Gustav y el dúo Nicoley- Ritcher
No ha podido comenzar más brillantemente el Festival Internacional de Música de Barcelona; un gran tanto se ha apuntado Forum Musical al traer, por primera vez, a España a un artista tan colosal como es el clavecinista Gustav Leonhardt. Por si fuera poco el interés de la presentación de uno de los más grandes intérpretes de nuestro siglo, el recital ofrecido por él contaba con otro: la inclusión de obras de compositores barrocos prácticamente desconocidos: Jacques Duphly (1715-1789) y Antoine Forqueray (1672-1745).Leonhardt, como todo gran intérprete, tiene la cualidad de convertir en clásicas las obras de músicos olvidados. Los inexplicablemente no muy numerosos asistentes al concierto pudieron disfrutar de la música de dos compositores de personalidad bien definida y valor innegable. Existe una tendencia general a frivolizar y minimizar el barroco francés; Leonhardt hace exactamente lo contrario: busca toda su profundidad y dramatismo. Así, en Duphly nos asombró su claridad de concepto que hace posible el no perderse en lo que podría llamarse hojarasca ornamental, que es el gran peligro en la interpretación de esta -dificilísima música. ¿Qué emoción en La Felix o en La Pothuin, tan próxima ésta al comienzo del Clave bien temperado en el aprovechamiento de una fórmula rítmica reiterada? Frente a la delicadeza intimista, sencilla dentro de la complejidad de la escritura, pero nunca superficial de este galante barroco tardío, Antoine Forqueray (el célebre violista -«el único que igualó a Marin Marais»contemporáneo de Rameau, Couperin o Hotteterre) muestra una personalidad enérgica y profunda. Leonhardt saca el máximo partido a ambos. ¡Qué gracia en La montigni o en ese fandango tan francés que es La Guignon, de Forqueray!
Gustav Leonhardt, clave
Obras de J. Duphly, A. Forqueray y J. S. Bach.Aurele Nicolet, Flauta. Karl Richter, clave. Obras de J. S. Bach. Palau de la Música. Barcelona.
En la segunda parte,- una transcripción del mismo Leonhardt de la Tercera Pártita para violín solo de Bach, digna de la pluma del Cantor de Santo Tomás. Formidable la versión de la Chacona, como es lógico, lejana a la interpretación. violinística más ligera que ésta, pero llena de coherencia desde el principio hasta el final, tocada con un ejemplar conocimiento de las resonancias del clave.
Una de las características de Leonhardt es la perfecta asimilación de los hábitos interpretativos barrocos: su ornamentación, sus pointés, su inégalité obedecen a exigencias musicales y, por tanto, son siempre algo lógico y natural, jamás obligaciones autoimpuestas. El aspecto sonoro es increíble: Leonhardt, que tocó en un espléndido clave de David Rubio, consigue, gracias a la perfección de su pulsación, una asombrosa nitidez que no necesita de efectismos tímbricos en el empleo de registros y de efectos. Pero lo más asombroso es su flexibilidad, el empleo de lo que los tratadistas barrocos llamaban tempo rubato, y que tiene poco que ver con lo que hoy se entiende por esto. Se trata de la flexibilidad dentro del tempo, marcado siempre por el bajo. Leonhardt se ajusta a la perfección a las palabras de C. F. M. Bach cuando recomienda «mantener el, tiempo al final de la pieza, igual que al comienzo, a pesar de los hermosos detalles del tiempo flexible, lo cual es muy difícil de conseguir». Esto, que se da en todo el barroco, es imprescindible en un instrumento de dinámica tan limitada como el clave. Aquí es donde está la verdadera técnica, es decir, la que permite llevar a la práctica una idea musical. Este es el único modo de ser expresivo y emotivo, como lo es Leonhardt, con un clave. Cuando se domina así el tempo, existen acentos, tensiones, fraseo, ¿qué falta hace entonces la dinámica? Formidable lección de música la de Leonhardt; esperemos que otras ciudades españolas puedan disfrutarla.
Al día siguiente del festival, un atractivo recital del flautista Aurele Nicolet, acompañado por Karl Ricliter. Obras de Bach en programa: una sonata para flauta y continuo, tres para flauta y clave concertado (una de ellas posiblemente apócrifa, la en mi bemol), la Partita, para flauta sola, y la Fantasía cromática y fuga. Nicolet es un excelente flautista de sonido muy bello (sobre todo, en el agudo) y gran técnica. Su interpretación es musical, aunque no muy fiel a la época, pese al empleo de ornamentación, por lo demás, no del todo necesaria. Aunque su Bach es tradicional y sobrio, a veces corre el peligro de amanerarse levemente. Fue acompañado con eficacia por Karl Richter, demasiado rígido y con notable abuso en la registración que, como la articulación y la, pulsación, resulta a veces pianística. Lo mejor de la velada fue, sin duda, una muy buena versión de la hermosa sonata en si menor que cerraba el programa.
Babelia
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