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Reportaje:Cien novilleros para 1978 / 1

Las empresas no renuevan el escalafón

«Hay que promocionar las novilladas. En los novilleros está la savia de la fiesta.» No hay frases más repetidas en el taurinismo y entre aficionados. Pero a muchos, cabe decir que a casi todos, se les va la fuerza por la boca. Porque las empresas están en que conviene renovar el escalafón de matadores, sí, pero apenas organizan novilladas. Y algunos que se tienen por aficionados sólo acuden a la plaza si el festejo es corrida de toros.

El atractivo de aquel tipo de espectáculos suelen fundamentarlo los mejor intencionados sobre una base bien frágil: el prurito de descubrir nuevos valores. Y es lo cierto que su atractivo alcanza mucha mayor amplitud que tan discutible aliciente. Porque se trata, como en la corrida de toros, de lidia verdadera, donde si hay inmadurez en el torero, su arrojo la suple; el repertorio de suertes es más variado porque el noville ro trata de interpretar todas las que conoce, y la presencia y com portamiento de la res -base de la fiesta, espectáculo de primer orden- ofrece el máximo interés.Si pasamos de lo abstracto a lo concreto, debemos convenir que, entre los novilleros de hoy, es cierto que se observa una merma de calidad técnica, en la misma proporción que entre los matadores. Pero no podía ser de otra manera. Gran parte de los novilleros actuales no llegaron a ver en activo y en plenitud a los importantes toreros de los años cincuenta, y su escuela alcanza, a lo sumo, a las dos corrientes que imperaron en la época siguiente, que fueron la caricatura del toreo y la vulgaridad; la moda de El Cordobés y su contraste de la ortodoxia, que podía - ser mediocre (y así fue, ¿para qué más?) con tal de que fuera seria, para que sirviese de freno a aquella burla del salto de, la rana y demás zafiedades hechas ante un utrero mutilado, desfallecido y en pasividad, que estuvieron a punto de acabar con la misma fiesta.El plantel de figuras de entonces apenas se ha renovado y por eso son vitales al espectáculo las escuelas taurinas. Pero las nuevas promociones surgen sin solución de continuidad y, aunque por la barrera de los monopolios sus horizontes son cada vez más problemáticos, hay en aquéllas un potencial humano que debe tenerse en cuenta y que por el mero hecho de su presencia merece que se dé a conocer. Nada menos que cien novilleros (diez veces más son los aspirantes) han luchado en 1977 por obtener concratos y darse a conocer. Cien novilleros dispuestos a que 1978 sea el año definitivo para su futuro profesional. A las empresas no puede valerles el argumento de que no tienen dónde elegir.

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