La crisis de equipo económico
CONFORME PASAN las horas, parece abrirse paso la posibilidad inminente de una grave crisis ministerial, concretamente en el seno del equipo económico. Aunque esta crisis salió a la luz pública con ocasión de la polémica en torno al plan energético, hoy puede verse con claridad que se trataba solamente de un episodio de una división mucho más grave. El tratamiento del plan siderúrgico también ha enfrentado entre sí a los ministros económicos. Y, sobre todo, los proyectos y comienzos efectivos de la reforma del sistema financiero ha levantado las espadas en el mundo económico. Las posiciones se hallan enfrentadas a todos los niveles, desde el interior mismo del Gabinete a los diversos sectores del mundo económico, industrial y financiero, o en el seno del propio partido gubernamental, la UCD. Todo ello explica que la Comisión Delegada para Asuntos Económicos no se haya reunido desde hace quince días, a pesar de la gravedad de los temas pendientes. El deseo del presidente Suárez de prorrogar la vida del Gabinete tal como está ahora, y retrasar la crisis hasta después del referéndum constitucional parece cada vez más un camino poco practicable. Todo indica que la solución de la crisis está pendiente de encontrar los nombres de los sustitutos, lo cual es una decisión tan comprometida y delicada, por lo menos, como la de provocar abiertamente la misma crisis.
Un factor clave en esta decisión es la polémica en el interior de la propia UCD. Parte del partido del Gobierno está en absoluto desacuerdo con la política económica del profesor Fuentes Quintana. Pero se da la curiosa paradoja de que mientras el propio presidente Suárez ratifica la política de su vicepresidente económico, como en su discurso en la reunión organizada por el Financial Times, el asesor económico del mismo presidente, profesor Lasuén, se muestra pública y acremente disconforme con esta política.
El señor Fuentes es el autor de la política económica del Gobierno, del plan que lleva su nombre y de las líneas maestras de los pactos económicos de la Moncloa. Su política se ha mostrado hasta el momento eficaz en dos puntos concretos: limitación del ritmo de inflación y mejora de la balanza de pagos (intercambios con el exterior). Sin embargo, los efectos deflacionistas han sido graves: la actividad económica está por los suelos y los objetivos de política monetaria previstos en el programa parecen inalcanzables.
A estas alturas la desaparición del profesor Fuentes del Gobierno supondría un escollo insalvable para la realización de su plan económico, que sin duda sería revisado por su sucesor, lo que afectaría a los propios pactos de la Moncloa. Un plan de esta naturaleza no puede llevarse a cabo sin el impulso decisivo de su propio inspirador. La dimisión o cese del profesor Fuentes equivaldría al fracaso de la política económica del Gobierno, que es casi la única política que el Gobierno tiene.
Por otro lado, afrontar la grave crisis industrial, fundamentalmente en los sectores de la siderurgia y la construcción naval, puede llevar a un replanteamiento de la política económica que permitiera al sector público entrar masiva mente en apoyo de estos sectores para hacerse cargo de algunas empresas privadas, evitar su quiebra y garantizar su futuro. Las consecuencias de esta actitud serían evidentes: los objetivos presupuestarios del pacto resultarían inalcanzables. La opción de base es inequívoca: o se acepta el programa Fuentes con todas sus consecuencias pero con las correcciones que necesite en el transcurso de los meses, o se propone otro programa, si es que ello es posible en estos momentos. Lo que resulta inaceptable es tratar de ganar tiempo condenando al Gobierno a la inactividad y a la carencia de decisiones sobre los problemas que están sobre la mesa, y para los que hay plazos comprometidos e inexcusables.
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