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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Frühbeck

Si yo fuera un, retórico, que no lo soy, contra lo que dicen los críticos en general y mis enemigos en particular, titularía esta crónica Frühbeck y los dictadores, porque lo que más impregnó la vida española durante el franquismo fue el sentido dictatorial y vitalicio de la existencia, el mito pequeñoburgués de lo seguro. Franco es ante todo el caudillo de lo pequeñoburgués, el héroe de los antihéroes.Así, había que hacer unas oposiciones seguras, conseguir un empleo seguro, tener una novia segura o asegurarse la dirección de una Orquesta Nacional para toda la vida, porque se vivía de una orquesta como se vivía de una ventanilla, de una cartera ministerial o de un permiso de importación.

Se daba por supuesto que todo era para toda la vida. Me lo decía la otra tarde Raúl del Pozo, en el bar de las Cortes, haciendo risas de niño bueno e ironías de niño malo:

-En cuanto murió Franco pusieron el despido libre.

Y uno de los primeros en ser libremente despedido ha sido Frühbeck de Burgos, en cuyos méritos o deméritos no entro ni salgo, porque la música para mí termina en el preludio de La Verbena de la Paloma. O sea que no me va el caso estético, pero el caso sociológico está claro: el nuevo director general de la cosa ha decidido cambiar al director de la Nacional y esto me parece defendible y saludable, al margen de los méritos del señor Frübeck, que no sé si los tiene, pero es que ni la patente de genio es patente de corso, una vez muerto el César Visionario, y al personal hay que airearlo para que la democracia funcione, que la democracia no es otra cosa que la revolución permanente y la transvaloración positiva de todos los valores. Si ese señor ya ha demostrado su talento y que puede ganarse el salario con una batuta en la mano, ¿por qué no probar a otro? Los columnistas de prensa vemos y sufrimos esto muy claramente, como los toreros, pues hay que estar brillante todos los días, en este oficio, hay que ser sublime sin interrupción, como me aconsejaba Baudelaire mientras nos fumábamos un láudano con Walter Benjamín en un passage de París, una noche que la pécora negra de Juana Duval nos dio esquina.

Frúhbeck, o los dictadores, porque la dictadura de Franco había engendrado, como mal menor y general, una peste de pequeños dictadores locales, profesionales, provincianos, que a ver si los barren ahora las municipales, de modo y manera que el que tenía en su mano un negociado, una orquesta, un carguete o lo que fuera, ya lo daba por suyo para toda la vida:

-Hacerme esto a mí- es lo que se le oía al dictadorzuelo cuando le arrancaban de sus cinco metros cuadrados de dictadura mediante el agua caliente, que si no, no salía el tío.

Hacerle esto a usted. No; a usted, no, sino a la patria, que necesita la revolución permanente de los hombres y las tierras de España. Porque si usted no tiene talento, es un escándalo social, y si usted tiene talento y lo ha demostrado, ahora debe dejar el sitio para que lo demuestre otro. Con la grande polvareda que ha levantado la reacción musical ante el cese de Frühbeck de Burgos hemos perdido al don Beltrán de la música y de la democracia, porque a fuerza de cartas y de vítores han hecho un caso nacional del caso administrativo de un relevo, No digo si el maestro Frühbeck pulsa bien o mal su orquesta, porque las luces no me alcanzan, pero digo que hay una inercia franquista que viene a favorecer la natural inercia cultural de nuestra burguesía, según la cual los valores vienen dados de una vez por todas y para toda la vida, que eso ahorra esfuerzo intelectual, fósforo y dinero en libros, de modo que España es el país más duro para triunfar, pero el más blando una vez que se triunfa, pues se triunfa para toda la vida, y novelistas hay que viven de una sola novela, articulistas que viven de un sólo Mariano de Cavia y alcaldes que pasan a la posteridad por una sola fechoría, como Arias y su Torre de Valencia. La que ha liado la derecha musical con el relevo de un director vitalicio. Ni que le hubiéramos dado la patada en el culo de Charlot a don Ricardo Wagner.

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