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Tribuna
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El interesante juego de los ruiseñadas

La corrida del día del Pilar en Las Ventas fue quizá, no la mejor, pero sí una de las más interesantes de la temporada. Los seis toros del conde de Ruiseñada dieron, pudieron dar gran espectáculo. Fueron variados de tipo -aunque uniformes en seriedad y en bien armadas cabezas, lo que también es bueno-, variados de pelo -coloraos, castaños, negros, en diversas pintas- y variados de comportamiento -con la tónica general de la casta, que es elemento esencial de la ganadería de bravo.De los cinco toros que saltaron a la arena, tres fueron mansos y dos bravos, todos ellos,con matices. Los mansos, claro está, salían sueltos de los caballos y los bravos recargaban (uno también derribó), si bien de éstos el que más bravura exhibió en el primer tercio llegó a dolerse en banderillas. Hubo uno de excepcional nobleza, otros nobles con problemas, otro que acabó difícil y desarrollaba sentido.

Con toros así la fiesta conjunta todas las posibilidades de mostrarse en plenitud, aún más que si la corrida entera saliese noble a carta cabal y sin excepciones. Porque Ia tauromaquia compendia un repertorio amplísimo de suertes y recursos que se amoldan a todo tipo de condiciones que las reses puedan tener, y combinadas con la emoción del toro conforman un espectáculo de primer orden. La lidia de toros, de tal naturaleza nada tiene que ver con pantomimas como la que -por ejemplo, y pues tan, cercana está- se vio ayer por televisión desde la plaza de Zaragoza.

Pero para ello, es lógico, hacen falta lidiadores, y los ruiseñadas no los tuvieron. A los veteranos Higares y Macareno se les achacaba que no se confiaran en las faenas de muleta; pero peor culpa tuvieron por renunciara la torería, es decir, a ser lidiadores, y por consentir que los picadores destrozaran casi todos los toros, con lo cual, lo que pudo ser espectáculo apasionante quedó en un festejo vulgar.

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