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Reportaje:

El Patronato de Protección de la Mujer, anacrónico e inadecuado

El Patronato de Protección de la Mujer tiene centros dispersos en numerosas ciudades españolas. En Madrid cuenta con dos centros propios y otros dos en los que funciona con colaboraciones de instituciones religiosas. Los centros propios del Patronato son la residencia de Peñagrande Madre de la Almudena, para madres solteras, de la calle de Isla Malaita número 2 y 4 y la Escuela del Pilar de San Fernando de Henares, para jóvenes procedentes de la prostitución. Ambos centros están regidos por la Orden Religiosa de las Cruzadas.Los centros colaboradores del Patronato son el Colegio de las Adoratrices, en Padre Damián, 52, la institución Januacaelli, de Collado Villalba, y el Colegio de las Adoratrices, de Alcalá de Henares. La participación del Patronato en este segundo grupo se reduce a abonar una cantidad aproximada a las cien pesetas por cada una de las internadas y una gratificación mensual de 2.000. pesetas a las monjas encargadas de la tutela de las chicas.

El embarazo, un motivo de internamiento

Cualquier joven mayor de dieciséis años, contra la que el padre presente una denuncia, puede ser internada en los centros del Patronato. Los motivos pueden ser la prostitución, el vagabundeo, una fuga de casa, el embarazo, inadaptación familiar, o conductas inadecuadas, concepto que engloba los más diversos motivos: desde la negativa de una hija a entregar el sueldo íntegro a sus padres hasta la supresión, por vía rápida, de la presencia molesta en el hogar de la joven.El proceso para ingresar a la inadaptada hemos dicho que se inicia con la denuncia del padre, a veces de cualquier familiar, o bien ha sido detenida por la policía. El siguiente paso corresponde a la Junta Nacional, órgano central del Patronato, que debe decidir, a la vista del expediente, el ingreso de la muchacha, aunque, de hecho, quien realmente decide es la secretaria de la junta, María Antonia Caballero, y después, cuando la junta se reúne, en general se ratifican todas las decisiones tomadas por la secretaría, ya que entonces han sido distribuidas por los distintos centros. Todo ello se hace ante la más alarmante ausencia de profesionales capacitados -siquiatras, sicólogos, pedagogos e incluso asistentes sociales- que, al menos teóricamente, están especializados en estos temas; pese a que se cuente con algún siquiatra cuyo trabajo es puramente simbólico, según una asistente social.

Finalmente, el diagnóstico corre a cargo del Centro de- Observación y Clasificación (COC). Aquí, las chicas ingresadas pueden pasar esperando su centro de destino varios días, e incluso a veces llegan a esperar durante un mes; tiempo durante el que permanecen en la más absoluta inactividad.

El mayor problema se presenta en la distribución que se realiza desde el COC, ya que no se tiene en cuenta los motivos que han determinado el internamiento de la joven descarriada. Por ello, las chicas a las que se considera necesitadas de una especial protección y reeducación, punto que se determina en el COC, se quedan irremediablemente bajo la mano tutelar del Patronato. Parte de estás chicas presentan importantes perturbaciones síquicas, pero, en general, este punto no es tenido en cuenta y estas muchachas son destinadas a los mismos centro en los que se encuentran otras, mentalmente sanas, ante las que las familias, y luego el Patronato, han considerado que observaban una conducta irrégular.

La mezcla indiscriminada entre unas y otras comporta forzosamente una serie de problemas que alteran la convivencia entre las internadas, dificultades que provienen del inadecuado fúncionamiento de la institucción. Una de las asistentes sociales en contacto con EL PAIS simplificó el problema de las jóvenes deficientes mentales con la siguiente frase: «Si están locas, las mandan al Alonso Vega, y si no se suicidan». Este es el trato especial que las internas pueden esperar.

La vida que las chicas realizan en los centros tampoco parecen especialmente adecuadas para la adaptación de las muchachas a la sociedad. El caso más sangrante de la actividad de las internadas lo constituye el del colegio de Collado Villalba. Las chicas que aquí habitan tienen en común haber sido rechazadas por los restantes centros debido a que, en general, son las más propensas a grandes depresiones, ataques de histeria, intentos de suicidio; puntos estos que hacen muy difícil la convivencia. Paradójicamente, las monjas encargadas de reeducar a estas chicas son las que presentan el índice cultural más bajo. La mayoría de ellas no han rebasado la enseñanza primaria. Las actividades que se realizan en este colegio se reducen a unos cursillos de secretariado del servicio de Promoción Profesional Obrera (PPO), que se inician en noviembre y finalizan en abril, y a los que asisten, previo pago, chicas del pueblo de Villalba. Aquí se da el caso de que las chicas internas, muchas de las cuales no dominan el castellano, reciben clases de inglés, clases que, evidentemente, son incapaces de asimilar, lo cual multiplica su estado de frustración.

El resto de chicas, consideradas como totalmente incapaces para asimilar cualquier conocimiento, pasan su tiempo realizando trabajos manuales consistentes en doblar pañuelos o montar cajas de algún producto comercial que después se vende a las fábricas.

El resultado de estos intentos de adaptación es el alto porcentaje de chicas que intentan suicidarse y aumento progresivo de sus crisis nerviosas.

Las escasas e inadecuadas actividades cotidianas, falta de trabajo creativo y el mal acondicionamiento de los centros, unido al alto número de oficios religiosos a los que, con carácter obligatorio, tienen que asistir las internas, hacen que la vida en los centros del Patronato sea especialmente dura para chicas que presentan problemas de adaptación.

El personal seglar que trabaja en los centros está formado por visitadoras y asistentes sociales. A las primeras no se les exige ninguna titularidad para trabajar. El único requisito que deben cumplir es poseer espíritu apostólico.

Funcionamiento del Patronato

El Patronato de Protección de la Mujer es un organismo dependiente del Ministerio de Justicia. Su origen data de 1902. Fue disuelto durante la República, para reaparecer en 1941. Su fin es «velar por la moralidad pública y, muy especialmente, por la de la mujer».Su funcionamiento depende de una Junta Central integrada por una presidencia de honor, dos vicepresidentes, un secretario general, un tesorero, un consiliario designado por la Iglesia, diez vocales de libre designación ministerial y diez vocales natos: el obispo de Madrid-Alcalá, un representante de la Delegación Nacional de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, la presidenta de la rama de mujeres de Acción Católica, el capitán general de la primera región, los subsecretarios de. Gobernación (Interior) y Justicia, los directores generales de Seguridad, Sanidad, Prisiones y Trabajo, el, presidente del Consejo Superior de Protección de Menores, el fiscal del Tribunal Supremo de Justicia, el presidente de la Federación de Hermandades de San Cosme y San Damián y los presidentes de cada uno de los patronatos centrales de Redención de Penas por el Trabajo de Presos y Penados.

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