piqueta puedes ganar una guerra mundial, que es el arma secreta del Ayuntamiento. Y, ya en otro plan, juntamente con la piqueta derribista del señor Prudencio -que algún día figurará como piqueta de oro en el British Museum o algún sitio así, porque nos la dejaremos arrebatar, como todos nuestros tesoros históricos-, con la piqueta prudencia, digo, yo filmaría y espiaría la piqueta de Carmen Garrigues, que es una piqueta verbal que puede derribar una biografia en diez minutos, a una persona en un cuarto de hora y a una familia en un consomé.

Y no porque ella sea lengua anabolena, sino porque es de las pocas mujeres que saben hablar en sociedad, eso que antes se llamaba, me parece, hacer salones, y le pega cortes al personal, ya sea en efectivo o por la tele, y es tan modelo de mujer española de clase alta desgarrada, de clase popular estilizada, que los rusos no conseguirían una igual ni cruzando a Catalina la Grande con Teresova o a una zarina con la Paulova. ¿Qué espían los espías rusos en Madrid?, se preguntan los comentaristas políticos, que en cuanto les sacas del bar de las Cortes ya no saben ni coger un taxi. Pues yo creo que espían o espiaban a Carmen Garrigues.

Esto no es un asunto de contraespionaje: a nivel de grandes potencias. Esto, Carmen, te lo digo yo, es un cotilleo multinacional, que las señoras del Kremlin y del Presidium y del Politburó quieren para sus galas-unos escotes, y unos morados y unos vestidos y unos lilas y unos malvas como los que sólo tú consigues. Que las altas damas agropecuarias de la dictadura del proletariado (el otro día no dejaron venir a Kriegel de Checoslovaquia y nos mandó una angustiosa cinta grabada), quieren tu palidez (le luna ojival y tus sienes moraítas de martirio. Que en Troya hubo una guerra por una Helena, Carmen.

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