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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El discreto encanto de los muchachos de Suárez

Algún día habría que hacer un estudio sociológico en profundidad sobre los cuadros directivos altos y medios del partido del Gobierno. Pero de momento voy a contentarme con algunas pinceladas someras, trazadas sin mala intención. Estos muchachos se encontraron con el juguete del poder, varios meses antes de ser un partido político, incluso en el sentido formal del término. Porque en su sentido real, la UCD no es todavía un partido.Los diversos orígenes ideológicos y políticos de estos hombres se aglomeran exclusivamente en torno a la posesión del poder y a la persona que lo encarna, Adolfo Suárez. Por lo demás, aquello es un batiburrillo de intereses, ambiciones y expectativas. Las ideologías originarias se han ido difuminando sin que haya sido posible sustituirlas por una ideología de síntesis. Además, ello ni siquiera hubiera sido posible, por faltar ese factor de aglutinación que no puede proporcionar nada más que un congreso constituyente.

Yo dudo mucho que de ese congreso pueda surgir un partido de sólida estructura y con un ideario homogéneo, coherente y homologable. En toda construcción artificial y con tan pluriformes ingredientes como los de UCD, lo más fácil es que el resultado sea un simple sindicato de intereses y de personalismos en que la cohesión brille por su ausencia. Claro que mientras conserven el poder será más fácil mantener al menos la apariencia de unidad.

La prueba de fuego vendría el día que perdieran el poder o el día que perdieran unas elecciones. Ese es el momento que el PSOE acecha para estimular y alimentar el desmoronamiento que se desataría tal vez en ese mismo instante. Aquellos sectores más progresistas del partido gubernamental (por ejemplo, los de origen social demócrata más auténtico) caerían fácilmente en la «tentación» de dejarse arrastrar hacia el Partido Socialista. Aquéllos, porque así podrían seguir disfrutando de las mieles del poder. Y el PSOE, porque obtendría el refuerzo probablemente necesario para fortalecer una mayoría seguramente precaria.

Nadie se escandalizaría: esas son cosas que no suelen suceder en los partidos pero que es muy lógico que ocurran en los sindicatos de intereses. No sería yo quien se lo reprochara.

Los hombres del presidente

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A ver quién me explica qué tienen que ver hombres como Alvarez de Miranda, Fernández Ordóñez y Antonio Fontán entre sí o todos ellos respecto de los llamados «hombres del presidente» de origen seuista o movimientista. O en qué se parecen Arturo Moya y Jesús Sancho Rof, José Pedro Pérez Llorca y Gabriel Cisneros, Francisco Fernández Ordóñez e Iñigo Cavero, Fernando Abril y Landelino Lavilla...

En cualquier otro partido se puede uno creer eso de los ideales, ya que detrás suele haber siempre un determinado modelo de sociedad, que en el caso de los partidos de la izquierda resulta doblemente atractivo, al tratarse de un modelo distinto y superador de todos los conocidos. Pero ¿cuál es el modelo de sociedad que nos ofrece UCD y sobre el que pueda fundamentarse la asunción de unos ideales por sus militantes, que además son escasísimos?

Con las excepciones de siempre, no encuentra uno entre las gentes de Suárez más ideales que los de la conversación del poder y, a ser posible, su acrecimiento. Los ucedistas normalmente quieren los cargos por lo que tienen de disfrute de una parcela de poder. De Alianza Popular podría decirse prácticamente lo mismo. En la izquierda se albergan mayores depósitos de romanticismo: son muchos los socialistas y comunistas que desearían llegar al poder para cambiar la sociedad. Esto es algo que se observa a poco trato que se tenga con unos y otros. Y yo estoy en estrecho contacto con todos los partidos, por estrictas razones profesionales.

Con más claridad aún se ve todo si miramos hacia el líder de la UCD. Adolfo Suárez tendrá todos los méritos que ustedes quieran, pero lo que no tiene es ideología, como es bien notorio. La cohesión provisional y artificial que Suárez presta a su partido viene de dos fuentes: su encanto personal y la circunstancia de ser presidente del Gobierno. La primera supongo que es permanente, pero no basta. La segunda se pude secar en cualquier momento. Ni siquiera dispone la UCD de piezas de recambio para un eventual desmontaje de Adolfo Suárez.

El encanto de Suárez

Ese encanto personal de Suárez parece que lo transmite a muchos de sus colaboradores de las alturas o de las esferas intermedias. Los muchachos de la UCD -incluyendo no pocos ministros- suelen ser gente bastante cordiales, algunos incluso en grado sumo. Hay gente rara como Pérez Llorca, o intratable, como Herrero de Miñón, o introvertida, como Abril Martorell. Pero predominan los hombres abiertos o de arrolladora simpatía, como Guillermo Medina, Arturo Moya, Gonzalo Casado, Mauricio Fernández, Joaquín Garrigues Walker, Paco Ordóñez, Manuel Fraile, Juan Antonio Ortega, Luis Gamir...

Hay también personajes polémicos y cuya facilidad reside en que se hable de ellos, como Lasuén o Ricardo de la Cierva. Y hay un montón de diputados y senadores perfectamente desconocidos, porque jamás protagonizan nada, por aquello de la disciplina de partido. Numéricamente predomina en los cuadros ucedistas una dulce mediocridad. Pero esto no entraña una nota diferencia¡ del partido del Gobierno: es algo común a todos los partidos.

Es posible que después del congreso constituyente de UCD sea preciso revisar algunas de estas pinceladas. Pero me atrevo a dudar que se produzcan cambios esenciales. Perdurará, en todo caso, el discreto encanto de los muchachos de Suárez.

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