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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oriente Próximo: confusión en las "cumbres"

EL IMPACTO sicológico provocado por la visita del presidente egipcio, Anuar el Sadat, a Israel ha dejado paso a una situación de expectativa en torno a los resultados concretos que puedan desprenderse del viaje, resultados que tardan en llegar, lo cual ha desencadenado una situación de división, desconcierto y confusión en el mundo árabe, cuya primera traducción es una desenfrenada carrera de reuniones, conferencias, «cumbres» y contraconferencias, La Primera de, ellas tiene lugar en Trípoli, donde ayer iniciaron conversaciones los. presidentes argelino, libio y sirio.Esta «cumbre» inicia una serie de reuniones que tienen como objetivo apuntalar la oposición formal del régimen sirio a entablar contactos directos con Israel, porque Damasco constituye la pieza clave en la solución del conflicto de Oriente Próximo.

Junto a la habitual división que se hace entre países árabes proamericanos o prosoviéticos, o la actual que se refiere a un bloque partidario de las iniciativas de Sadat y otro, capitaneado por Libia y Argelia, opuesto tajantemente a ellas, existe una realidad previa: que no hay que olvidar existen países árabes. que están en la línea del frente, es decir, que son vecinos de Israel, mientras los demás basculan lejos, geográficamente, de las demarcaciones de combate.

Serán fundamentalmente esos Estados de la línea del frente, junto a la Resistencia Palestina, quienes mayor peso van a tener a la hora de decidir la paz con Israel. Por ello la alineación del mundo árabe se polariza en tomo a egipcios por un lado y sirios y palestinos por otro. Sin entrar, por el momento, en el grave problema del pueblo palestino y sus legítimos derechos, hay que reconocer que quienes han llevado el peso de las guerras en la región han sido egipcios, jordanos y sirios.

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Ese peso tiene mayor incidencia en el Estado que cuenta con el mayor potencial entre ellos: Egipto. Su economía está volcada hacia la guerra (más del 40 % de su presupuesto nacional lo absorbe el capítulo militar, además de contar con una fabulosa deuda exterior), con el consiguiente deterioro de la economía civil. La carencia y los aumentos de precios provocaron, el pasado mes de enero, motines en las principales ciudades egipcias, que supusieron un grave aviso para Sadat. La conclusión que sacó el presidente egipcio es que la paz era necesaria sin demora y este fue el principal impulso que le llevó a viajar a Israel.

Durante la próxima semana pueden tener lugar los próximos contactos directos entre israelíes y egipcios, con la bendición de Estados Unidos y la discreta presencia de la ONU. Faltan dos invitados principales, Siria y Jordania, así como la Unión Soviética, que considera la cita de El Cairo como una tapadera para un acuerdo bilateral entre egipcios e israelíes.

Precisamente, el presidente norteamericano, Jimmy Carter, ha hablado de esta posibilidad, que define como «no deseable», pero que podría llegar a producirse, si las otras partes afectadas de la zona, Siria y Jordania, no entran en la dinámica de la nueva forma de negociación implantada por Sadat.

Por su parte, la Unión Soviética apoya la actitud siria, pero a la vez quiere evitar que Damasco pierda de vista que el principal objetivo es alcanzar la paz en Oriente Próximo, objetivo en el que Moscú está comprometido.

Egipto e Israel empezaron a convencerse en Jerusalén que tanto uno como el otro Estado desea la paz. En esto consiste el rasgo principal del impacto de la visita de Sadat, pero sus resultados, por el momento, no han sido otros que la profunda división y confusión en el mundo árabe y un nuevo motivo de discrepancia entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

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