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El pan y la libertad

A principios de este siglo, en la España verdaderamente subdesarrollada que sirvió, entre otras cosas, como paisaje y paisanaje a la líteratura testimonial y descriptiva del 98, una subida del precio del pan originaba manifestaciones que apedreaban los escaparates de las panaderías. Era la subida del entonces alimento principal incitativo de fuerza superior, para la huelga.Han cambiado ahora muchos los tiempos. Primero porque el «descubrimiento» o la artimaña para subir el precio del pan sin tocar la cifra monetaria que se paga por cada kilo, pero reduciendo el número de gramos de un kilo, no es invención de ahora. Repase, quien quiera el Boletín Oficial del Estado y comprobará que los kilos de pan de menos de mil gramos son una de las invenciones más notables del pasado régimen. Y, en segundo lugar, porque afortunadamente -por cuanto es índice de mejor nivel de vida- el consumo de pan no registra proporciones crecientes.

¡Decrétese, de una vez, la libertad del establecimiento industrial en la fabricación del pan y, entonces, hablaremos! Porque hablar con las centrales sindicales sin haber establecido la libertad del pan -en todas sus escalas, fabricación, modelos o tipos, precios, etcétera...- es una palmaria incongruencia. Defensa de los consumidores -los únicos que tienen razón- no aparece por lado alguno. ¿A quién se defiende entonces?

No menos desafortunada es la apelación del Gobierno Civil de Madrid al capitán general, en funciones, de Madrid. Por respeto profundo al Ejército -respeto del que nos sobran pruebas en las columnas de ABC- éste es un recurso impertinente y ridículo. El Ejército fabrica pan en circunstancias de gravedad extrema, en circunstancias bélicas. Y ahora, ¿contra quién luchamos? ¿Qué guerra tiene emprendida España?

17 agosto

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