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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El casino soñado

En el número de EL PAIS de hoy, y en el capítulo 8 de la serie sobre « Las concesiones de casinos », aparece la siguiente mención relativa a las peticiones presentadas en la provincia de Alicante:«Y la última solicitud corresponde a la del Casino Hogar Cultural, presentada por un notario, y que tenía previsto ubicarse entre Benidorm y Finestrat.»

Si de lo que se trata es de informar bien al público, creo que puede interesarles recoger estas breves puntualizaciones:

a) El promotor de la petición referida fue la Fundación Hogar Cultural de la Costa Blanca, propietaria de los fondos, en obras plásticas y libros, de un museo-biblioteca, y de la finca «Sierra de la Cortina» -un mirador natural sobre la bahía de Benidorm- de una superficie superior a dos millones y medio de metros cuadrados.

b) La solicitud cursada llevaba tres firmas:

La de José Frax Benedí, registrador de la propiedad jubilado y presidente del patronato de la fundación, y las de César Manrique, artista, ecologista, y Fernando Higueras, arquitecto, ambos con personalidad sobradamente conocida, tanto en la nación como en el extranjero.

La idea de los tres se inspiraba en obtener el mejor casino imaginable, situado en el enclavamiento óptimo de la Costa Blanca, y compuesto por todos los elementos previstos en la legislación vigente.

c) La fundación pedía la autorizáción, a calidad de cederla a la empresa que se formaría por la unión de todos los demás promotores de la zona, con lo cual se habría conseguido elevar la importancia y el rango del casino; no quedaría sin empleo ninguno de los capitales que se habían movilizado; participarían en los beneficios los varios ayuntamientos del contorno; la fundación, a cambio de la concesión que transfería y de cuanto terreno -sin limitación- hubiera hecho falta para el gran casino, percibiría un canon que, por modesto que fuera, habría servido para sufragar sus programas anuales, y, finalmente, casino y fundación -guardando una perfecta distinción de asiento, identidad y fines- habrían podido sumar sus esfuerzos en aquellos empeños culturales de gran fuste y alto costo que la ley prevé como contrapeso social a la industria del juego.

Como se ve, se trataba de un proyecto que, sin una interpretación muy benigna, se salía de la normativa establecida, y en el que se obviaban los defectos generalmente atribuidos a ésta -particularismo, secretismo y rigidez-, contrarios a lo qué hubiera sido deseable: colectivismo, apertura y flexibilidad.

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