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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una corona en Mauthausen

EN ABRIL de 1940 ocuparon Dinamarca las tropas alemanas e hicieron cumplir sus leyes. Entre ellas la que obligaba a los daneses de raza judía a lucir sobre sus espaldas la estrella de David. Al día siguiente de la obligatoriedad de esta medida el rey de Dinamarca paseó a caballo por las calles de Copenhague con una estrella de David cosida en la espalda de su capote. Un gesto muchas veces rememorado que resume la sustancia última de las más correctas monarquías constitucionales. Que el rey no lo es de una facción o una mayoría, que lo es de todos, de sus partidarios y de sus enemigos también, de los victoriosos y de los perseguidos. Las monarquías que perduran y se consolidan son aquellas que firman tácitamente con sus sociedades ese contrato de solidaridad o, por decirlo con otras palabras, de ecumenismo político. El contrato ecuménico que hizo trivial la predicción de Faruk -un rey que sólo supo serlo de algunos egipcios- cuando destronado abandonaba su patria: «Dentro de pocos años sólo quedarán en el mundo cinco reyes, los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra.»Ahora, el Rey de España ha tenido un gesto que no es mínimo y que merece resaltarse. No ha querido visitar oficialmente Austria sin rendir un homenaje a los 7.000 españoles,que yacen en el antiguo campo de concentración nazi de Mauthausen. Anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos, todos ellos exiliados de nuestra guerra civil, muchos de los cuales combatieron en la resistencia francesa encontrando la muerte en las cámaras de gas o en las canteras de Mauthausen. No es aventurado estimar que aquellos españoles no albergaban precisamente sentimientos monárquicos, pero ha tenido que ser el Rey el primer español que ha querido rescatar oficialmente la memoria de aquellos compatriotas. Ni los ministros que han pasado por Austria ni nuestros embajadores acreditados en Viena se molestaron en el mínimo gesto conciliatorio de remitir una corona a Mauthausen. Ayer el Rey la hizo al fin llegar con una delegación personal y la intención que reflejan las palabras del embajador Villacieros al toledano que administra el campo del que sobrevivió: «Quiero pedirle que guarde usted siempre en la memoria este ejemplo del Rey de España que quiere ser el Rey de todos los españoles.»

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