Fotografías: ritos y minorías
Ritos y minorías.
La Photogalería. Plaza de la República Argentina, 2.
Desde hace ya anos parece mas que evidente que la fotografía ha adquirido un papel de primer orden en nuestra imagen del mundo. Gracias a la fotografía podemos ver todas las cosas, los negativos fotográficos impresionan cualquier suceso y la multitud de copias posibles repiten esa imagen de una a otra parte del mundo.
Aún más, la fotografía se ha convertido, año tras año, en la más selecta memoria; en otros términos, cuando se quiere hacer el retrato de un país, de sus gentes, de sus hechos históricos (ocurridos desde mediados del siglo XIX hasta hoy), etcétera, no se encuentra fidelidad mayor que la de los miles -quizá millones- de fotografías en él realizadas desde que esta técnica fue inventada y puesta en uso más que sencillo.
Y, lógicamente, todo ese almacén de imágenes necesita de fotógrafos empeñados en la tarea de recogerlo con sus cámaras, y recogerlo, además, no olvidando que la encargada en última instancia de transmitir la fuerza de lo retratado es la calidad de la fotografía en sí, y no, como pudiera parecer, la singularidad del tema, lo imprevisto del suceso, etcétera, aun cuando éstos sean factores importantes en el resultado final.
En España no podemos decir que la nómina de fotógrafos sea apabullante, ni siquiera, que la fotografía sea una actividad artística mayoritariamente aceptada. De ahí, posiblemente, que tanto las revistas especializadas como las poquísimas galerías comprometidas con la fotografía tiendan generalmente a ofrecernos aquellos trabajos cuyas características permiten catalogarlos en el apartado fotografía de creación, siendo mucho más reacios a incluir con ellos aquellos otros que en apariencia cumplen sólo con el primer objetivo de la fotografía: mostrar imágenes del mundo, de sus gentes, etcétera, lo que denominamos fotografía de reportaje.
La Photogalería expone en estos días cinco reportajes cuyo mayor mérito tal vez sea la fidelidad, con que sus imágenes recogen algunos de los aspectos y costumbres de los pueblos en que se interesan. ,
Henry Cartier-Bresson, uno de los más grandes fotógrafos de reportaje, escribía recientemente que con su trabajo sólo pretendía reflejar una forma de vida; logro semejante parece ser el de Sandra Eleta, José Ignacio Galindo, Fernando Herráez, Pedro López y Ramón Zabalza. Y, sin embargo, los temas elegidos -el Portobelo panameño, la Semana Santa en Calanda, los gitanos y las fiestas religiosas españolas- indican que sus pretensiones van más allá; los caracteres antropológicos, aun cuando no sea más que desde el título y el acarreo de imágenes representativas y significativas y aun cuando sólo uno de ellos, Ramón Zabalza, sea antropólogo, son evidentes.
Las fotografías expuestas permiten aventurar que han sido obtenidas mediante un paciente vagabundeo, cámara en mano, a la búsqueda o al encuentro de temas interesantes o de situaciones imprevistas. Todas ellas, aun las más anodinas, contienen algún foco de interés, algún detalle que nos revela la multiplicidad de matices que sería necesario analizar en un futuro estudio completo sobre el tema.
En esa búsqueda de lo imprevisto se oculta, sin embargo, el aspecto más blando de la exposición, en no pocos casos parece que la atención fundamentalmente se presta a aquellos momentos tan sorprendentes, tan preñados de coincidencias que más semejan una puesta en escena que un suceso cotidiano.
Con todo, los reportajes expuestos merecen ser vistos y analizados con detenimiento; sus circunstancias son, ya lo hemos dicho, tan precarias que sólo el que existan y se muestren ya es un punto a su favor.
Babelia
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