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Reportaje:

Ciento cuarenta millones de votos femeninos

A juzgar por el tono que habitualmente utilizan los exégetas del Mercado Común Europeo y de la idea comunitaria, podría decirse que el tema el sólo cosa de hombres. Datos, cifras, aranceles, contingentes..., son los vocablos más repetidos en los documentos comunitarios, manejados habitualmente por individuos pertenecientes al sexo masculino.Sin embargo, 140 millones de mujeres viven en los países de la Europa comunitaria y son partícipes, teóricamente, de todos los esfuerzos que en el orden social, político y económico realizan los nueve. La fuerza real de las mujeres en la Europa actual, dominada, como en la totalidad de los países del mundo, por sentimientos machistas, está aún sin explotar, y, lo que es peor, sin investigar.

La incorporación a una comunidad de naciones cultural y socialmente más avanzadas, como es el trance español de cara a la CEE, no supone en absoluto el descubrimiento de mundos ignotos, sino la adaptación de realidades latentes a lo que es común más allá de unas fronteras.

En España, donde cuarenta años de ostracismo cultural y social han ocultado, que no impedido, múltiples manifestaciones de progreso humano, los movimientos reivindicativos de la figura de la mujer en la sociedad moderna han proliferado como los hongos. Con mayor o menor fortuna o acierto, las mujeres, la inteligencia femenina ha surgido con especial fuerza, reclamando a la sociedad el reconocimiento igualitario de unos derechos muy a menudo vilipendiados.

Nuestro alejamiento de lustros de la CEE no nos distancia de los países miembros, sin embargo, en muchas cosas. Uno de ellos es el planteamiento del papel de la mujer en la sociedad moderna.

Quizá interese, de cualquier forma, que las mujeres españolas sepan los vientos que corren sobre el particular en esa Comunidad de países a la que España ha solicitado adhesión formal el pasado 28 de julio.

La «condición femenina»

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Aunque los expertos de la Comunidad Económica Europea en cuestiones sociales reconocen que la CEE no se ha planteado aún en profundidad temas que son objeto de vivas polémicas en algunos países miembros, como el divorcio y el aborto, no por eso sienten temor al declarar que ambos aspectos de la vida de la mujer no son sino consecuencias directas de otra serie de próblemas más profundos: la privación secular de derechos políticos, la incapacidad jurídica frente al hombre, la discriminación en los estudios o en el trabajo.

Una reciente encuesta realizada por los servicios de las Comunidades Europeas, con ocasión del Año Internacional de la Mujer, demostró que la gran mayoría de los europeos consultados reconocían que la mujer ocupaba una posición de desventaja con respecto al hombre en la sociedad europea, sobre todo en aspectos profesionales y jurídicos. Sin embargo, la misma encuesta demostró que muy pocos creían que, en la hora actual, existiesen más dificultades para las mujeres que para el hombre a la hora de organizar su vida personal de manera independiente.

En el aspecto político, la mayoría de los europeos (excepto en Bélgica, Luxemburgo y Alemania, donde las opiniones están muy divididas) opinan que la mujer tiene perfecto derecho a pasticipar activamente en la vida política, sin ningún tipo de discriminación.

La encuesta constató, como resumen, que no existe un grave conflicto entre hombres y mujeres en la hora europea actual, puesto que las opiniones sobre el papel de la fémina en la sociedad son muy parejas entre ambos sexos. Donde sí se aprecia diferencia (y quizá en España se haya observado este hecho con especial énfasis en los últimos meses) es entre generaciones, entre las militantes del cambio, por una parte, y las opuestas a cualquier cambio, por otra.

Las discriminaciones existen

Sin embargo, a pesar de los buenos propósitos demostrados en cualquier país de la Europa moderna, las discriminaciones por razones de sexo siguen existiendo. Según estudios recientes, la mitad de las mujeres de los países miembros de la CEE trabajan. El 56% de este volumen lo hace en los servicios, el 31,2% en la industria y el 12,9% en la agricultura. A las mujeres siguen estando reservados, por tanto, los puestos de trabajo más típicamente femeninos. En Francia, de más de ocho millones de mujeres que trabajan, sólo 40.000 ocupan puestos de responsabilidad superior; en Italia, el porcentaje en idéntico caso es tan solo del 0,3% sobre cinco millones y medio de mujeres trabajadoras.

A nivel de salarios, las discriminaciones son igualmente notables. Si en Alemania un hombre gana, por una hora de trabajo en la industria, el equivalente a trescientas pesetas, la mujer gana, por idéntico rol, 210. Las diferencias son aún más grandes en los países del Benelux y ligeramente inferiores en Francia.

.Como tampoco se trata de abrumar con datos ni cifras, los anteriores dan una idea de que, a pesar de las manifestáciones ostentosas sobre los tratos igualitarios y la idéntica consideración de los papeles masculino y femenino en la sociedad de la Europa de hoy, los hechos demuestran que la realidad es muy diferente. Sigue habiendo discriminaciones por razones de sexos, que en unos casos son más graves que enotros. En España, de cualquier manera, serán precisas reformas importantes de nuestros códigos para, al menos, adaptar la letra de nuestras legislaciones a las del resto de los países europeos. Porque aquí, aun cuando existen muy parecidas diferencias de trato entre hombres y mujeres a la hora del trabajo, del estudio o de la remuneración, los jueces pueden condenar a graves penas de privación de libertad a una mujer acusada de adulterio, y declarar inocente a un hombre por idéntico delito.

Los objetivos europeos

En un reciente documento, considerado como de trabajo por los expertos de la CEE, se establecían los siguientes objetivos prioritarios de la Comunidad en el tema de la mujer:

- Eliminación de las discriminaciones que sufren las mujeres en materia de salarios.

- Promoción del empleo femenino, a todos los niveles.

- Planteamiento de una política familiar que permita a las madres la libre elección entre las actividades domésticas o el trabajo exterior.

- Mejoras en la situación de las mujeres en materia de asistencia social: maternidad, enfermedad, invalidez...

- Políticas de consumo adecuadas para los niveles de vida de cada país.

- Igualdad de acceso entre mujeres y hombres a la vida política, a los bienes de la cultura, a los trabajos de responsabilidad.

- Conciliación de las actividades familiares y profesionales, mediante la adecuada estructuración de lbs regímenes laborales.

- Impulso a las instituciones relacionadas con la maternidad: guarderías, escuelas, centros para subnormales.

El programa no es especialmente avanzado ni novedoso. Pero sería suscrito íntegramente por la mayoría de los movimientos reivindicativos femeninos existentes en nuestro país. Si no existe, pues, como está demostrado, una comunidad de intereses entre España y la CEE, sí hay una comunidad de aspiraciones en temas de profunda trascendencia social, como el del papel de la mujer en la sociedad moderna.

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