La Regenta, nueva reedición
La buena salud cultural de un país depende en gran medida de la habilidad con que preserva y revitaliza el pasado, aprovechando sus enseñanzas para perfilar las Iniciativas del presente. Las grandes obras, como El Quijote, Fortunata y Jacinta, La Regenta... son expresivos murales en donde, entre otras cosas, podemos encontrar las raíces de la sociedad presente y de los problemas actuales, vestidos a la usanza de entonces.Pocos han pintado una sociedad mejor que Leopoldo Alas en La Regenta. Vetusta y sus habitantes, Ana Ozores, el magistral don Alvaro Mejía, son reflejos ficticios de un mundo real y realidades en que ese mundo se hace inteligible. Un código artístico llamado realismo, mucho más operante de lo que suele creerse, sirve para situar al lector entre una realidad artística autónoma cuyo referente es la sociedad contemporánea de Alas, y precisamente aquellos estratos de ella que corresponden a la burguesía provinciana. Curiosamente, Clarín, que tan seguro estaba de sus juicios críticos, vacilaba en reconocer sus méritos creativos personales, reconocidos por todos sus contemporáneos y de manera muy expresiva por Benito Pérez Galdós en el Prólogo, que precedió a la segunda edición del libro. El que ahora Gonzalo Sobejano pone a la novela, y en una nueva y admirable edición, se demuestra con abundancia de pruebas que Alas no sólo era un pintor ejemplar, sino intérprete, revelador y, en suma, creador de aquella sociedad. Dice Sobejano: «La acumulación de males y malvados en la novela de Leopoldo Alas (que remite a un espacio histórico -social concreto: la angosta España de la restauración, saturada de hierocracia tradicionalista y de inmuado materialismo enmascarado de progreso) edifica un ejemplo moral del ocaso del cristianismo: la infinita aspiración amorosa del alma en diaria lucha con un mundo corrompido que mezcla, trastorna y envilece el apetito de la carne y la ansiedad de Dios» (p. 15).Mejor comprensión
La Regenta
Leopoldo Alas. Edición, notas y prólogo de Gonzalo Sobejano. Editorial Noguer, 1976.
Gracias a la primorosa edición de La Regenta, de Clarín, ofrecida al lector por el profesor Sobejano, el pasado se hace más claro, lo entendemos mejor. Y el convivir desde el ayer con las figuras ficticias que lo pueblan, los modos de ser y la conducta de los personajes se hacen transparentes. A ello contribuyen muy eficazmente las aportaciones críticas de Gonzalo Sobejano, que en su sagaz lectura de la novela dilucida cuestiones disputadas y puntos que debían ser y han sido aquí aclarados. Los problemas que las diversas ediciones de la obra planteaban al lector, desaparecen gracias a concisas notas explicativas, así como los propuestos al especialista se solucionan con las textuales. Esta edición actualiza el libro, y no sólo desde el punto de vista textual, sino desde el crítico. Tejida con el estudio preliminar va una evaluación de la crítica escrita sobre la novela hasta la fecha, un análisis de sus intenciones y de sus resultados. Quedan, pues, estas páginas, como modelo para futuras ediciones de clásicos modernos. o de obras (para ser más precisos) que todavía muy cercanas a nosotros, y aún más sicológica que temperalmente, han logrado ya esa situación de validez permanente y universal que permite llamarlas clásicas.
Me pareció importante destacar esta edición y esta novela en un momento como el actual en que los grandes libros de ayer, y especialmente los tan exquisitamente artísticos como La Regenta vuelven a reclamar nuestra atención y a desplazar en la del lector a tantos productos de la industria cultural que pasajeramente la retuvieron. Leopoldo Alas, que dio sentido en La Regenta a una experiencia, vivida en la España oscurantista del siglo XIX, y por haberlo logrado con tanta belleza la lectura de su obra sigue siendo un placer. El gran mérito del estudio y la edición de Gonzalo Sobejano consiste en haber mostrado al lector las razones de ese éxito y el mecanismo tan delicadamente discurrido y puesto en marcha. por el autor. Que esto haya sido hecho con tanta erudición como tacto y buen juicio no sorprenderá a quienes reconocen en Sobejano uno de nuestros más distinguidos críticos literarios.
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