Los rehenes
Mientras haya presos políticos hay guerra civil, porque los presos son como rehenes, y un Gobierno que mantiene rehenes es un Gobierno beligerante. O sea, que sigan presos.Y digo, sigan presos, porque sin una moral de victoria no se puede gobernar, y el Gobierno, que no ha sacado muy fortalecida de las elecciones su moral de victoria, en algo tiene que apoyarse. Yo creo que lo que mantiene todavía en la cárcel a los últimos presos políticos no es cautela, sino la inercia. Todos hemos sido acuñados en una moraI de guerra civil, y en la guerra un rehén vale casi tanto como una caritimplora de agua.
Así que el Gobierno se resiste a vaciar las cantimploras y a vaciar las cárceles. Los últimos presos políticos van adunando así un valor simbólico de últimos trofeos dé una victoria de hace casi medio siglo. Aunque a todos ellos se les ha detenido luego, mucho más tarde, no dejan de ser la carne de vencido que alimenta la mazmorra de la victoria.
Londres es menos Londres desde que en la Torre de Londres ya no hay nadie disfrutando el confort del potro de tortura o la silla de pinchos. Se estrenó en España la obra de Buero Vallejo sobre la tortura cuando parecía que aquí ya no se torturaba a nadie, pero la doble historia de la tortura sicológica es una cosa que está ahí, vigente, y de vez en cuando me echan el teléfono los de la extrema izquierda, o los familiares de presos políticos, me asaltan en una cafetería o en un taxi, para que hable del tema. Un día de éstos voy a ir a cenar a casa de Ramón Tamames, para celebrar lo del escaño y el santo de su señora, que las alegrías nunca vienen solas, y a ver si me acuerdo de preguntarle, hombre, cómo ve él la cosa de los presos políticos.
A mí me parece también que, así como Inglaterra perdió un Imperio cuando perdió seguridad en sí misma, la seguridad que le daba tener condenados en la Torre de Londres, la España del Imperio hacia Dios perderá su decisión histórica cuando pierda al último preso que salga con su hatillo de Carabanchel.
A propósito de Ramón Tamames, recuerden ustedes lo que dijo Fraga cuando le tuvo en la cárcel con otros amiguetes:
-Estos son mis prisioneros.
Incluso un hombre tan seguro como Fraga necesita tener prisioneros para apuntalar su seguridad, como necesita saber que las truchas van a picar para no perder la fe ni el dominio en su técnica de pescador de trucha con mosca ahogada.
La galera de la democracia espafiola tiene que navegar las procelas de la Historia (que diría Azorín) llevando todavía en su vientre condenados a galeras. Grandes españoles estuvieron condenados a galeras, remando como forzados, en el gran siglo español, y España era grande y tenía un Imperio cuando guardaba, y azotaba rehenes de la antiespaña, que eso de la antiespaña no,es una cosa que se inventase Franco (Franco no inventaba tanto como dicen), sino que ha habido siempre.
Los presos políticos, ya digo, tienen un sentido de rehén, son el cimiento humano, que hace firme una sociedad autoritaria y represiva, como debe ser, y todo sistema de gobierno y opresión, llámese democracia orgánica o demofranquismo, necesita dos cosas para funcionar: rehenes, o sea presos políticos, y carisma. A Franco, el carisma se lo daba el brazo de Santa Teresa. El otro día. lo preguntó alguien en una reunión:
-¿Y qué ha sido del brazo de Santa Teresa?
-Se lo han devuelto a Santa Teresa, que ya era hora -dijo el conde de Lavern- (apócrifo, histórico y renovado como Murillo).
A Suárez, el carisma se lo daba Carmen Diez de Rivera, que era una Santa Teresa de izquierdas y con tejanos, Cuenta el gran poeta Eladio Cabañero que el equipo de fútbol de su pueblo, el Tomelloso F. C., fue a jugar a un pueblo vecino y se trajo rehenes. Los rehenes dan moral para ganar un campeonato regional y para gobernar. Suárez conserva sus últimos rehenes en la Torre de Londres de Carabanchel. Con el último excarcelado habremos perdido la moral de victoria, y sin moral de victoria no se puede gobernar. Sobre todo ellos.
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