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Italia y Francia pueden vetar la entrada de España en la Comunidad

Juan Cruz

Las dificultades para reformar la política agraria de la Comunidad Económica Europea (CEE) de manera que satisfaga a italianos y franceses podría conducir a un veto a la entrada de España y Portugal dos de los tres países mediterráneos que han pedido el ingreso.

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En un informe que acaba de publicar la revista británica The Economist se analizan las distintas posturas de Francia e Italia y las diferentes alternativas que se le presentan a la Comisión Ejecutiva de la CEE para llevar a cabo una reforma de esta política agraria.Una de las conclusiones del informe incluye la posibilidad de que Italia y Francia hagan uso de su derecho de veto ante la inca pacidad comunitaria, de adaptar su estrategia agrícola a la competencia de nuevos miembros. Todas las alternativas de reforma que están ahora ante la Comisión son muy difíciles de cumplir, satisfactoriamente para todos los miembros actuales y futuros.

Francia levantó recientemente sus reservas con respecto a la petición de ingreso de Grecia porque Roy Jenkins, el presidente de la Comisión de la CEE, había prometido que para este otoño la política agraria de la Comunidad sería revisada convenientemente, de cara a la inminente ampliación.

Ahora, según The Economist, los que trabajan con Jenkins en Bruselas «se lamentan de que el presidente hubiera prometido tales reformas», porque la CEE «tiene muy pocas ideas».

Una reforma imposible

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La media docena de alternativas que tiene Jenkins ante sí para ablandar a italianos y franceses incluyen elementos, como el proteccionismo, que no satisfacen a sus propios ayudantes comunitarios, y otras soluciones a las que España y Portugal serían refractarias.

En primer lugar, la Comunidad podría subir los precios agrarios. «Esta es la alternativa menos aceptable », afirma The Economist: incrementaría los ingresos, pero aumentaría las existencias de alimentos y de vino. El precio del vino ya es demasiado alto. La producción ha subido en un 2,5 % al año y el consumo ha descendido en un 0,8 % solamente. En 1985, y en las condiciones actuales, la producción de «vino ordinario» en la CEE sería de un 30 % por encima de la demanda. La subida de precios resultaría gravosa, asimismo, para los nueve, porque ellos también tendrían que pagar esos precios a los nuevos miembros.

Podría aumentarse la productividad, estimulando la mecanización y la inversión en la agricultura. Pero esa modernización disminuiría los puestos de trabajo, un problema ya grave en el sector. Por otra parte, cualquier ayuda a los agricultores franceses e italianos tendría que ser compartida por españoles y portugueses.

Tercera alternativa

Una tercera alternativa es la de diversificar las cosechas. « Los agricultores mediterráneos-dice el informe del semanario británico- serían animados para que produjeran variedades más especializadas, como vinos de calidad y frutos fuera de temporada. » Así se estimularía un mayor consumo de productos agrarios. Asimismo, estos agricultores mediterráneos podrían cosechar cereales y piensos animales. Pero la inversión tendría que ser muy alta, sobre todo para cubrir los gastos de riego, que en el Mediterráneo serían mucho más altos que en los países norteños de la CEE.

Los problemas agrícolas podrían compensarse también con la creación de empleos industriales. Sin embargo, la presencia de cinco millones y medio de desempleados en el seno de la Comunidad actual hace muy difícil que los agricultores que se dedican a abandonar el campo hallen lugar en sectores que ya están suficientemente deprimidos. El desarrollo del turismo -añade The Economist- podría ser otra solución que compensara las economías mediterráneas en el caso de una ampliación de la CEE, pero los efectos de ese desarrollo se concentrarían casi exclusivamente en las costas.

La quinta alternativa que la Comisión de la CEE podría considerar es la proteccionista. «Según esta política -dice la revista británica-, los agricultores españoles no podrían competir en las mismas condiciones que el resto de los miembros del Mercado Común. Para impedirla competencia en condiciones de igualdad se podrían imponer precios altos mínimos o cupos de impor tación en el área de la CEE.» Si una alternativa como esta se pusiera en funcionamiento, España (y los otros países, que están in tentando integrarse en el club europeo actual- perdería los beneficios principales de ser miembro del Mercado Común. Por otro lado, los precios agrícolas se mantendrían altos innecesariamente y la CEE se vería obligada a cambiar su política con respecto a países más pobres, sobre todo al norte de Africa.

No hacer nada

Aún así, señala The Economist, las medidas proteccionistas son las que mejor sentarían a franceses e italianos.

Ninguna de las cinco alternativas precedentes parece la mejor solución, sobre todo para los que quieren integrarse en la Comunidad. Una sexta sería la de no hacer nada y dejar como está la estrategia agraria de la CEE. Eso podría garantizar el veto de Francia e Italia a la entrada de nuevos miembros. Por tanto, los que en la CEE son partidarios de la ampliación tendrán que estudiar con urgencia las que The Economist llama «opciones intragables» de reforma de la Common Agricultural Policy en el plazo de un año.

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