Millares de refugiados palestinos se amontonan en Beirut
ENVIADO ESPECIAL, Decenas de miles de refugiados palestinos procedentes del Sur empiezan a amontonarse en las calles de Beirut y a tratar de ocupar por la fuerza hoteles y apartamentos de lujo del sector musulmán. Explosiones y tiroteos aislados rompen de cuando en cuando la relativa calma de la ciudad. Un profesor libanés y yo presenciamos ayer un duro combate en las cercanías de Tidnint, poco antes de que varios comandos fadayines de Tiro se rindieran a las fuerzas israelíes.
Se calcula que en los últimos tres días han llegado a Beirut más de 70.000 personas en busca de refugio. Algunas sólo han encontrado la muerte. Los 30.000 soldados sirios estacionados en Líbano, que forman la mayor parte de las fuerzas de la Liga Arabe, o «cascos verdes», consiguen por el momento mantener el orden alrededor de los campamentos, mientras Yasser Arafat dirige, desde los subterráneos de El Sabrá las operaciones de los fedayines en el Sur, ya casi totalmente desarticuladas, por el ejército israelí.
Cristianos y musulmanes aguardan con expectación a que se concreten las intenciones de los «grandes» del Consejo de Seguridad de la ONU, sobre el envío de «cascos azules» a la zona sur ocupada por Israel, de unos cien kilómetros de ancho y quince de profundidad. El Gobierno del presidente Sarkis, que no tiene otra alternativa que responder a las directivas de Siria, mantiene una posición muy ambigua sobre la reunión del organismo, no simplemente para examinar el problema de la invasión israelí, como empezó a hacerse anteayer en Nueva York, sino para reclamar la presencia de tropas de la ONU. Ante las divisiones y el desconcierto árabe, Beirut prefiere que sean Washington y Moscú los que tornen la decisión final y, sobre todo, los que impongan, si pueden, su voluntad a Jerusalén.
«Cascos azules»
Israel no se muestra, en principio, en contra de esa solución, en la medida en que los «cascos azules» puedan garantizar la ausencia definitiva de palestinos en el Sur. Según portavoces del grupo derechista del Gobierno de Sarkis, que controla el Parlamento y el aparato del Estado, esa presencia no impedirá en absoluto que Líbano, de acuerdo con Israel, asuma la responsabilidad de la región dentro de unos meses. Oficiales del Estado Mayor local habrían mantenido en las últimas horas una reunión secreta en la localidad de, Marjayoun con Ezer Weizman, ministro israelí de Defensa, para preparar el esquema de la futura «colaboración militar» entre los dos países.En ese proyecto, se prevé que los «cascos azules» de la ONU se limitarían, en caso de que se disponga la intervención internacional, a ocupar un área aún no determinada al norte del río Litani, que el miércoles fue fijado por Weizman como límite de su «cinturón de seguridad», aunque anteayer y ayer resultó ampliamente sobrepasado por los tanques israelíes. Siria se opone al plan y exige la retirada israelí de todo el territorio libanés. Pero aquí se cree que su oposición -y la de la URSS- puede ser, al final, sólo formal.
Hay también otro aspecto del asunto que merece atención. La URSS ha declarado que aceptará la intervención de la ONU siempre que «todas las partes implicadas» la acepten. Pero la OLP ya se ha negado oficialmente a darle su visto bueno.
Hoy llegan aquí quinientos voluntarios iraquíes, que serán enviados inmediatamente a Saida, donde se están librando las batallas más duras de la zona costera. Un profesor de la Universidad de Beirut me llevó ayer en su coche hasta el lugar, a unos cuarenta kilómetros de Beirut, y aunque no disponíamos del permiso especial de la OLP para acercarnos a las primeras líneas, conseguimos pasar los controles fedayines. A unos diez kilómetros de Tiro, al Sur, fuimos sorprendidos por un fuerte ataque de la artillería israelí, que destruyó dos puestos de ametralladoras palestinos. Se produjeron siete muertos en el sitio. Obligados a regresar por la ya casi destruida carretera, fuimos interceptados por una unidad árabe, cuyo oficial nos aconsejó que volviésemos «inmediatamente» a Beirut. «Mañana -dijo- los judíos pueden estar aquí. » Algunos de sus hombres pensaron que éramos enviados del estado mayor israelí y nos saludaron con el clásico «shalom».
Dos de ellos sonreían, sin dejar de apuntamos con sus fusiles, pero no parecían tener intención de disparar. La pequeña aventura duró tres horas, pero cuando regresamos a Beirut observamos un par de impactos de ametralladora en el baúl del coche.
La presión de los nuevos 70.000 refugiados que huyen del Sur es, entretando, cada vez más fuerte en esta ciudad. Anoche, una docena de palestinos, todos ellos armados con fusiles ametralladores, intentaron instalarse en la embajada de Venezuela. El embajador, en persona, tuvo que amontonar sillas y mesas en la puerta para impedirles la entrada. En el sector musulmán ya no hay viviendas, y muchos hoteles empiezan a ser violentados como en 1976. Los soldados sirios y libaneses intervienen para contener a estas multitudes de desamparados, y así los incidentes se multiplican.
Anoche, el Gobierno sirio anticipó que irá a la guerra si el avance israelí continúa hacia el Norte. Esa puede ser la reacción que Jerusalén esté esperando para resolver el problema de Oriente Próximo a su favor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.