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Argelia quiere negociar directamente con Suárez el contencioso con España

Han resultado infructuosas las gestiones hechas por el embajador de España en Argelia, Gabriel Mañuecos de Lecea, ante el Ministerio de Asuntos Exteriores argelino, con el propósito de restablecer el curso normal de las relaciones hispano-argelinas. Terminada su «misión especial», el jefe de la misión diplomática española regresó anoche a Madrid para comunicar la negativa del Gobierno argelino a confirmar oficialmente su postura sobre el problema canario.

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La intransigencia de Argel podría salpicar de rechazo a las relaciones entre el FLN y el PSOE, que siguen calificándose de fraternales, aunque no hay el menor indicio, oficial o extraoficial, de que Argelia vaya a mantener ante el Comité de Coordinación de la OUA, reunido desde ayer en Trípoli, una actitud consecuente con el cierre de la radio del Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), que dirige Antonio Cubillo. Las relaciones hispano-argelinas siguen enrarecidas, después de la iniciativa «infeliz» del Gobierno español de enviar al embajador Mañuecos con el encargo de discutir en la cancillería argelina la necesidad de que se responda como es debido a la nota emitida por Madrid, en diciembre pasado, sobre el tema canario, que motivara la llamada a consulta del diplomático español.

Los argelinos han reaccionado como gato panza arriba, considerando que esta gestión demostraba el carácter «ambiguo» de la política practicada por el ministro Marcelino Oreja en todo lo que concierne a Argelia. Las conversaciones sostenidas por el embajador español en la cancillería (las últimas se celebraron el domingo) han sido interpretadas por Argelia como un embate fuera de tono en el que se responsabiliza única y exclusivamente el señor Oreja.

Es notorio que los argelinos recibirían con un suspiro de satisfacción que el palacio de la Moncloa tomara cartas en el asunto, por estimar que ya no hay ninguna posibilidad de diálogo con el ministro de Asuntos Exteriores español. Pero dando a entender cuáles son sus preferencias, ¿es consciente Argelia de que ello puede considerarse como otra injerencia en los asuntos internos de España? La respuesta tal vez haya que buscarla del lado del PSOE, del que aquí se espera mucho y con el cual se mantiene un diálogo abierto, «fructífero para ambas partes», según nos dijera un alto funcionario argelino.

En esta verdadera carrera de obstáculos, a la que nos referíamos en anterior crónica, en que se han convertido las relaciones hispano-argelinas, el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, es incitado a tomar el relevo de manos de Oreja, pero, mientras tanto, ha llegado la cita de Trípoli, y aquí Argelia, de nuevo, vuelve a de mostrar que en política lo importante es nadar y guardar la ropa. Durante la estancia de la delegación del PSOE, encabezada por su secretario general, Felipe González, no se discutió ni trató el tema de Cubillo. Los argelinos son formales en ello: el «corte» fue un gesto unilateral y la decisión, más que probable, de terminar con el MPAIAC no se negoció con el PSOE, como también se asegura que el artículo de El Mudjahid no fue una acción dictada por la voluntad de enconar las relaciones en aquel momento.

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La posibilidad de que el presidente Suárez pudiera visitar Argelia próximamente no ha sido tratada durante las conversaciones del embajador Mañuecos, pero si la misma se produce ello colmaría uno de los deseos de los argelinos, que estiman al actual jefe del Gabinete español como un interlocutor de talla capaz de «comprender» los elementos de base que fundamentan la política exterior argelina.

La manera en que la izquierda parlamentaria española ve este dilema tiene connotaciones distintas: aunque es cierto que Cubillo ya estuvo sin radio durante dos meses en el pasado, por rotura técnica, el restablecimiento de la emisora significaría que Argelia no sólo no es consecuente con una decisión que marca su política exterior, sino que estaría malgastando su «capital de confianza» en el PSOE.

Mientras tanto, se ha abierto un paréntesis de espera cargado de interrogantes. Felipe González aseguró en Argel que habría que esperar al 21 de febrero para ver más claro en lo que se refiere al asunto del separatista canario. El régimen argelino conoce, sin duda, que no corresponde al estilo, ni a las valoraciones de la diplomacia española, sentar acuerdos difusos que sólo tienen de tales el nombre, como tampoco ignora que las responsabilidades de un Gobierno son distintas a las de una determinada formación política.

Ante la repugnancia a formalizar compromisos que considera una «maniobra» dictada por oscuros intereses planetarios, a los que serviría el señor Oreja, el viaje del embajador Mañuecos ha reforzado únicamente el diálogo oficial de sordos entre España y Argelia: es más que probable que el próximo paso sea o una gestión directa con la Moncloa o una nueva muestra de favor hacia el PSOE, o las dos cosas al mismo tiempo.

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