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Oriente próximo: fin de un viaje histórico

Sadat rechaza la guerra contra Israel

«Sean cuales sean los desacuerdos y las diferencias que puedan surgir entre: Egipto e Israel, no utilizaremos más la guerra para tratar de resolverlos.» Esta declaración, varias veces repetida el lunes por el presidente egipcio, Anuar el Sadat en sus conversaciones con los diputados israelíes en el Parlamento de Jerusalén, han causado sensación. ¿Ha renunciado ya Egipto al recurso de la fuerza militar contra Israel? Si esto es así, las conversaciones de Sadat con el primer ministro de Israel, Menahem Begin, han conducido a un resultado tangible, y no de los menores: el fin de la beligerancia entre los dos Estados. Se trata de una no beligerancia quizá no reflejada en un acuerdo concluido entre las dos partes, pero y esto es todavía más impresionante- proclamada unilateralmente por el presidente egipcio.El presidente Sadat regresó ayer a El Cairo, donde le fue tributado un apoteósico recibimiento, por una multitud que le ha aclamado como a un héroe nacional, según informa la agencia Efe desde la capital egipcia. Mientras tanto, continúan las denuncias contra el presidente egipcio, las cuales, según la misma agencia, amenazan con provocar una profunda división en el mundo árabe.

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Sadat no ha conseguido nada concreto de Begin

En la conferencia de prensa que cerró la visita de 48 horas de Sadat este corresponsal preguntó al líder egipcio si su discurso anulaba sus afirmaciones anteriores hechas en Egipto, según las cuales recurriría a las armas si no conseguía la restitución de los territorios ocupados en 1967 por la vía diplomática. La respuesta de Sadat fue vaga. No renuncia ni a sus amenazas de guerra hechas en El Cairo, ni a sus proclamas de paz hechas en Jerusalén. Finalmente dijo: «Haremos todo lo necesario para que la guerra de 1973 sea la última. Pero repito lo que ya he dicho en el Parlamento: la devolución de los territorios árabes ocupados no es negociable.»Este matiz reducía a sus justas proporciones la sensacional declaración «no haremos más la guerra». No se trata de un compromiso formal, sino de una intención, de un deseo sincero, sin duda, pero sólo un deseo. Lo mismo sucede con el famoso comunicado leído solemnemente por el primer ministro israelí en esta misma conferencia de prensa.

Se había anunciado un «comunicado conjunto egipcio- israelí », pero fue leído a los periodistas, finalmente, un comunicado del Gobierno israelí solamente, aunque aprobado por Sadat.

Cierta decepción

La pregunta que se plantea es: ¿Por qué después de esta visita triunfal, de estas recepciones calurosas, abrazos y sonrisas, no ha habido un auténtico comunicado conjunto? La respuesta es simple: porque Sadat no ha conseguido nada concreto de Begin, salvo buenas palabras. El presidente egipcio ha preferido no suscribir un comunicado que, por la fuerza de las cosas, habría estado privado de todo contenido real. Por el mismo motivo, la devolución de la visita de Begin, prometida por Sadat, aunque no ha sido anulada ha sido pospuesta para días mejores. .

¿Es necesario pues concluir con la afirmación de que la visita de Sadat a Israel fue un juego de azar? En absoluto. El presidente egipcio no ha sido tan ingenuo como para pensar. que en 48 horas resulta posible obtener un cambio radical de la política israelí. Sin ninguna duda, Sadat ha quedado algo decepcionado, se afirma en su séquito, por la rigidez, sobre los problemas de fondo manifestada por Menahem Begin. El presidente Sadat había esperado un gesto, un detalle de buena voluntad tras su propio gesto dramático que ha consagrado el reconocimiento -de facto, pero de manera espectacular- del Estado de Israel, de su discutida capital, Jerusalén, y de su Parlamento.

Pero el objetivo, de la visita de Sadat era completamente distinto. Esperaba sumir con su llegada -inesperada e increíble- a los israelíes en un estado de shock, golpear su imaginación, sensibilizar sus corazones.

Es todavía demasiado pronto para evaluar en su justa medida el impacto sicológico de la llegada y salida de Sadat. Es demasiado pronto para apreciar el impacto de sus saludos y cambios, de puntos de vista con Begin, Golda Meir, los generales Sharon y Gour, con todo el pueblo israelí, gracias a la radio y la televisión que han transmitido constantemente, en directo, este inmenso sicodrama. No obstante, la impresión hecha sobre los israelíes es tremenda, y las consecuencias de este viaje no se sentirán antes de algunos días.

El diputado laborista Isaac, Navon, ex presidente de la comisión parlamentaria para Asuntos Exteriores y Defensa, y antes que nada figura muy popular en todo el país, ha declarado ya a la televisión israelí que «desde ahora, todos los partidos deberían dedicarse a una tarea prioritaria: repensar las verdades establecidas, buscar un nuevo acereamiento que responda a la visilta y a las propuestas de Sadat». Los observadores políticos israelíes prevén que si el Gobierno de Begin no se muestra a la altura de Ias circunstancias podría sufrir una crisis interna grave. Hay quien habla incluso de una disolución del Likud.

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