"Arquitectura para después de una guerra"
Exposición en la Fundación Miró, de Barcelona
La exposición, intencionadamente, se apoya en un material compuesto en su mayoría por documentos originales, realizados por los propios arquitectos. Se intenta, a través de la calidad de los instrumentos de representación gráfica arquitectónica, un acercamiento estrecho entre el espectador y la obra. Así las transparentes axonometrías reticuladas de F. Cabrero, el simbolismo de las barrocas tablas al óleo de R. Aburto, el profesionalismo pragmático de los planos de Pichichi Gutiérrez-Soto (fallecido cuando ya había prestado su inicial y valioso concurso a la exposición), la austera geometría clasicizante de L. Moya, la nebulosa y rica ambientación de los dibujos a lápiz de R. Durán i Reynals, el trazado seguro de molduras y detalles de E. Borna y tantas otras obras que no sólo poseen valor intrínseco como dibujos, sino que ayudan de manera eficaz a desentrañar el contenido de la creación arquitectónica.Pero antes de seguir adelante en la descripción, creo que es necesario responder a las preguntas que fácilmente se intuyen en boca del lector sobre si esta exposición, sobre los más conflictivos años de la autarquía, es laudatoria o condenatoria y qué sentido tiene, en el momento actual, realizarla.
Para los que aceptamos el encargo de seleccionar y montar la exposición quedó claro en su momento que no existía razón polémica inicial en el planteo de la muestra, ni ganas de fabricar un revival con el material que se analizaba, sino la constatación de que determinadas circunstancias históricas y los cambios de mentalidad inherentes nos permitían ofrecer otra visión de esta época.
Ideológia-arquitectura
Esta visión gira inexorablemente alrededor del núcleo ideología-arquitectura y se propone desenredar, hasta lo posible, la maraña entretejida con estas dos palabras, como paso previo para proceder a lo que, en suma, es nuestro objetivo: el análisis cualitativo centrado sobre la obra arquitectónica. Dicho simplificadamente, la citada maraña se ha ido produciendo al introducirse en la discusión las siguientes identidades previas: Arquitectura académica de los años cuarenta reaccionarismo. Arquitectura moderna a Partir de los años sesenta = progresismo, lo que si en determinados momentos, en los que s e mezclaban, conceptos ideológicos, morales y arquitectónicos, era comprensible, en la actualidad, y situados en 1977, ante el interrogante de a qué tipo de sociedad deberá servir la arquitectura española de los próximos años, debe intentar matizarse utilizando todas las armas críticas de que disponemos. Desenredar los supuestos de que la arquitectura producida en el nuevo Estado franquista era reaccionaria y, si lo era en él sentido ideológico o en el puramente arquitectónico, y ya que este supuesto se formulaba desde el área de la arquitectura moderna, ver también hasta qué punto ésta era libre de las dependencias que le imponían las estructuras capitalistas del momento, todo esto son pasos previos que hemos intentado plantearnos seriamente.En último término, qué niveles de objetividad son posibles para poder juzgar a nivel crítico ambas arquitecturas, es decir, toda las arquitecturas, viéndolas descaradamente como resultados reafizados, insertas en un medio físico, paisaje o ciudad.
Meditación abierta
La exposición y los textos de su catálogo no intentan imponer ninguna conclusión, sino que se proponen como meditación abierta, como reflexión primera tras la delicada operación de abrir el cofre en que siete llaves encerraban algo que, queramos ono, forma parte de nuestra propia historia. A partir de aquí investigaciones más profundas deben replantearse el tema de la calidad arquitectónica, sujeto al vaivén continuo que desplaza a la ayqui lectura desde la función de servicio a una cierta posición de van guardia. Se trata de ensanchat la plataforma de discusión de un tema que como se dice en el catálogo de la exposición no ha sido posible aclarar... «Sobre todo a causa del equívoco de opo ner una vanguardia única, excluyente, definida en términos de lenguaje a una arquitectura que aceptaba las dependencias inevi tables del sistema (la tradición, la presión de las estructuras, los gustos populares), olvidando que aun en este segundo caso es posible el nivel cualitativo, e ignorando que determinadas ac ciónes de adaptación a la realidad son refinados instrumentos de conocimiento de ésta. La ade cuación a una realidad implica dar una respuesta ajustada a los problemas que ésta plantea, y unos niveles de elaboración den tro del campo específico de la actividad arquitectónica, donde la obra será, eso sí, criticable como tal, dentro del saber de un oficio que requiere destreza y que se produce en la estética del medio.Desde una posición que reconoce la heteronomía de la arquitectura, pero que, al mismo tiempo, proclarna para ella la posibilidad de perfeccionamiento interno, el juicio de calidad individual y su acción sobre niveles que afectan al bienestar y progreso humano se sitúa nuestra óptica central con la que intentamos leer la arquitectura de los años cuarenta.
Desde la creencia d e que el flujo histórico de la arquitectura exige un núcleo central definido por la continuidad, en el que tienen explicación los lentos cambios estructurales de la Historia, flujo que contiene también saltos bruscos (el movimiento moderno debe considerarse como un poderoso salto adelante), paradas y retrocesos, se establece el espíritu que ha conducido a la búsqueda y selección del material de esta exposición.
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