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El pensamiento literario de Trotski

Hoy se cumple el 37º aniversario de su muerte

«Toda la libertad para el arte, es la consigna que Trotski impuso contra los recelos de André Bretón, a la hora de redactar su, Manifiesto por un Arte independiente. Este manifiesto, que marcaría por un lado la vertiente revolucionaria del surrealismo y el desmarcarse de este movimiento del estalinismo, después de que sus campos fueran expulsados del Partido Comunista Francés, pretendía reunir sobre la base de la libertad de creación, que entonces aparecía en entredicho por las doctrinas del realismo socialista, una internacional de artistas libres. Firmado por Bretón y Ribera, que sustituía al redactor Trotski, por razones tácticas -lo cuenta fascinado el líder surrealista en La clé des Champs-, mostraba por una parte, las obsesiones organizativas de Trotski, y por otra, su extraña necesidad de relacionar los principios, las grandes ideas madres, con la realidad inmediata. De alguna manera, ahí y en cada uno de sus textos literarios, que en su día fueran publicados para la supervivencia de los numerosos exilios en revistas extranjeras a la Rusia natal, se va a traducir la observación atenta y desprejuiciada de los textos y los autores y la interpretación aguda, sobre la base de una comprensión dialéctica, esto es cambiante, del mundo y de la Persona.Bretón, que todo hay que decirlo, aportaba un camino original y nuevo, que no ha dejado de funcionar en lo que de arte existe: el surrealismo supone aceptar la existencia de lo inconsciente en el arte, de que el mundo social y persona a desde el trabajo del artista le convierte casi en medium del misterio, a una transmisión que intenta sacar las artes de las academias y de las copias de la naturaleza o la sociedad, para abrirlas a cambiar la vida. A convertir la vida misma, y no sólo, el arte, en suprema expresión de la libertad del hombre. El trotskismo añadió a esto el medio: la revolución proletaria internacional. Y no es difícil encontrar, antes de 1938 -fecha de la firma y redacción del Manifiesto-, en uno y en otro autor la confluencia que les llevaría a esas discusiones apasionantes que tuvieron lugar en Coyoacán, en la casa posteriormente amurallada en que acabaría muriendo, hoy hace 37 años, de manos de un es pañol adiestrado por Stalin, el viejo León Trotski.

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Sin prejuicios

Dos de los textos más conmovedores recogidos en los escritos de Trotski Sobre Arte y Revolución, son los que se refieren al suicidio de Esenin -que vale también para el de Maiakovski, para tantos exilios mas o menos voluntarios, y para muchas locuras-, y a los escritos de Celine. En el primero, Trotski lamenta que la dureza de las condiciones revolucionarias no haya podido ser superada por el poeta, de frágil sensibilidad. Anuncia, en profecía y comprensión, que un día el hombre dejará de ser el lobo para el hombre. Y, lo que es más importante, culpa a la sociedad rusa de los primeros tiempos de la revolución de la muerte de Esenin; llevada por su mano, porque no es capaz de ofrecer, todavía, ese mundo por el que impacientemente han luchado también, desde la pluma, a veces, desde el difícil papel de compañeros de viaje, y desde las trincheras, ese grupo de bohemios futuristas, a los que fue capaz de criticar con dureza pero de dar el papel que sus tareas artísticas merecían en el seno mismo de la revolución. Es decir, el Trotski que entonces es una de las cabezas de la Rusia militarizada, que pasea en el tren blindado de la guerra civil, que reprime con dureza opciones seguramente revolucionarias e indisciplinas que no duda en castigar, no sólo desprecia el trabajo de los artistas, sino que prefiere, con una especie de gusto instintivo, aquellos que más tarde serían calificados de decadentes y pequeño burgueses, y,deja bien claro que precisamente por ahí, por la investigación formal y el cuidado artístico, van los caminos de la revolución del Arte. El segundo artículo, el que se refiere a Celine, califica a este hombre huraño y derechista como una de las mentes más corrosivas de la literatura contemporánea. Su actitud individualista y ácida, cercana al sadá, le va a llevar a escandalosas declaraciones políticas, que más tarde le relacionarán con los colaboracionistas franceses del nazismo. Pero su literatura -y eso es lo importante a la hora de leer- sigue siendo corrosiva, desmontante, monstruosa. Y por ahí -de la mano de reaccionarios como Pound, Celine,,o el actualmente controvertido Borges-, va, muchas veces, la revolución en el Arte.

Esta lectura sin prejuicios, que es capaz de analizar y entender, se corresponde con una noción de libertad, y de partido, algo distinta de la del resto de los bolcheviques, y le lleva, desde el principio, a liberar al Partido y a las organizaciones parapartido, de cualquier tarea de censor o siquiera, de opinador. El arte se combate desde el arte. Y los artistas han de conservar toda la libertad. (A la propuesta de Bretón, «dentro de la revolución, todo, contra la revolución nada», dicha en palabras de Fidel Castro, Trotski opuso una duda respetable: ¿quién habrá de definir lo que es lo revolucionario?)

Un personaje fascinante

Esta complejidad de persona y pensamiento se completa con una -cultura muy extensa -desgraciadamente no compartida por la mayor parte de sus camaradas-, y una pluma ligera y ágil. En los textos sobre España, y particularmente, en esas cartas redactadas a su fugaz paso por la península, se ve al escritor que pudo ser: los retratos fuertemente expresionistas de este país, que entonces era campesino y pobrísimo, o las imágenes pintorescas de su conducción carcelaria, el corto pero intenso conocimiento, casi turístico, de sus gentes, que recuerdan pinceladas solanescas y que van a intervenir, más tarde, en su visión política de este país, en sus críticas feroces al izquierdismo de los pocos trotskistas españoles del POUM. O al oportunismo de sus ilusiones democráticas.

En suma, se trata de un personaje que todavía fascina, casi cuarenta años después de su muerte, incluso a sus enemigos. Que despierta, por su actitud moral y personal combativa, agresividad, recelos o devociones casi no críticas.

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