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Teatro de verano

Después del paso fugaz de la compañía Corral de Comedias, y con la sencilla reposición de Diez negritos, verdadero clásico del género policíaco y de la maestría urdidora de Agatha Christie, la cartelera madrileña ha entrado definitivamente en su compás de sesteo veraniego. Un erotismo de inteligencia modesta, un erotismo bronco y celtibérico, se ha apoderado de algunos de los escenarios. En uno de ellos -el Martín-, una idea argentina está obteniendo clamoroso éxito: la sesión continúa desde la hora del almuerzo. Poco tiene que hacer la crítica aquí. Ese poco consiste en tomar nota del desconcierto empresarial, de la debilidad de sus planes, de la nerviosa oscilación de las programaciones y del mimetismo abrumador de los vigilantes copiones. En esas condiciones, el balance de la temporada va a ser, por lo menos, algo desconcertante para los obsesos de la taquilla. Una franja de espectadores aculturizados se presenta, ciertamente, ante el reclamo de los erotismos propuestos. Muchos de ellos apenas cumplen ínfimas normas de la preceptiva teatral. Lo que dure esta barahúnda nadie puede saberlo, por ahora. Algún espectador quizá se quede prendido, para el futuro, en la atracción del escenario. Ya se verá.Por otra parte, la diáspora veraniega tampoco se presenta clara. Los montajes lujosos, complejos y de transporte caro o difícil, no van a facilitar los desplazamientos. Una comunicación más simple que ayer permite a grandes núcleos de aficionados provinciales desplazarse a Madrid durante el año y contemplar algún que otro espectáculo. El centralismo es un defecto del teatro mundial salvo en aquellos países en que la devoción del Estado o los municipios. ha permitido la organización de centros dramáticos de rango y buen hacer. Tibiamente, con su conocido criterio balsámico, los Festivales de España han comenzado a rodar sin grandes alharacas. Todo esto debe ser motivo de reflexión. Una época crítica Coincide con los males estructurales de nuestra escena. La cosa es tan seria que, como en la vieja y prudente expresión diplomática, es urgente esperar.

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