La Crisis de Zaire
LA DEBILIDAD del Gobierno de Mobutu, en los planos político y militar, es el elemento central de la crisis de Zaire. A través de ella se explican los diversos aspectos que han ido superponiéndose al problema; invasión de rebeldes desde Angola, amenazas de secesión de la provincia de Shaba (antigua Katanga), matanzas de blancos e intervención de los paracaidistas franceses y belgas con apoyo logístico norteamericano.Como lo que resulta altamente cuestionable es la existencia real del Gobierno del presidente Mobutu -hasta ahora incapaz de solucionar el viejo problema katangueño y de ofrecer una respuesta armada mínimamente eficaz-, la intervención armada occidental no puede considerarse con exactitud como motivada por la previa solicitud del Gobierno de Kinshasa. Si dejamos un tanto aparte los formalismos diplomáticos y los delicados supuestos y condiciones por los que el Derecho Internacional justifica la corrección de la llamada «Intervención de Humanidad», parece claro que Mobutu es interlocutor, ya, apenas válido. Que no se halla en situación de pedir nada y que, por ello, acuden soldados y aviones extranjeros. Acuden los franceses y los belgas cada uno con un estilo y un designio propios.
De ahí las rivalidades, puestas de manifiesto progresivamente, entre Paris y Bruselas a la hora-de decidir qué hacer en Zaire. A grandes rasgos puede decirse que Francia pretende el apoyo a Mobutu en un Zaire unido, que Bélgica, país que recibió en su día el Congo como regalo personal de su rey Leopoldo II y que pese a la descolonización ha mantenido grandes intereses en el país, podría inclinarse en favor de la secesión de Shaba. Los intereses belgas se calculan en ochocientos millones de dólares, los de Francia sólo en veinte millones. Por su parte, Francia, que en estos días mantiene una cumbre africana en París, se pronuncia también por el establecimiento de un mecanismo colectivo de seguridad en Africa.
No cabe pronunciarse a favor o en contra de la secesión de Shaba. Si se tratase de un problema planteado por y para sus habitantes, no sería posible una respuesta dudosa. Pero desde el momento en que en la guerra intervienen soldados extranjeros y presiones de los grandes, desde el momento en que no se sabe muy bien si es una guerra o una revolución contra el régimen de Mobutu, ni si la misma es alimentada sólo por los antiguos gendarmes katangueños o combaten en sus filas, también, los soldados del Frente Nacional de Liberación del Congo, no se sabe muy bien qué está planteado: la secesión de la provincia, la liberación del país o todo a un tiempo.
En cualquier caso esta situación es muy parecida a la de. hace catorce meses, similar también a la de 1960. Entonces Katanga trató de separarse del Congo, y Estados Unidos lo impidieron considerando que se trataba de una maniobra favorecedora de los intereses extranjeros, principalmente belgas. El año pasado intervinieron los franceses y los marroquíes para luchar contra los invasores que habrían cruzado la frontera angoleña contando con el apoyo angoleño, cubano y soviético. Mobutu no parece haber aprendido nada de lo sucedido hace poco tiempo en su país. Tras la invasión de abril de 1977 poco se avanzó en el camino de las reformas administrativas, políticas y militares. Ni siquiera es capaz Mobutu de ser sostenido por sus militares, que entonces y ahora dan notorias muestras de ausencia de moral de combate y de preparación castrense. Desde la invasión pasada hasta la que. ahora sufre el país, la corrupción general en la función pública y la mala reputación del presidente, que pasa por ser uno de los hombres más ricos del Tercer Mundo, han amenazado siempre la duración del régimen.
Es difícil pronunciarse sobre el problema de Shaba, pero lo que parece claro es la incompatibilidad de Shaba con el régimen actual. Mientras tanto, no puede dejar de, preocupar los intentos franceses de apoyar a Mobutu y de. reforzar los mecanismos colectivos de seguridad en Africa, que en más de un caso se destinarían al apoyo de regímenes dictatoriales y corrompidos. La comparación con similares intentos norteamericanos en el sudeste asiático mediante la OTASE, surge inmediatamente. El mecanismo de seguridad de Estados Unidos para la zona asiática acabó trágicamente en el Vietnam, y Francia debe tener gran cuidado en no malbaratar la influencia occidental con su apoyo a regímenes no viables para los cuales la seguridad -ultimo recurso de los internacionalistas sin imaginación ni humanidad- no es el corolario del Progreso social y del respeto de los derechos humanos, sino la última razón de motivos injustificables y, en definitiva, es la licencia para mantener la injusticia por la fuerza.
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