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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El alcaIde varado

LAS DESVENTURAS de la escultura regalada por Eduardo Chillida al pueblo de Madrid seguramente serán incorporadas algún día a las secciones de «increíble, pero cierto», de los suplementos de amenidades de la prensa dominical. Tres alcaldes de la capital, no elegidos, desde luego, por sus convecinos, han rechazado sucesivamente la instalación de «La sirena varada» en el museo al aire libre de la Castellana. El argumento, municipal y espeso, utilizado para justificar el desaire es que el paso elevado del que pendería la escultura no soportaría su carga. Ha sido inútil que los constructores del puente y especialistas en cálculo de resistencia de materiales demostraran matemáticamente el error de ese aserto. Al parecer, el peritaje a ojímetro o los golpes en la estructura de cemento dados con los nudillos por los sucesivos alcaldes y concejales vallen más que el dictamen de los arquitectos e ingenieros. En esta época, de supuesto crepúsculo de las ideologías, hasta la ley de la gravedad puede quedar modificada por la política.Inició la operación el señor Arias Navarro, cuyo devastador paso por la alcaldía de Madrid resiste la comparación con sus hazañas anteriores y posteriores en altos cargos del Estado. Su sucesor, el señor García-Lomas, arquitecto de carrera y uno de los constructores del bunker en el posfranquismo, nada hizo por rectificar la decisión. Y ahora, el señor De Arespacochaga, figura conocida en el mundo de los negocios inmobiliarios, fervoroso afiliado a Alianza Popular y uno de los pocos parlamentarios que no votó la ley de Amnistía, tampoco se muestra partidario de enriquecer el patrimonio artístico de la capital con la escultura de Chillida. Se conoce que el glorioso mamarracho perpetrado en la plaza de Colón colma plenamente sus gustos estéticos.

No sabernos qué espacio dedicarán los libros de historia de futuras generaciones al señor Arias Navarro y qué aspectos de Su apretada carrera resaltarán. En cuanto al señor De Arespachochaga, su máxima posibilidad de inmortalidad es pasar a las enciclopedias del siglo XXI como «un alto funcionario municipal de una ciudad europea que rechazó; en nombre de una comunidad que no le había elegido, una obra regalada por Eduardo Chillida, uno de los más grandes escultores del mundo en el siglo XX». Una sirena varada es una creación artística; pero un alcalde varado en los prejuicios políticos, la obstinación parroquial y el gusto pompier es un simple accidente histórico que el retraso indefinido en convocar elecciones municipales -por conveniencias exclusivas del Gobierno o con la complicidad añadida de un sector de la oposición- puede transformar en una aberración de la naturaleza.

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