Alienación y poesía
Retazos, dolores, sentimientos compuestos al azar de los tiempos conjugan en apretado haz la melodía poética del libro. En el magnífico prólogo del poeta Lorenzo Varela dice: «Se pode encetar por calquera das partes que o compoñen coa seguranza de camiñar pola mesma leira.» ¿Quién es el sujeto oculto de esta poesía? El tiempo que nos roban, julio de 1936, el del silencio, el que se queda quieto y no pasa, o el otro que nos siega como el viento. El poeta ha ido perdiendo sentimientos entrañables, amigos. La guerra civil, el exilio, despueblan el alma de vivencias profundas y las arrancan de cuajo: «Teño tantas cosas que perdera/ teño tanta anguria no peito.» Y comienza la añoranza de los recuerdos, de Castelao y Paco Galán a Machado, Che Guevara, luchando siempre, luchando como vencidos. Así canta a Neruda, al pueblo chileno, y no pierde la esperanza, porque el poeta sabe que hay siempre una puerta abierta a la infinitud del tiempo.La poesía de Lueiro, como la de otros poetas galaico-portugueses, brota de una conciencia poética de la alienación. El mundo ya no es hogar propio, se ha producido la ruptura que los unía dichosamente a él. Y quedan sin patria, sin hogar donde cobijarse, perdidos en el universo como seres alienados. Heidegger interpreta el concepto marxista de la alienación para explicarnos el origen de la poesía. La alienación expresa un sentimiento de extrañeza, de hallarse fuera de sí mismo, ocupando un lugar en una tierra que no es afín. Y, al no poder olvidar el origen, ese principio feliz del existir, nace la búsqueda, el peregrinar alemán o gallego por el mundo. Sentimiento de la saudade y heimweh corresponden al sufrimiento de vivir separado de su mundo natural y sentirse diferente, extraño o extranjero, mientras no vuelven a entrañarse en la propia tierra. Wanderung, dicen los alemanes; emigración, los gallegos, o sea, búsqueda de la flor azul o del «mar deitado no chan» entrevistos en la infancia. Por esta razón, la poesía es viaje, pudiendo llegar hasta el Ganges, como Hölderlin, buscando la edad de oro perdida, un futuro esplendoroso o la aldea natal. La poesía no puede detenerse, hay que ir siempre más allá, volar o trascenderse para apaciguar la angustia de realidad. En este sentido, toda poesía es metafísica. Siempre existe un más allá terrestre, la estrella matutina, el Hesperus, de Richter, o, como Novalis, transformando el mundo. Poesía es el acto de elevarse por encima de sí mismo. Según Tieck, las hadas o la poesía depositan en nosotros «exigencias locas, sobrehumanas ansias de bienes sobrehumanos que nos hacen, ebrios de melancolía, despreciar la tierra y sus esplendores». El verdadero poeta, el romántico o el metafísico, vive este descontento, la perpetua insatisfacción. Si viaja y peregrina es para volver a sí mismo, a la autenticidad primera, a la verdad del ser.
Escolma Férida
Manuel Lueiro ReyEdiciós do Castro. La Coruña, 1977
Es difícil encontrar un poeta que, como Manuel Lueiro, exprese más íntimamente la nostalgia del bien perdido, el sentimiento de soledad y separación del hogar luminoso, a través de todos los dolores de los despojos cuando dice:
Eiquí estou. / Soio. / Como un paxaro sin áas para voar. / Mais espranzado por cumprir coa vida. / Agardando o meu tempo sen tempo.
Es decir, esperando la quietud silenciosa, el fin de la saudade, el encuentro consigo mismo, con la verdad primera y absoluta.
Babelia
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