El sistema capitalista, en juego
Responsable de relaciones exteriores del PCE
Las elecciones que se están celebrando hoy en Francia son, quizá, uno de los momentos políticos más importantes de la posguerra. Después de una larga etapa de ilusiones neocapitalistas, Europa conoce hoy una crisis profunda que no es sólo económica, sino política, ideológica, moral. Lo que está en juego es la capacidad del sistema capitalista para hacer frente a los problemas contemporáneos.
¿Qué orientación va a tener la salida de la crisis? ¿Será un retorno a soluciones autoritarias, fascistas o semifascistas? ¿O será una apertura hacia la izquierda, hacia medidas que superen la lógica del capitalismo, hacia soluciones socialistas?
Esa es una de las preguntas que uno se tiene que hacer ante las elecciones francesas de hoy.
En Francia, el poder político y económico está, con Giscard, en manos de un núcleo reducido del gran capital financiero. ¿Seguirá mañana Francia dominada por ese mismo grupo, o las masas trabajadoras pasarán a ocupar un espacio político en la dirección del país?
La coyuntura francesa de hoy es tanto más importante porque se engarza con situaciones nuevas en otras partes de Europa: en Italia, el Partido Comunista forma parte ya de la mayoría gubernamental, como consecuencia de una larga presión de las masas trabajadoras, que empiezan a romper anacrónicas barreras anticomunistas. En la socialdemocracia europea se perfilan tendencias de izquierda que son, quizá, aún más fuertes en el mundo sindical.
El Partido Socialista francés, con Mitterrand, ha roto la estructura mental de guerra fría que aún predomina en una serie de partidos socialdemócratas de negarse a colaborar con los comunistas. Esto puede representar, sobre todo si hay un triunfo electoral hoy, un estímulo serio para cambios en el seno de la socialdemocracia europea.
Lo que ocurra hoy en Francia va a influir necesariamente en ese proceso.
El sistema electoral francés, mayoritario con dos vueltas, determina que sólo la segunda vuelta define la estructura del futuro Parlamento. Pero creo que lo que ocurra hoy va a ser decisivo. Si los partidos de izquierda tienen una mayoría clara, y es lo más probable, estoy convencido que ello se traducirá luego en un acuerdo (tradicional en la historia francesa) para concentrar los votos de la izquierda, en la segunda vuelta, en el candidato colocado en cabeza en cada distrito. Y así se abrirá la perspectiva concreta de un Gobierno socialista y comunista, y con los radicales de izquierda, en Francia.
Esta perspectiva de un Gobierno de izquierdas en Francia va a ejercer muy probablemente una influencia considerable en el futuro despliegue de las relaciones intereuropeas. El «centrismo» de Giscard ha representado un serio paso atrás, hacia el atlantismo, después de la contribución que dio el general De Gaulle al proceso de disminución de la hegemonía de Norteamérica en la Europa occidental, La izquierda representará, en ese sentido, una nueva inyección a las corrientes que tienden a forjar una unidad europea de nuevo tipo que no esté hegemonizada por las multinacionales, que pueda afirmarse como un factor autónomo, independiente, en la política internacional.
Por otra parte, la política actual de Francia en África está fuertemente marcada por residuos del colonialismo. Ello ha dado lugar a hechos como la intervención en el Sahara contra el Frente Polisario. El avance de las izquierdas en las elecciones de hoy podrá significar un cambio positivo en esa zona de la política francesa: un respeto, y quizá un apoyo, a los movimientos de liberación nacional, un reforzamiento, por tanto, de las tendencias progresistas. En una cuestión tan importante para España, como la de lograr que se haga efectiva la autodeterminación del pueblo saharaui, una nueva política francesa en África puede ser una contribución importante.
No me gusta la profesión de profeta, y menos a las pocas horas de que la sentencia de las urnas pueda desmentirme; pero creo que la realidad francesa nos ofrece ya ahora un dato esencial: a pesar de la polémica agria, de la imposibilidad en que se han encontrado socialistas y comunistas de presentarse unidos a la primera vuelta de las elecciones, los sondeos indican una persistente voluntad de una mayoría de los electores de votar a la izquierda; de exigir, por así decir, de los partidos que se pongan de acuerdo para gobernar el país en un sentido democrático y progresista.
Yo diría que esto refleja que el eurocomunismo, con su concepción pluralista y democrática, tiene unas raíces profundas en esa voluntad de cambio de las grandes masas.
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