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Videla busca un modelo de "institucionalización" política

El clima político argentino, expectante, ante el discurso del presidente Videla, a dos años de su nombramiento, se vio sacudido el pasado lunes, cuando un comunicado oficial del Gobierno anunció que «el mensaje del 24 de marzo de 1979 ya no será responsabilidad de los hombres que hoy integran la Junta Militar».

El presidente Videla hará un balance de sus dos años de gestión en el discurso que dirigirá a la nación en la noche del miércoles (en la madrugada de hoy, hora española) rodeado de los gobernadores de las provincias argentinas.Con todo, tres cosas parecen aclararse: primero, Videla abandonará la jefatura del ejército a partir del primero de octubre, permaneciendo como presidente durante un período de cuatro años; segundo, sus pares de la armada, Emilio Massera, y de la aeronáutica, Orlando Agosti, dejarán vacante también el mando de sus respectivas fuerzas y, tercero, que las fuerzas armadas argentinas carecen de otro plan político que no sea el de mantenerse en el poder mientras puedan.

No obstante, los hechos mencionados tienen su importancia. Las reyertas internas en cada una de las armas no son sino un reflejo de las crecientes dificultades generales del Gobierno militar. A los dos. años de su asunción al poder, sus objetivos políticos y económicos han sido duramente golpeados por la realidad del país.

Todo este programa ha sido llevado adelante apelando a un capital político peligroso: la represión militar. Y como ya ha sucedido otras veces en el país, y ocurre en otras naciones del Cono Sur de América Latina, el mencionado capital se agota irremediablemente.

Pero las diferencias dentro de las fuerzas armadas -que son profundamente políticas y sólo anecdóticamente pueden ser caracterizadas como el fruto de ambiciones personales- se refieren a todos los aspectos de la vida nacional, desde cómo encarar la represión hasta cuánto durar en el Gobierno y con qué fuerzas políticas preparar la «continuidad».

Esta «continuidad» no es, por el momento, aplicable dado que los principales partidos políticos argentinos ya no son corrientes relativamente populares, con capacidad de jugar un papel decisivo en la «institucionalización», aunque no sea más que transitoria, de la vida política. Por una parte, el peronismo está destruido como partido de masas y, por la otra, el radicalismo, que concitara el apoyo de sectores de las clases medias, carece de la más elemental cohesión partidaria, habida cuenta de que sus dirigentes aún mantienen el apoyo al presunto «democratismo» del general Videla.

¿Adónde va Argentina? Todas las crisis políticas de los pasados treinta años se resolvían -transitoriamente- apelando al control del movimiento peronista sobre un electorado de amplia base social. Esa "solución» ya no puede ser ensayada. Ahora, los militares argentinos se ven obligados a tomar como ejes de referencia otros intentos de «institucionalización». Uno de ellos es el brasileño, que preside el general Ernesto Geisel, y cuando Videla habla de «movimientos de opinión» parecería dirigir su mirada sobre él mismo.

Sin embargo, la presencia en Argentina de un movimiento sindical que aún hoy los militares no logran «controlar» y de una nueva generación obrera que dirige los movimientos en las fábricas toman poco viable la estructuración de partidos «oficialistas».

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