El fracaso de Curro Romero fue esta vez estrepitoso
ENVIADO ESPECIALDespués de lo de ayer, ¿qué excusa se va a sacar el currismo de su hipérbole, de su fantasía andaluza? Hasta ahora -tres actuaciones llevaba el torero en la feria, más otra, opaca, del domingo de Resurrección-, la cuestión era que el ídolo «no quería», según sus incondicionales: «Con ese toro tan malo ¿cómo se va a echar p'alante»? « Este tampoco le ha gustado.» «Ea, después de tener que oír lo que ha tenido que oír de ese grasioso der tendido de zó, hace bien en no querer torear. »
O se adivinaban recónditos propósitos: «Si llega a jasé lo que mi Curro había pensado que iba a jasé aquella vez que miró ansín al toro ... » El currismo, en fin, en un sueño permanente, a la espera de que al titular de la causa le diera por abrir un poquito el tan manoseado frasco de las esencias. Más hete aquí que tal quimera se produjo ayer. Y Curro quiso.
Plaza de Sevilla
Novena corrida de feria. Toros del marqués de Domecq, incluido el sobrero, que se lidió en quinto lugar, en sustitución de un toro cojo, devuelto al corral. Tres chicos y tres bien presentados; se cayeron mucho, manejables. El cuarto, único que acudió tres veces al caballo, fue manso. Tocados de pitones varios de ellos, exageradamente el primero. Curro Romero: pinchazo y bajonazo (ovación y pitos). Estocada corta atravesada, rueda de peones y descabello (fuerte división de opiniones). José Luis Galloso: pinchazo y bajonazo (silencio). Media estocada muy baja, al encuentro (oreja). Manolo Arruza: pinchazo y estocada corta (ovación y salida al tercio). Pinchazo y estocada corta tendida (palmas).Curro Romero fue despedido con aplausos, protestas y lluvia de almohadillas.
Lo que se descubrió, sin embargo, fue que, aunque quiso, no pudo, porque está sin facultades y sitio. Quizá sea ése el secreto del no quiere. Los toreros, artistas o legionarios de la lidia quieren siempre. Lo que puede suceder es que se atrevan o no, que puedan o no. Ahí está el caso de Curro, que quiso, incluso se atrevió, pero no le salió nada a derechas. Para empezar, cuando puso en suerte al primer toro echándose gallardamente el capote al hombro, pegó un inexplicable traspiés y se cayó de boca al albero. Ese «mi Curro» que es pinsel y no descompone la figura, desbaratado por el ruedo, la montera a hacer gárgaras e incorporándose trabajosamente y precipitadamente con el pelo en desorden por la cara, es una imagen que el currismo no había ni siquiera llegado a imaginar.
Luego sus muletazos los remataba casi siempre con enganchones. Sus dos toros le embistieron sometiditos y suaves, sin problemas, pero con esa forma de torear, aplicando el suspiro del pase, leve apunte, caricatura del arte que nadie discute siempre tuvo Curro Romero, era imposible cuajar faena por muy bonita que pusiera la planta. Al que abrió plaza le agoró la embestida, y aún porfiaba Curro ante él porque el público se habla enfriado y ni siquiera sus partidarios tenían moral para jadearle. Al otro, que metía la cabeza muy bien, con tanto enganchón acabó haciéndole derrotar.
Tampoco con el capote hubo perfumes esenciados. Verónicas rápidas en los lances de recibo y un quite bueno, con tres verónicas despaciosas y media, pero que tampoco eran como para tocar a rebato. En fin, que el currismo dirá ahora, a lo mejor, que por lo menos puso voluntad. Pero ¿no habíamos quedado en que es un torero de pellizco, un artista que si quiere no hay otro como él? La realidad, después de lo de Curro Romero ayer, sin leyenda y por las claras, es que el fracaso fue estrepitoso.
La corrida, en general, tuvo pocos relieves. Los tres primeros toros carecían de trapío. Los dos de Curro, además, estaban despitorrados. Flojearon todos, se cayeron demasiado. Resultaron manejables, en conjunto, salvo el último, que se acobardó en banderillas y en el último tercio buscaba tablas, se quedaba en el centro de la suerte, derrotaba. Manolo Arruza abrevió con este toro e hizo bien. Al otro te instrumentó una larga faena, aseada y sin calidad. A la verónica, en gaoneras y faroles de rodillas estuvo animoso, pero es un torero muy vulgar, tanto con capote y muleta como en banderillas.
Galloso nos pareció torpón en el segundo, que le achuchó bastante e incluso le rompió la taleguilla de un pitonazo. No se centró con el quinto hasta que le acertó la distancia adecuada, donde el toro iba de seda. A la clara, repetida y dulce embestida, respondió Galloso con derechazos y naturales bien ligados, pero fríos y sin ningún perfil de arte. Mató al encuentro -aunque por la plaza se decía que había sido recibiendo- y dejó un espadazo feísimo, muy bajo. Lo que no fue impedimento para que se le concediera la oreja. Ya se sabe: este año en la Maéstranza las orejas están al precio de las pipas. Como en Benidorm o así.
Más de treinta millones de beneficios
En más de treinta millones de pesetas se calculan los beneficios que dejará a la empresa Balañá-Canorea la feria de Sevilla, que se celebra a lleno diario. También habrá un gran lleno en la corrida de hoy última de la feria, que es la tradicional miurada. El cartel de toreros está formado por Ruiz Miguel, Roberto Domínguez y José Antonio Campuzano.
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