Militancia y ternurismo en la sección "a concurso"

Ayer la jornada de competición estuvo dedicada, en su doble sesión, al cine hispanoamericano.A juzgar por el filme presentado en primer lugar por Venezuela, la cinematografía de este país progresa rápidamente, si se compara esta película con intentos anteriores. Luis Correa, con una amplia trayectoria de militante político, periodista y cineasta, ha volcado su vocación múltiple en Se llamaba S. N., historia basada en la novela de José Vicente Abreu. La película coincide en cierto momento con La question, en su denuncia de ciertos modos de tortura, aunque luego la acción continúe por otros derroteros. Incluso los procedimientos son idénticos, aunque bajo la dictadura de Pérez Jiménez.

Es un mundo que el realizador debe conocer bien, este de la prisión, las imprevistas detenciones o los pactos políticos en las celdas de la cárcel, pues toda la acción que tiene como fondo dicho ambiente es lo mejor del filme. No así los personajes individuales, en los que se resiente del bajo nivel de los actores, más habituados, se diría, a los viejos melodramas teatrales.

La primera mitad es la mejor. La llegada al campo de concentración, la decisión de renunciar a la política a cambio de la libertad no demasiado bien explicada y un final precipitado impiden redondear una historia que, aun dentro de su corte elemental, se inicia bajo signos prometedores.

Ternurismo

El cine popular, como se sabe, tiene sus riesgos, y Sergio Renan no ha sabido, o no ha querido, salvarlos en su adaptación de la novela de Conti titulada Alrededor de la jaula. La historia original, más rica que esta filmada en la que el lenguaje queda reducido a poco menos que los diálogos. ha perdido gran parte de su personalidad y estilo y, por supuesto, eficacia, encarnada por una serie de actores que en ningún momento saben dar la medida de esa verdad popular, empezando por su inexpresivo protagonista.

Una absurda propensión a las lágrimas, a empeñarse en que el mundo es en definitiva de los buenos y honrados, hacen que un cuento de cierto aliento poético se convierta en comedia lacrimosa, desmayada y blanda. Lo único vivo en ella es e¡ lenguaje, donde reconocemos el país, los barrios, así como alusiones al zoo, o la casa del viejo y el niño. La enfermedad, la muerte o el amor entre adolescentes, tampoco añaden nada nuevo. Sólo alguna canción, ciertas secuencias al aire libre, a la sombra de escenarios improvisados, aparecen con convicción, ya que no con eficacia.

Si el filme argentino del año pasado bordeaba el folletín, el del presente cae de lleno en el melodrama. Quizá su público lo acepte, pero el cine es espejo de la vida, de una sociedad, y en los casos de Venezuela y Argentina, al menos en lo que al Festival se refiere, los resultados parecen venir a confirmarlo.