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Nuevos filósofos, viejos inquisidores

Fernando Savater

Uno, en principio, no siente excesiva simpatía por los llamados noveaux philosophes. Libros un poco demasiado serios, descubrimientos triviales en terminología pomposa, asfixiantes guiños para entendidos del barrio Latino, autocomplacencia dolorosa y cierta perceptible mediocridad «a la francesa». Pero, además, hay otras cosas, cosas que uno se alegra de ver escritas, verdades como puños (como puños cerrados y en alto) y algo de inoportunidad de lo más oportuna. Vaya lo uno por lo otro. Pero, sobre todo, está el tipo de indignación agresiva que provocan: en EL PAIS del pasado miércoles tuvieron ustedes un botón de muestra. Los mecanismos de «denuncia» que se ponen en marcha contra ellos confirman sus protestas contra el Goulag teórico de la izquierda, más eficazmente que cualquier otro alegato. Veámos cómo.Se dice: «La nueva filosofía es una operación mercantil, un puro negocio editorial.» Sin duda que lo es. Pero ni más ni menos, por ejemplo, que lo ha sido y lo es el marxismo, sin ir más lejos. Sólo que en Francia ya está un poco pasado. Pero en España no hay cosa que mejor se venda y no hay editorial que prescinda de lanzar su Lenin, su Trotski o su Rosa Luxemburgo; incluso, risum teneatis, su poquito de Mao... Un par de docenas de revistas marxistas publican artículos intercambiables y sostienen enconadas polémicas, tan relevantes dentro de cincuenta años como hoy lo son la disputa entre jesuitas y jansenistas. Negocio floreciente. Y no vale acudir al valor intrínseco de la cosa, que es precisamente lo que se obvia cuando se denuncia la mercantilización del asunto. Cuando uno entra en el mercado, hay que apechugar con sus variaciones y su competencia. No vale proclamar que si el otro vende es porque forma parte de una operación comercial, mientras que el éxito editorial propio se debe a que uno responde a las íntimas necesidades de la cultura popular...

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Quiénes son los "nuevos filósofos"

Se dice: «Son los nuevos giscardianos, el último tizón contra la izquierda.» Muy probablemente. Pero ¿es tan respetable la izquierda como para que sea punible arrojarle tizones? Es tan excelente su programa, tan antiautoritario su proceder, tan inconfundible con lo que hay, tan esperanzadora su trayectoria? ¿No son las declaraciones de los líderes izquierdistas españoles sobre la homosexualidad o la censura manu militari de Mitterand contra el CERES más antiizquierdistas que las declaraciones de los nuevos filósofos? ¿Es tan clara la vía revolucionaria de¡ socialismo marxista? Y si lo que cuenta es el mal menor, lo posible, el bienestar, el pragmatismo, la permisividad y el ir tirando -como parece pensar la izquierda europea- entonces ¿por qué no ser giscardiano y dejarse delicadamenW decepcionar?

Montaje mercantil, giscardianos y aún más: que no es fácil saber lo que es pero suena a curas y a cosa punible. Esto dispensa de hacer el más mínimo esfuerzo por entender. Se les puede deformar, manipular: ¡a la pouhelle de I'Ili.vioire, al Goulag teórico con ellos! Y así, en su artículo del pasado miércoles en estas páginas, Mercedes Allende Salazar ajusticia tranquilamente el libro UA nge, de Lardreau y Jambet, diciendo, por ejemplo: «... Dios, que Jambet y Lardreau llaman AngeloSeñor .. », cuando en dicho libro el Angel es exactamente lo opuesto al Señor, el rebelde frente al amo dominante, el Satán de Milton, contra Dios. Pero qué más da, cosas de giscardianos. Y sigue, citando un texto, en el que se asegura que el esclavo y la mujer están desprovistos de razón en cuanto tales y que en cuanto tales sólo pueden disparatar cuando hablan de su condición. De aquí se saca, según Mercedes Allende, que Lardreau y Jambet cortan la lengua a la mujer y a la clase obrera, para que sólo hable y razone el Señor. Lástima que nocopie la línea que sigue a su cita, en la que se lee: «La apuesta que quiero mantener contra Freud, que hay un discurso autónomo del rebelde, no podrá ser mantenida más que si hace irrupción hoy un discurso inaudito -incluso aunque siempre se haya mantenido-: el de los sinrazón.» Para Mercedes Allende, los autores de L'Ange niegan la razón a la mujer o al obrero, para pensar en su lugar y es de suponer - contra ellos. En realidad, el libro citado proclama su odio al pensaralento, al proletariado o a lit mujer, como inventos del discurso del amo contra el que hay que suscitar el indefinible y anti-racional clamorde los «pobres de espíritu», de¡ Angel oprimido tras esas categorías. Todo el artículo de Mercedes Allende, se piense lo que se piense de¡ libro citado, es un puro ejercicio de lo que en tiempos de Sartre se llamaba «mala í'e». Perocomose trata de un montaje comercial, tampoco hay que esi'orzarse más...

¿Puede pensarse el Poder? ¿Es imaginable una sociedad cuya cohesión no esté garantizada de modo coactivo? ¿Puede razonablemente esperarse algo cualitativamente distinto al Estado que conocemos? En caso de que la razón nos desahucie, ¿deberemos -podremos- abandonar la razón? Estos temas se abren paso desde la reacción contra Hegel, desde Nietzsche. La unión de Hegel con Freud ha producido en Lacan una nuevay solidisima fundamentación del dominio. Se intenta pensar contra ella. El marxismo no sólo no basta como vía para comprender -y atacar- el mecanismo del Poder, sino que en buena medida obstaculiza tal comprensión. Es ya poco más que una teoría de la conquista del Poder y de su reproducción; ha llevado a excesos y sangrantes opresiones que es insostenible seguir atribuyendo sólo a abusos personales o desviaciones interesadas: nacen en la raíz misma de la teoría y ahí hay que combat 1 rias, como Hércules estrangulo) a la serpiente que asediaba su cuna. Los rebrotes de lenguaje teológico o poético en el ámbito de la teoría, las fórmulas chocantemente anti progresistas, todo ello forma parte de¡ intento de alcanzar un nuevo lenguaje filosófico, un nuevo instrumento para seguir debatiéndonos en lo eterno. Los nuevos flósofos franceses I'orman parte de este combate contra el cierre de¡ horizonte teórico, aunque no sean, a mi juicio, ni lo más atinado ni lo más profundo de tal esfuerzo por desmentir la voz del amo. Su mayor logro ha sido, quizá, el desenmascaramiento de los inquisidores que se han desatado contra ellos. Por el momento, sigue inalcanzado el ideal flosófico que tan bien expresó Karl Kraus: «Ante todo, es preciso que la perfección de las instituciones humanas llegue a ser tal que podamos meditar sin perturbaciones sobre la imperfección de las instituciones divinas.»

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