Las bordadoras de la vida y de la muerte
Las arpilleras chilenas se exponen en Madrid
Junto con el museo itinerante Salvador Allende se exponen en Madrid las arpilleras de la resistencia chilena. A las mujeres que las han bordado, y por las historias que van contando en un arte popular, inocente y terrible, se les ha llamado las bordadoras de la vida y de la muerte. Esta es la historia de ese pequeño taller, que empezó siendo un grupo de lavanderas y ahora es un símbolo de la supervivencia en el Chile de Pinochet.Al amparo de la Iglesia Católica y de sus bolsas de trabajo, cuatro mujeres montaron, en Santiago de Chile y en 1975, un taller de lavandería. Sus maridos estaban, a veces, presos, otras desaparecidos y otras parados. Las condiciones de vida eran difíciles: faltaba trabajo, los precios eran cada vez más caros, estaban cargadas de hijos. Una señora, cuyo nombre permanece oculto, les ayudó a conseguir el lo cal, las artesas de lavar y las clientes. Cuando esta señora tuvo que salir de Chile, las cuatro lavanderas vieron empeorar su situación. Entonces es cuando alguien llegó con la noticia de las arpilleras. Y empezó a funcionar un taller de trabajo donde antes estuviera la lavandería primitiva, que fue creciendo. En 1976 había ya diez talleres de arpilleras, con un buen número de grupos de trabajo. La Iglesia Católica chilena, que cana liza la solidaridad con los trabaja dores parados, cada vez crecientes, se ocupó de extender y comercializar las arpilleras. Luego el Museo de Solidaridad Salvador Allende las ha expuesto en varios países, y La Casa de las Américas, también.
Como la idea, surgida en una de las vicarías zonales. había aparecido a la vista de los célebres borda dos de Isla Negra, que Pablo Neruda popularizara, y enlazaba con las bellas historias contadas en lana por Violeta Parra, y que fueron expuestas en el Louvre, las bordadoras del primer taller de Santiago comenzaron bordando en lana Más tarde, como el trabajo en lana se encarecía, recurrieron a los recortes y retalillos de telas, que ofrecían, además del precio del desperdicio, la simplificación del trabajo. Al margen, la imaginación de cada bordadora puede complicar y adornar infinitamente las telas.
También se fue complicando el modo de trabajo, a medida que eran más las mujeres que buscaban su sustento en las arpilleras. Ahora bordan en grupos de veinte, supervisándose ellas mismas, en reuniones plenarias en que se unifican los temas y se corrigen los errores, y con seis de ellas funcionando como inspectoras. El dinero es reembolsado a la bordadora, tras la venta de su tela, pero ésta entrega un 10%, que pasa a un fondo común: de ahí salen los materiales, los adelantos en los momentos duros, las ayudas.
De los talleres salen también las nuevas monitoras, que van extendiendo este trabajo artesanal por todo Chile. Luego, las vicarías eclesiales se encargan de ensanchar los mercados para estas telas. Y las organizaciones de. solidaridad. Pero mientras se exige disciplina dura y calidad en el trabajo, y, por supuesto, una cierta unificación en temas y criterios. Hay una elemental competencia entre ellas, y, pese a que ninguna tela es definitivamente igual a otra -aunque con cada diseño se bordan un montón de ellas-, el resultado es perfectamente reconocible: han conseguido, entre todas, una nueva estética.
Efectivamente, las que han sido llamadas Arpilleras del Hambre coinciden en los temas, en primer lugar. Cuentan la vida cotidiana del Chile de estos días y las preocupaciones de las mujeres que las hacen. A veces, se vuelven panfletatias llamadas, que preguntan, con nombre y apellidos, por hombres presos en los campos de detención, o que cuentan el momento en que fue llevado a la comisaría, o el interrogatorio que sufrió. Otras, hay escenas familiares, rincones de la ciudad o el campo, escenas de oficios y trabajos. Para contar historias, las mujeres han redescubierto a veces el cómic, y en una misma arpillera bordan las viñetas que, dejan transcurrir el tiempo.
Los colores oscuros expresan tristeza, y un azul puede hacer sentir la desolación, mientras otro transmite la serenidad.
Babelia
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