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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carlos Fuentes, en busca de la identidad colectiva

El contradictorio multidimensional fondo crómico de México D.F. -como símbolo del macrocosmos veinticinco veces superior en extensión y sorpresa a la tierra de los conquistadores y también como producto (engendro) de la sangrienta revolución (La región más transparente, 1958), donde muchas veces está presente el aliento mágico y la disyunción del tiempo capaz de desdoblar la personalidad (Aura, 1962), donde el sueño de un tiempo histórico retenido en demasía desarrolla el constante flash-back de una determinada lectura de esa historia y sus muertes (La muerte de Artemio Cruz, 1962). O sus mitos (Zona sagrada, 1967), donde, además, se entrecruzan las líneas confusas del caos con la dimensión diacrónica y lineal de esa misma historia repetida hasta la saciedad en sus reminiscencias y transparencias (Cambio de piel, 1967), o esa misma historia, el reseco pergamino que suele constituirla básicamente y el constante descubrimiento de sus sombras entrevistas como secuencias alucinantes e inaplazables, convertidas en realidad obsesiva que el mismo tiempo mestizo atrae o rechaza (Terra nostra, 1975), han ido, a lo largo de veinte años, configurando la polémica personalidad del novelista mexicano Carlos Fuentes, cuyo estilo casi siempre ha sido confundido por sus críticos con su propia personalidad: juzgado con exceso de agresividad o con sobrado apasionamiento que conlleva la aceptación de una realidad secular que ha marcado a México y a los mexicanos.La cabeza de la hidra señala una escala inédita en la temática narrativa de Carlos Fuentes, la policial, donde la literatura de creación como simple divertimiento se mezcla con la intriga propia del género si bien (y como siempre en la literatura de Fuentes) México es el trasfondo, México y la búsqueda de una identidad colectiva que aglutine al mexicano de todos los tiempos hispánicos o prehispánicos. El semen oscuro de una tierra de esperanzas y traiciones parejas (que) fecunda los reinos de la Malinche bajo las voces mudas de los astros (el oro negro, el petróleo) es aquí la manzana de la discordia donde muerde la cabeza de la hidra: una supuesta disputa entre multinacionales árabes e israelíes por las reservas petrolíferas del subsuelo mexicano. Un tema que, sin dudarlo, actualmente haría cumplidas delicias al director cinematográfico Costa-Gavras.

La cabeza de la hidra

Carlos Fuentes. Editorial Argos Vergara, 386 páginas. Barcelona, 1978.

La estructura lineal que trasluce la novela se aleja de las pretensiones de Carlos Fuentes de elaborar una obra maior, en el claro camino de esfuerzo lingüístico y formal que representa. dentro del contexto de su producción, Cambio de piel o Terra nostra, títulos que han consagrado a Carlos Fuentes como un novelista intelectual y erudito, básicamente preocupado por la elaboración de un lenguaje que es el «héroe» fundamental de la novela. así como fin de ella misma. Aquellos apartados. que parecen ser las tesis literarias de Fuentes y que aparecen compendiadas en La nueva novela hispanoamericana (la constitución borgiana, la modernidad enajenada, el nuevo lenguaje), son parcial o casi totalmente eliminados en La cabeza de la hidra para dejar paso al eje vertebral de la novela, el primer y más socorrido elemento de la común novela policiaca, la intriga, que en la novela de Fuentes se desdoblará a través del discurso narrativo en resquicios que constituyen, sin duda, la peripecia, el divertimiento, el entretenimiento desde el punto de vista del lector, atado al texto de la novela por las lianas invisibles en las que únicamente se entrecruzan dos contrarios. Dos contrarios que enmascaran a su antojo a los protagonistas del vaivén histórico y que aquí más que agentes, ejercerán de difusas marionetas en el laberinto de un poder inextricable que, a pesar de los intentos de Fuentes, queda limitado a la reflexión de un hipotético e ínfimo número de lectores. Un poder que -como siempre- resulta finalmente anónimo sobre todo. aburrido.

La dinámica narrativa de La cabeza de la hidra se estructura, desde la perspectiva del autor, sorprende, sobre todo, por y a través de una loca jugada de ping-pong, de un delirante zigzagueo de personalidad y ejecutivos que se ven envueltos en la intriga a partir de ese poder de esencias anónimas que se vislumbra como fórmula omnisciente, e incluso como alter ego del ejecutivo, del ojo moralista que lucha -no sé si críticamente contra aquellas estructuras de las que forma parte y a las que pertenece como cómplice en el tablado de la farsa novelística. Desde Ixca Cienfuegos a Félix Maldonado hay un largo viaje de triunfos y fracasos literarios que Carlos Fuentes ha silbido digerir desde los pronunciamientos tajantes de una profesión que se ha convertido, a través ese largo viaje, en un oficio político y extraordinariamente vital y variado. Desde Ixca Cienfuegos, el mejor y más logrado personaje de Fuentes, hasta este Félix Maldonado, «protagonista de esta nueva pesadilla kafkiana», existe un tramado de leyes internas en la creación de Carlos Fuentes, combinaciones y enmascaramientos de la obsesión prioritaria del novelista: la búsqueda irreprimible de una identidad colectiva que lo realizará a él, al novelista, como tal, y que le encontrará justificación dentro y, al mismo tiempo, al margen de la alfombra social mexicana.

No faltará tampoco la exquisitez de la reivindicación culturalista en este reportaje anónimo que encarna simultáneamente el papel de tiempo pasado narrador omnisciente y profeta: Shakespeare como clave extra territorial. Es una concesión que Fuentes hace a la misma intriga y un quiebro que se permite al lector para remitir, desde esta obra indudablemente menor que otras de su producción, al irremisible campo del lenguaje literario que, como explica Barthes, es para el escritor (para Carlos Fuentes. por tanto) un fin que el mundo le devuelve siempre como medio. La cabeza de la hidra, en este sentido, no es una excepción.

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