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También en Pamplona fracasaron los pablorromeros

El pablorromero que abrió plaza era para echarse a temblar: un cárdeno oscuro de gran lámina, levantado, cornalón, veleto, quizá cornipaso. Estaba en la línea del hondo guardiola que inauguró la feria, y de los miuras del viernes, primero y sexto sobre todo: un castaño de gran arboladura y alzada descomunal y un cárdeno de cuajo apabullante, con un armamento desarrollado y astifino, de agujas vueltas, apuntando a las nubes, que infundían pavores.Toros así, y no más, serían los que le hacían pasar lo suyo al Tato y éste es el gran mérito de los diestros que se midieron con ellos, tanto como el motivo verdadero de que la lidia fuera espectáculo cumbre. Pero además de fachada los toros han de tener casta y fortaleza, dos características que les faltaron a los pablorromeros. De manera que la corrida de ayer en Pamplona tuvo muy poco de espectáculo en su mejor sentido.

Plaza de Pamplona

Cuarta corrida de feria. Cinco toros de Pablo Romero desiguales de presencia, serios, mansurrones, flojos. Los tres primeros, nobles; quinto, gazapón y sexto con poco recorrido, Y un sobrero (cu.arto), de Martín Berrocal, manso y sin fuerza. Curro Rivera: pinchazo hondo y descabello (silencio). Estocada (silencio). Dámaso González pinchazo, hondo y descabello (oreja). Pinchazo_bajonazo y tres descabellos (silencio). Luis Francisco Esplá: media atravesay descabello (ovación y saludo). Dos pinchazos, estocada desprendida y descabello (silencio). Lleno. Por primera vez en la feria lució el sol.

Por añadidura, las reses salieron desiguales. Dentro de la seriedad y las anchuras que son típicas de la casa y de las bien puestas cabezas, segundo, tercero y quinto eran correctos de trapío y nada más; el cuarto, gordo y feo, apareció con una cornada sangrante en un brazuelo y la presidencia lo devolvió inmediatamente al corral; un pavo fue el sexto, infundía respeto por su aparatosa cornamerite, amplia de cuna.

El segundo saltó al callejón, pero fue una babosa en el último tercio; manejables también primero y tercero; gazapeaba el quinto; el sexto punteaba por el izquierdo y se quedaba corto, como ocurrió con el sobrero, de Martín Berrocal, otro ejemplar serio y bien armado, aunque éste con menos recorrido aún, porque no tenía fuerza. En fin, fuerza les faltó a todos, de primero a último, y varios se cayeron. A mayor abundamiento hubo varios mansos y ningún bravo, de manera que la divisa azul y blanca fracasó en Pamplona, como en Madrid, apenas hace dos meses, lo cual da pena decirlo, dado su limpio historial. Pero así son las cosas.

No se crea que los toreros, por su parte, mejoraron el panorama. En sendos discretos y aseados trasteos quedó la actuación de Curro Rivera. Luis Francisco Esplá hizo un quite por faroles, puso siete pares de banderillas con muchas desigualdades -unos buenos, otros malos- si bien es cierto que encuentra toro en cualquier terreno; y con la franela desaprovechó la nobleza del tercero en una faena interminable, que pese a la variedad de muletazos que instrumentó no tuvo el menor interés, sencilla mente, porque le faltó calidad. Las triquiñuelas del oficio las conoce todas, y todas las empleó, pero público y afición esperamos más, mucho más, de un torero, cuando está en los comienzos de su carrera, es jóven, participa en ferias importantes y tiene la oportunidad de medirse con un toro boyante. En el sexto el lucimiento era imposible por las condiciones ya apuntadas del pablorromero, y estuvo voluntarioso.

El triunfo fue Para Dámaso González, con la babosa que salió en segundo lugar. La volvió loca y volvió loco al público, pues pegó pases inverosímiles por delante, Por detrás, circulares, altos y toda la gama. Con el gazapón, en cambio, se hizo un lío. La corrida en sí fue un lío por la suma de vulgaridades que en ella se sucedieron. Queden a salvo sin embargo, y con todos los honores, dos magistrales pares de banderillas de Oltra, en el segundo. Los de plata ejecutan esta suerte mejor que los de oro. Por supuesto que sí.

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