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Hafez el Assad, un dirigente pragmático

Hafez el Assad, de 47 años, en el poder desde 1970, es un caso extraño en la historia del país: miembro de la secta alauita, minoritaria y marginal dentro de Siria (aproximadamente un 25% de la población frente a un 75% de musulmanes de la rama ortodoxa), ha conseguido, gracias a una voluntad implacable y a unas capacidades excepcionales de maniobra, forzar las puertas de la presidencia de la República en 1971 con el 92% de los sufragios.Procedente de una familia de campesinos, medianamente cultivado, se adhirió al Partido Baas a la edad de dieciséis años. En 1955, a los veinticinco años, sale de la academia militar de Homs con el título de piloto de caza y el grado de teniente. En 1964, después de varias misiones de estudio en el extranjero -la URSS, Egipto-, es promocionado a general de división.

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Miembro del comité militar clandestino que lleva al Baas al poder, el 8 de marzo de 1963, se aplica inmediatamente a la eliminación de sus asociados, entre cuyas tendencias oscila, según las circunstancias. Consigue acumular en sí mismo los cargos de ministro de Defensa y comandante del Ejército del Aire, situación que le permite colocar a sus partidarios en todos los niveles. Con posterioridad a la derrota del ejército sirio, en junio de 1967, a raíz de la guerra árabe-israelí, coloca todas las organizaciones paramilitares del Baas y de los fedayin palestinos bajo su control directo. En noviembre de 1970, aliado en esta ocasión de los «moderados», se hace con el poder y hace arrestar a su antiguo aliado Salah Jedid y a todos sus partidarios.

Se ha especulado con la posibilidad de que Assad, político ambicioso y paciente, se haya fijado en realidad el objetivo de convertirse en líder del mundo árabe. En todo caso, su política ha sido siempre de un gran pragmatismo, uniendo sin grandes dificultades la «lucha sagrada contra Israel» con la confraternización con Hussein y otros dirigentes conservadores árabes. Por otro lado, ha conciliado la necesidad de armamento soviético con las buenas relaciones con Estados Unidos, con quien reanudó las relaciones diplomáticas en 1974.

En los últimos meses han aumentado las tensiones entre sectas, la corrupción -a la cual parece especialmente ligado Rifat al Assad, hermano del presidente y jefe de su guardia personal- y los desórdenes públicos, así como las dificultades económicas. El prestigio de Assad se resiente de esta situación, que parece poner fin a una etapa próspera y estable, pese a todo.

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