Una dialéctica peligroso
Que la OUA, bien en su Comité de Liberación o en su Consejo de Ministros, decida crear una comisión investigadora para dilucidar la posible africanidad de Canarias y conceder. apoyo logístico al MPAIAC no es nada nuevo ni motivo suficiente de inquietud política, militar o popular. El Consejo de Ministros de la OUA ya aprobó, el pasado año en Libreville, la creación de una comisión investigadora, y algunos de sus países miembros apoyan al MPAIAC sin necesidad de recomendaciones. ¿Dónde está el nuevo drama?El Gobierno español ya dijo «no» a la eventual presencia de una delegación de la OUA, como tal, en territorio canario, aunque nunca se opuso a que los súbditos o diplomáticos de los países africanos visiten el archipiélago y real¡cen, a título privado, las pesquisas que les venga en gana.
Pues bien, se está organizando la llamada indignación nacional, por la injerencia de la OUA en asuntos internos españoles, con signos y maneras que recuerdan las viejas convocatorias nacionalistas del « iGibraltar español! » al pie del palacio de Oriente. Y la verdad es que tanto revuelo, que capitaliza inflexible el Gobierno de UCD, tiene pocas razones para alcanzar los niveles de inquietud política y popular, montados sobre un ficticio debate del que sacan pingües beneficios estratégicos y políticos algunos sectores españoles y algunas potencías extranjeras.
El debate se ha revalorizado, entre otras cosas, por la torpe política exterior que España esgrime en el norte de Africa. El palacio de Santa Cruz, en un alarde poco clarificador y oportuno, intentaba conseguir que el tema canario no surgiera en las discusiones técnicas y ministeriales de la OUA para presentar este eventual resultado como todo un éxito diplomático. No se ahorraron medios ni embajadores especiales en esta porfia y el resultado final no ha sido otro, hasta el momento, que entrar en la propia dialéctica de la OUA.
Apostar en la mesa africana significaba caer de lleno en una partida que tiene como tela de fondo la crisis del Sahara, el enfrentamiento inter-árabe en el conflicto del Oriente Próximo y las veleidades de las grandes potencias por conseguir bases estratégicas, bien en nuestro territorio insular, bien ampliando el marco actual de nuestras alianzas. En definitiva, se le daba campo ancho al bulo canario, que Argelia reavivó en plena crisis diplomática con España y a los postres de la ratificación en el Congreso del acuerdo híspano-marroquí.
Las exaltaciones nacionalistas y bullangueras nunca responden a una política formal y consecuente y acaban, por el contrario, produciendo efectos contrarios a los objetivos plasmados. En la actualidad, el único y real problema de las islas Canarias está en la dificil situación socioeconómica en la que se encuentra el archipiélago. Una crisis -que también abunda en la Península- y que se ha visto empeorada con los recortes a las industrias pesquera y conservera que comporta el acuerdo hispano-marroquí, pendiente de la última ratificación del Senado.
Esta es la auténtica preocupación del pueblo canario y, al parecer, empieza a serlo también del Gobierno y de la Oposición, ambos volcados ahora en la promoción y mejora de la situación económica y social de las islas. Los envites y las resoluciones de la Organización para la Unidad Africana no son de recibo, ni vale la pensa discutirlos con trompas imperiales. Conocida es, por otrwparte, la operatividad de las decisiones de esta Organización en la qu e existen sus más y sus menos y sus propias contradicciones. Por ejemplo: ¿De dónde puede surgir una auténtica presión exterior para el pueblo canario y para sus estructuras socio económicas? Ahí están las duras condiciones del acuerdo pesquero hispano-marroquí de botón de muestra.
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