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Estados Unidos presiona a Israel para que se defina sobre la oferta de Sadat

El ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Moshe Dayan, desmintió ayer en Jerusalén las especulaciones sobre acuerdos secretos establecidos por el presidente egipcio, Anuar el Sadat, y el primer ministro de Israel, Menahem Begin, durante sus conversaciones celebradas el pasado fin de semana.

Dayan ha urgido la necesidad de una respuesta por parte de Israel a las propuestas de paz egipcias, mientras aumentan las presiones norteamericanas sobre el Gobierno de Jerusalén para que dé una respuesta positiva al gesto de Sadat. Por otro lado, Israel y Egipto van a continuar su diálogo directo, mediante conversaciones de altos funcionarios diplomáticos, que tendrán carácter secreto.El general Dayan desmintió ayer los rumores, de origen norteamericano, según los cuales Sadat y Begin se habrían puesto de acuerdo, en el curso de sus conversaciones, sobre la forma y composición de la representación palestina en la Conferencia de Paz de Ginebra.

Dayan ha desmentido igualmente la conclusión de algún acuerdo sobre una reducción suplementaria de las fuerzas militares egipcias e israelíes, estacionadas en la península del Sinaí. «Sadat no ha venido aquí para entablar conversaciones sobre cualquier tem a, y ciertamente, tampoco sobre las relaciones egipcio-israelíes. Ha venido para exponer sus concepciones básicas sobre cómo resolver el conflicto árabe-israelí globalmente», declaró Dayan.

Fortalecer el campo moderado

Las presiones sobre Israel se están dejando sentir ya. Incluso se acrecientan de hora en hora, ya que la sinceridad y el encanto de Sadat no han incidido sólo sobre la opinión israelí. Los norteamericanos han sido afectados también. Según un sondeo de opinión del Instituto Harris, de Estados Unidos, el 58 % de los norteamericanos están convencidos ahora de la voluntad de paz del presidente egipcio, mientras hace dos meses sólo lo estaba el 33 % de los encuestados.Por otro lado, la cristalización de dos campos opuestos en el mundo árabe: moderados, agrupados en torno a Egipto -Arabia Saudita (que por el momento no se ha pronunciado sobre el viaje del presidente egipcio), Sudán, Jordania (que lo aprueba, pero prudentemente)- y los «duros» -Siria, Irak, Libia, Argelia y la Organización para la Liberación de Palestina-, no ponen las cosas fáciles para Jerusalén. Al contrario. Si Siria y los palestinos hubiesen apoyado, aunque hubiese sido tácitamente, la iniciativa política de Sadat, el Gobierno de Begin hubiese podido invitar, sucesivamente, al presidente sirio, al rey de Jordania y al presidente libanés a visitar Jerusalén, como era su intención.

Tal como se presentan las cosas, Washington insiste sobre Jerusalén para que defina sin demora su postura frente a la oferta de paz de Sadat, con el fin de que éste no se sienta engañado y, sobre todo, porque el campo moderado, pro occidental, pueda apretar filas en torno a Sadat, sin que pueda ser acusado de traicionar la causa árabe y, especialmente, la palestina.

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Dicho de otra manera, Estados Unidos hace presión sobre Israel, por un lado, para reforzar la posición del presidente egipcio, y por otro, para evitar que el presidente argelino, Huari Bumedian, en camino hacia Moscú, pueda reconstruir el campo de las fuerzas árabes revolucionarias y facilitar a Moscú la restauración de su influencia en Oriente Próximo.

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