España, Portugal y su vocación europea
«No se firma un tratado de amistad y cooperación con todas las naciones. Esta firma significa una decisión política de establecer vínculos especiales. Cuando hay relaciones prioritarias, y de entidad entre las estructuras políticas internas y una vocación semejante en cuanto a las relaciones exteriores con los otros países surge la necesidad de un marco específico para institucionalizar las relaciones bilaterales.» Estas palabras de Marcelino Oreja, en la rueda de prensa final de la visita de los Reyes, sellan el significado que los dirigentes de los dos países entienden dar a la «nueva era iberoeuropea de las relaciones entre España y Portugal».
Los dirigentes portugueses y el propio Mario Soares habían insistido tanto sobre el hecho de que no se trataba de una nueva edición del Pacto Ibérico, de que no cabían entre regímenes democráticos tratados defensivos y bloques ideológicos, que surgía la pregunta: «¿Por qué un tratado?» La respuesta de Marcelino Oreja deja claro que si no se trata de un pacto hay como mínimo una alianza entre países con «objetivos diferenciados, pero conciliables», para utilizar las palabras del presidente Eanes. Con ella se inicia una cooperación institucionalizada que será acompañada en permanencia por un consejo y consultas regulares de los dos ministros de Asuntos Exteriores. Los dos países se obligan a consultarse sobre sus políticas económicas, sociales, culturales, militares y fronterizas, especificó el jefe de la diplomacia española.
Ni el hecho de que uno sea una Monarquía y el otro una República, ni que Portugal tenga una Constitución orientada, en principio, hacia la creación de una sociedad de tipo socialista, ni la presencia de los socialistas del Gobierno en Lisboa y en la Oposición en Madrid, ni el hecho de que Portugal sea miembro de la OTAN desde su fundación mientras España inicia tan sólo el debate acerca de su ingreso en la organización, han sido obstáculos para que los dirigentes de ambos países encuentren una identidad casi total entre sus puntos de vista en los más diversos dominios. Así lo subrayó Marcelino Oreja, calurosamente aprobado por su homólogo portugués. Portugal y España no puede existir el uno sin el otro y Europa no se puede construir sin contar con la Península Ibérica. En el momento en que se termina la parte oficial de la visita real a Portugal, este doble mensaje para uso interno y externo parece estar en el centro de las conclusiones de cuatro días de intensa actividad diplomática y política entre los dos países.
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