Los parlamentarios aprueban el reglamento interno de la Generalidad
Con 49 votos a favor, ninguno en contra, dos abstenciones y la significativa ausencia de dieciséis parlamentarios, los diputados y senadores de Cataluña aprobaron en la mañana de ayer el reglamento de régimen interno de la Generalidad. Dicho reglamento es de acusado carácter presidencialista (véase EL PAIS de 21 y 22 de febrero y 15 de marzo).
Algunas de las ausencias eran de la mayor entidad. Tal es el caso del diputado socialista por Barcelona José Andreu Abelló, presidente de la propia Asamblea de Parlamentarios de Cataluña y presidente del Tribunal Supremo de Cataluña bajo la Generalidad restaurada por la segunda República. No menos importancia tiene la ausencia del senador Josep Benet, figura principal de la Entesa dels Catalans.Con relación a la ausencia de Andreu Abelló, EL PAIS puede desmentir totalmente la versión dada ayer por varios parlamentarios, según la cual el diputado socialista se encontraba enfermo. En efecto, a últimas horas del viernes Andreu Abelló tomó parte como orador en el mitin en favor de la libertad de expresión que se celebró en Barcelona y a primera hora de la tarde de ayer paseaba en perfecto estado de salud por las calles de Salou.
El acto de aprobación, presidido por Josep Tarradellas, careció de la emotividad que era propia de las reuniones de la -de hecho- desaparecida Asamblea de Parlamentarios de Cataluña. Tuvo, en efecto, un carácter gris, propio del más intrascendente de los actos administrativos. Pero, en cambio, la trascendencia del acto es obvia: ahora puede ya afirmarse que la Generalidad queda desvinculada de los parlamentarios elegidos el 15 de junio, quienes no tendrán ningún tipo de posibilidad de ejercer control alguno sobré Tarradellas y su Gobierno.
La principal contradicción pasa a ser la existente dentro del propio Gobierno. No es nada aventurado presagiar, ya desde ahora, la fuerte posibilidad de una crisis interna del Gobierno catalán que, según todos los indicios, se saldarla con el mantenimiento de los cinco ministros representantes de partidos políticos, pero con cambios, quizá totales, en las siete carteras técnicas, las cuales podrían pasar a manos de personas desvinculadas de los partidos políticos.
«Si esta crisis no se produce ya ahora -indicó una fuente muy cercana a Tarradellas- es debido a que el Gobierno catalán carece de competencias. De contar con poder real ya se habría producido la crisis.» De ser cierto este razonamiento, la clave de la cuestión estaría, como siempre, en manos del presidente Suárez, ya que el acelerar las transferencias de competencias equivaldría a acentuar las contradicciones del Gobierno catalán.
Sobre posibles cambios de ministros técnicos, hay absoluta unanimidad en todos los medios políticos consultados en destacar la ineficacia del responsable de la cartera de Enseñanza y Cultura, mientras que el único ministro técnico cuya competencia nadie pone en duda es el comunista Ramón Espasa, titular de Sanidad y Asistencia Social. Puede incluso afirmarse que Espasa es el único ministro técnico que cuenta desde el primer momento con un plan de actuación claro y perfectamente viable.
Aprobado ya el reglamento, el gran tema y el gran interrogante consiste en analizar las formas concretas que revestirá la crisis del Gobierno catalán. En ese sentido, el incremento de las acusaciones mutuas entre los socialistas y Jordi Pujol constituye un elemento de vivo interés y enorme alcance, por cuanto que esa polémica, unida al flamante reglamento interior, refuerza aún más el papel personal de Tarradellas.
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